Comprensión De Lectura
Ositaa7 de Mayo de 2015
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Cuando Luza se miraba en el espejo, se veía del revés y era Azul.
A Luza le gustaban los espejos, y las cosas del revés.
En el espejo, Luza, que era Azul, tenía la peca del otro lado, el derecho, y también en la parte opuesta de la frente, la izquierda, su mechón rebelde.
Para Luza, el mundo del revés era hermoso. Eva, su madre, era en verdad un Ave hermosa y de gráciles movimientos, mientras que su padre, Sebas, era tan inteligente que ella siempre le preguntaba si sabía tal o cual casa comenzando por su nombre del revés: ¿Sabes…?
El espejo lo llevaba Luza en el alma, porque no era necesario que reflejara en todo momento las cosas en él.
¡Ah, Luza lo pasaba en grande dándole la vuelta a las cosas!
Un día, jugando a ser Azul, Luza se apretó tanto contra el espejo que consiguió entrar en él, como Alicia en el país de las maravillas. Y al entrar Luza dentro, la que salió afuera fue Azul.
Las dos se miraron con expectación.
–¿Puedo quedarme un rato aquí afuera? –le preguntó Azul a Luza.
–De acuerdo, pero no tardes –aceptó Luza.
Y Azul salió de allí para ver el mundo.
Se quedó fascinada.
–Yo soy Azul, y soy Luza al revés –se dijo la niña salida del espejo–. Pero esto me encanta tal y como es.
Luza veía ahora el mundo a través de los ojos y el corazón de Azul.
Aquella noche cantó y bailó. Aquella noche se meció en brazos de su madre y jugó a saber con su padre. Aquella noche fue feliz y soñó que era Azul y solo Azul.
Aquella noche, Azul se olvidó de Luza.
Por la mañana, al despertar, somnolienta, Azul esntró en el baño y allí, en el espejo, se encontró a Luza.
–¡Eh, ya era hora! –protestó Luza–. Tú eres yo al revés, así que vuelve aquí para que yo pueda salir.
–Es que… esto me gusta mucho –dijo Azul–. ¿No podría quedarme un poco más? Déjame ir a la escuela por ti. Lo sé todo, como tú.
Azul fue a la escuela, donde supo que todas las palabras que ella conocía de una forma allí eran de otra. Sala era Alas, Rama era Amar, Rata era Atar y Ratón era Notar. Pero nadie se dio cuenta de que ella no era Luza.
Aunque de hecho sí lo era, pero al revés.
Cuando regresó a casa fue a mirarse en el espejo.
–Me gusta ser tú del revés –le dijo a Luza.
–A mí también me gusta ser tú –reconoció ella.
–¿Podríamos cambiar de vez en cuando? –preguntó Azul esperanzada.
–¿Algo así como unas vacaciones?
–¡Sí!
–De acuerdo –aceptó Luza tras pensarlo un poco–. Seguro que será divertido.
–¡Bien! –cantó feliz Azul.
Entonces entró en el espejo y de él salió Luza de nuevo.
Luza regresó a su mundo.
Desde entonces, de tanto en tanto, Azul salía del espejo. De tanto en tanto, Azul era Luza para el mundo. Y solo una vez, su madre, le preguntó:
–Luza, tu peca… y tu mechón…
–Oh, me lo he cambiado de sitio –dijo Azul, jugando.
Y Luza, que era Azul, y Azul, que era Luza, supieron que los sueños y las fantasías son como gotas de lluvia que van de la tierra al cielo, o pasteles de chocolate con sabor a fresa, o incluso espejos en los que viven nuestras almas del revés.
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