Cuento Infantil – El ave fénix
123ca123miSíntesis28 de Octubre de 2014
5.667 Palabras (23 Páginas)583 Visitas
Cuento Infantil – El ave fénix
cuentos infantiles fenixEl ave fénix renace de sus cenizas cada cien años, o al menos eso cuenta la leyenda…
En el jardín del Paraíso, bajo el árbol de la sabiduría, crecía un rosal. En su primera rosa nació un pájaro; su vuelo era como un rayo de luz, magníficos sus colores, arrobador su canto.
Pero cuando Eva cogió el fruto de la ciencia del bien y del mal, y cuando ella y Adán fueron arrojados del Paraíso, de la flamígera espada del ángel cayó una chispa en el nido del pájaro y le prendió fuego. El animalito murió abrasado, pero del rojo huevo salió volando otra ave, única y siempre la misma: el Ave Fénix. Cuenta la leyenda que anida en Arabia, y que cada cien años se da la muerte abrasándose en su propio nido; y que del rojo huevo sale una nueva ave Fénix, la única en el mundo.
El pájaro vuela en torno a nosotros, rauda como la luz, espléndida de colores, magnífica en su canto. Cuando la madre está sentada junto a la cuna del hijo, el ave se acerca a la almohada y, desplegando las alas, traza una aureola alrededor de la cabeza del niño. Vuela por el sobrio y humilde aposento, y hay resplandor de sol en él, y sobre la pobre cómoda exhalan, su perfume unas violetas.
Pero el Ave Fénix no es sólo el ave de Arabia; aletea también a los resplandores de la aurora boreal sobre las heladas llanuras de Laponia, y salta entre las flores amarillas durante el breve verano de Groenlandia. Bajo las rocas cupríferas de Falun, en las minas de carbón de Inglaterra, vuela como polilla espolvoreada sobre el devocionario en las manos del piadoso trabajador. En la hoja de loto se desliza por las aguas sagradas del Ganges, y los ojos de la doncella hindú se iluminan al verla.
¡Ave Fénix! ¿No la conoces? ¿El ave del Paraíso, el cisne santo de la canción? Iba en el carro de Thespis en forma de cuervo parlanchín, agitando las alas pintadas de negro; el arpa del cantor de Islandia era pulsada por el rojo pico sonoro del cisne; posada sobre el hombro de Shakespeare, adoptaba la figura del cuervo de Odin y le susurraba al oído: ¡Inmortalidad! Cuando la fiesta de los cantores, revoloteaba en la sala del concurso de la Wartburg.
¡Ave Fénix! ¿No la conoces? Te cantó la Marsellesa, y tú besaste la pluma que se desprendió de su ala; vino en todo el esplendor paradisíaco, y tú le volviste tal vez la espalda para contemplar el gorrión que tenía espuma dorada en las alas.
¡El Ave del Paraíso! Rejuvenecida cada siglo, nacida entre las llamas, entre las llamas muertas; tu imagen, enmarcada en oro, cuelga en las salas de los ricos; tú misma vuelas con frecuencia a la ventura, solitaria, hecha sólo leyenda: el Ave Fénix de Arabia.
En el jardín del Paraíso, cuando naciste en el seno de la primera rosa bajo el árbol de la sabiduría, Dios te besó y te dio tu nombre verdadero: ¡poesía!.
Fin
Hans Christian Andersen
This entry was posted in Cuentos infantiles on 15/10/2014 by newborn.
Obra de teatro – El árbol de los zapatos
Título: El árbol de los zapatos.
Autor: Adaptado del cuento de los hermanos Grimm.
Personajes: Narrador, María, Juan, Señor Martín, Señora Martín, Señora Gómez, señoras con bebés, señora Blanco, señor Blanco, Pepe,
Curioso 1, vendedor, curioso 2
Escenario: una casa humilde, un molino, unas montañas y un castillo.
(Escena I)
Un hombre cava en el jardín, mientras sus hijos lo ven.
Narrador: Juan y María miraban a su padre cavando en el jardín. Era un trabajo muy pesado así que fueron a animarle.
María: Mira, papá ha encontrado una bota vieja.
Juan: ¿Qué harás con ella?
Señor Martín: Podemos enterrarlo aquí. Dicen que si se pone un zapato viejo debajo de un cerezo crece mucho mejor.
María:
(Riendo) ¿Qué es lo que crecerá? ¿La bota?
Señor Martín: Bueno, si crece, tendremos bota asada para comer.
Narrador: Así juntos, enterraron la bota. Y ya entrada la primavera, un viento fuerte derribó el cerezo. Cuando se acercaron para recoger las ramas caídas vieron una planta nueva. Y decidieron dejarla creer para ver que era, porque no se parecía a las que ellos conocían, tampoco pudieron encontrarla en los libros de jardinería.
Juan: Jamás vi una planta como ésta.
(Escena II)
La planta ha crecido, y ahora tiene unos frutos grisáceos extraños.
Narrador: La planta era bastante interesante, así que la dejaron crecer. A la primavera siguiente, era casi un arbolito. En otoño, aparecieron frutos, pero estos eran muy raros estaban llenos de bultos y tenían una forma muy curiosa.
Señora Martín: (intrigada) Ese fruto me recuerda algo…(pensativa)…¡Parecen botas!
Juan: (tocando el fruto con asombro) ¡Es verdad! Parecen botas.
Señora Gómez: (asomándose)¿Dijeron botas?
María: ¡Sí, crecen botas!
Señora Gómez: ¿Puedo acercarme a mirarlas?, Pedrito ya es grande y necesitará botas.
Señora Martín: Claro que sí. Pase y véalas con sus propios ojos.
Narrador: La señora Gómez se acercó, con el bebé en brazos. Lo puso junto al árbol, cabeza abajo. Juan y María acercaron un par de frutos a sus pies.
Juan: Aún no están maduras. Vuelva mañana para ver si han crecido un poco más.
Narrador: (Pronuncia su discurso, mientras en el fondo las mamas prueban botas a sus hijos) La señora Gómez volvió al día siguiente, y el próximo, uno más, hasta que al final de la semana, descubrieron un par que parecía justo el número de Pedrito. María las bajó y la señora Gómez se las puso a su hijo. Le quedaban muy bien y Pedrito comenzó a caminar por el jardín. Así que el señor Martín decidió que todos los que necesitaran botas para sus hijos podían venir a recogerlas del árbol.
Pronto el jardín se llenó de mujeres con niños pequeños. Algunas alzaban a los bebés para poder calzarles los zapatos, otras los levantaban cabeza abajo para medir la fruta con sus pies. Juan y María recogieron las que sobraban y las colocaron sobre el césped, ordenándolas por pares. Las madres que llegaron tarde probaron estas botas, hasta que todos los niños tuvieron las suyas. Al final del día, el árbol estaba pelado.
(Escena III)
Cambio a la casa de los Blanco.
Narrador: La señora Blanco, volvió a casa muy contenta porque consiguió zapatos para los trillizos.
Señora Blanco: Los traje gratis, del árbol del señor Martín. Mira, la cáscara es dura como el cuero, pero por dentro son muy suaves.
Narrador: El señor Blanco contempló detenidamente los pies de sus hijos.
Señor Blanco: Tengo una idea, quítales los zapatos.
Narrador: Y mientras el señor Blanco, llevaba a cabo su idea, pasaron los años. El árbol de los Martin, produjo frutos más grandes; y los niños crecían, así que seguían encontrando zapatos. Hasta que un día, apareció un gran cartel en casa del señor Blanco, CALZADOS BLANCO, S.A. decía.
Señor Martín: Con razón andaba el señor Blanco tan sospechoso plantando cosas en su huerto. El bribón planto todos los zapatos que le dimos gratis a su familia y ahora tiene muchos árboles.
Señora Martín: (amargamente) Dicen que se hará rico con ellos.
Narrador: Y así parecía, el señor Blanco contrató tres mujeres para que le recolectaran los zapatos de los árboles y los clasificaran por números. Luego envolvían los zapatos en papel de seda y los guardaban en cajas para enviarlos a la ciudad, donde los venderían a buen precio.
Al mirar por la ventana, el señor Martín vio al señor Blanco que pasaba en un coche elegantísimo.
Señor Martín: Nunca pensé en ganar dinero con mi árbol.
Señora Martín: (cariñosamente) No sirves para los negocios, querido. Y mejor que todos los niños del pueblo puedan tener zapatos gratis.
(Escena IV)
cambio a un campo junto al huerto del señor Blanco donde los niños juegan.
Narrador: El señor Blanco había construido un muro muy alto para que no entrara la gente. Sin embargo, Pepe, un amigo de Juan y María. Con gran esfuerzo había escalado el muro.
Juan: Hola, Pepe, ¿Qué hacías ahí?
Pepe:
(Saltando frente a ellos, sonriente) recojo frutos de zapato para que mi abuelita me haga un pastel con ellos.
María: ¿Un pastel?¿Y sabe bien?
Pepe: ¡Riquísimo!, la cáscara es un poco dura. Pero si cocinas lo de dentro, con mucho azúcar, está muy rico. Mi abuelita hace unos pasteles estupendos con los zapatos. Ven a probarlos, si quieres.
Narrador: Juan y María ayudaron a Pepe a llevar los frutos a su abuela, y todos comieron un trozo de pastel. Era dulce y muy rico, tenía un sabor más fuerte que las manzanas y muy raro. A Juan y a María les gustó muchísimo. Al llegar a casa, recogieron algunas frutas que quedaban en el árbol de los zapatos.
María: Las pondremos en el horno, aprendí a hacer manzanas asadas, no puede ser muy distinto.
Narrador: María y Juan asaron los zapatos, rellenándolos con
...