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Cuentos De Terror (antología)

Errant_Cloud1 de Abril de 2014

10.437 Palabras (42 Páginas)286 Visitas

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Prólogo

Principalmente, esta obra, únicamente tiene como fin: provocar en tu imaginación, reaccionar espeluznantemente en tu cabeza. Introducirte en escenarios catastróficos; aquellos, los peores ideados. Inyectar la interrogante que si existieron y carcomerte, mientras lo descifras. Quizá, se muestren frente a ti de forma apocalíptica, crispando tus nervios, deteniéndote el corazón.

Le doy existencia al escrito por sombríos motivos, creo que –siquiera sólo una vez- es vital conocer lo que se transcribió entre sueños. Dentro de las pesadillas habitan las mejores monstruosidades.

Enormes olas en este mar de letras te ahogarán, culminando de agua tu valentía, golpeando más y más fuerte. Claro que, se espera que puedas resistir al final.

Los orígenes de los textos son desconocidos, de alguna forma; ¿Será que el anonimato extirpa lo vil de un escritor?

Agradezco a los autores y aún más, a su capacidad de atemorizar.

Dedicatoria

Dedico la antología, a toda inconforme mente, a los cortos además de valientes pensamientos que nos surgen; de igual forma, a lectores similares, independientemente de las sensaciones que les cause, sólo por el hecho de que tengan ahora éste trabajo en sus manos.

Y agradezco, porque me considero así, a los curiosos que busquen escalofríos.

El miedo se pinta en el rostro.

Orfanato

Se pensaba invertir millones en la restauración de un antiguo orfanato que permaneció abandonado más de 60 años, a causa de un terrible incendio. Se pudo comprobar que aquel lugar en sus mejores tiempos, tuvo una taza mayor del 80% de niños reintegrados a un hogar. Sin importar que estos hayan contado con una discapacidad o defectos de nacimiento, de igual manera se le brindaban ahí los mejores cuidados de los médicos más prominentes, y era este el concepto que quería rescatar, pues ahora funcionaria como hospital infantil gratuito para familias de escasos recursos.

Se contrató un nuevo vigilante nocturno para el edificio… el número 32 en la cuenta, pues los que pasaron antes, habían terminado desaparecidos, locos y muertos en circunstancias extrañas. A pesar de haber sido advertido de todo esto, Salvador aceptó el empleo, y esa misma noche se encontraba dando la ronda por el lugar abandonado.

En un punto de su recorrido, en el lugar donde solía estar la cocina, escuchó golpes y desesperados gritos que le hicieron correr unos metros hacia atrás, pero recordando su deber, volvió hasta la cocina, abrió la pesada y oxidada puerta, que hizo rechinar las entrañas del edificio, con una cadena de ecos, que le crisparon los pelos.

Quiso entrar con cautela, pero la puerta se cerró detrás de él velozmente, empujándolo frente a un viejo horno, del cual provenían los gritos, y que se sacudía estrepitosamente, lanzando eructos de fuego que enrojecían la cara del extrañado hombre.

Cuando se acercó para tratar de apagarlo, a través de una pequeña ventanilla de cristal, vio horrorizado que aquellos gritos pertenecían a alguien que se consumía por las llamas infernales de aquella caldera. Con toda su fuerza y sin importar quemarse las manos, trataba de abrir la pesada puerta y liberar a quien se retorcía de dolor ahí dentro… Pero todo fue en vano, aquella persona se quemaba ante sus ojos llenos de lágrimas, y él no podía evitarlo. Vio fijamente a través del cristal, pidiendo perdón por no poder ayudar, entonces un rostro calcinado saltó desde el fondo, mirando fijamente con el único ojo que le quedaba, empujó la puerta, esta se abrió lentamente, retorciéndose y aun en llamas, piernas, torsos, brazos, manos, empezaron a salir una tras otra, detrás del pobre sujeto que no había hecho otra cosa más que intentar ayudar…

Todos eran pequeños, sin duda de niños; como todos aquellos que alguna vez desaparecieron ocultos tras el engaño de que había sido entregados a una buena familia, cuando en realidad fueron quemados en aquel horno después de haber realizado terribles experimentos con ellos, y algunos otros, habían terminado servidos en la cena de sus compañeros, habiendo pasado primero por las navajas de un enorme molino, que aún sangraba…

La mañana siguiente encontraron un guardia más que agregar a la lista, muerto en la cocina, con las manos calcinadas, con una mueca de terror en su rostro cubierto por una sangre que no le pertenecía…

NO MUEVAS TANTO LA CAMA

Pedrito era un niño muy inquieto, todas las noches su madre lo acostaba y arropaba muy bien después de contarle un cuento, pero cuando pasaba a revisarlo un par de minutos más tarde, la cama estaba toda revuelta, las cobijas por el suelo y él con alguna parte de su cuerpo colgando. Lo acomodaba de nuevo en su sitio, pero por la mañana a veces lo encontraba tirado en el suelo.

Pensando en que no se lastimara, le pusieron barandillas alrededor de su cama.

Aprovechando la situación, Julián su hermano mayor de siete años, le dijo que ponían las rejas para protegerlo del monstruo que vivía bajo su cama, entonces Pedrito no quiso dormir más en ella y para castigar a su hermano, los cambiaron de lecho. Al siguiente día, Julián amaneció en el suelo y Pedrito dormido tal y como lo habían dejado.

Los señores algo extrañados, llegaron a la conclusión de que la cama era el problema y se deshicieron de ella. Fue la correcta solución, porque los siguientes días, los chicos amanecieron bien acostado y arropados. Pero no había vuelto cada cual a sus respectivas habitaciones.

Un día cuando Julián llegó del colegio, escuchó un leve sollozo venir del armario, creía que era su hermano más pequeño y fue a buscarlo, pero al abrir la puerta se encontró con otro niño al que no conocía. Este lloraba cada vez con más fuerza y no atendía a lo que Julián preguntaba, tras la insistencia, el niño extraño volteó su demacrado rostro, parecía solamente una calavera cubierta de cuero, a la cual le faltaban los ojos, y las lágrimas que lloraba no eran más que polvo. Empujó a Julián contra el suelo, mientras le reclamaba que le hubiesen arrebatado su casa, abría en cada grito su boca como ningún humano puede hacerlo y entre refunfuños y chillidos le dijo al asustado niño: -No muevas tanto la cama, recuerda que vivo debajo de ella y si no me dejas dormir, te tiraré al suelo como la otra noche-… Acto seguido se metió bajo el mueble y desapareció… al menos por un rato, hasta que la noche llegó… lo molestó Julián con sus llantos porque se negaba a dormir en esa habitación.

LA RISA

Me divorcié de mi esposo porque él tenía otra familia, mi hijo estaba consciente de esto y constantemente me motivaba para que saliera a divertirme y tal vez conocer a alguien, pero sinceramente, aunque él era ya todo un adolescente, yo seguía viéndolo como un bebé y me daba miedo dejarlo solo.

Un día simplemente accedí, él se veía muy contento, hasta me esperó despierto en el sillón de la sala, para preguntarme sobre mi noche. Fue sensacional, y lo hice por seis noches seguidas, hasta que empecé a notar sus ojeras, pues cada noche me esperaba en el sillón. A veces lo encontraba dormido sobre mi cama en pleno día.

Preferí pasar tiempo con él, preparamos botanas y vimos algunas películas, pero, cada vez que yo mencionaba que era la hora de dormir, él parecía tomar más energías y nos extendimos hasta la madrugada. Amanecimos dormidos en la sala. El siguiente día me di cuenta que la puerta de su habitación estaba cerrada, y que no entraba ahí para nada, tratando de comprobar que no era mi imaginación, le pedí que entrara, no quiso hacerlo, pero tampoco dejó que yo lo hiciera. Me contó una historia poco creíble que quise terminar cuando antes y entré en la habitación.

Había un olor algo extraño, entre suciedad y humedad, se sentía frio y aunque el piso era completamente sólido, crujía a cada paso que dábamos. Una risa como de niño, se escuchaba bajo la cama, después en el armario, parecía que nos rodeaba y le causaba gracia, pero ninguno de los dos podía ver nada. Se me enchinó la piel. La cara de mi hijo estaba pálida, y muy seriamente me dijo: -si quieres verlo…tienes que recostarte en la cama-. Movida por la curiosidad más que el miedo, me tiré en la cama, viendo fijamente hacia donde mi hijo me había indicado… no pasaron más de cinco segundos, cuando se escucharon unos arrastrados pasos, y una pequeña mano se posó a los pies de la cama. Jalaba las sabanas lentamente, pero me hice la fuerte por mi hijo y contuve las ganas de gritar. Tras aquella manita vino otra, parecían pertenecer a un niño por el tamaño y forma, pero eran demasiado regordetas y fuertes, además el color era algo extraño, pálido y opaco…mientras pensaba en lo que estaba viendo, un bulto empezó a levantarse entre aquel par de manitas, lentamente, pero a mí me pareció como si hubiera saltado de repente, aquella siniestra cara, esa sonrisa macabra, ya no pude contener los gritos…

Mi

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