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Diferentes Aspectos Y Formas Del Amor


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2013  •  3.827 Palabras (16 Páginas)  •  772 Visitas

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A lo largo de la historia de la humanidad amantes, filósofos y poetas se han preguntado y han intentado explicar qué es el amor, cuál es su origen, cuál es la razón de sentirlo, y recurrieron a muchas diferentes hipótesis para responderlo.

Al amor es una pasión que puede generar tanto plenitud y felicidad en la persona que lo padece, como también profundas tristezas.

Sin embargo, este sentimiento tan característico de la naturaleza humana, no solo se trata del tradicional amor de un hombre hacia una mujer que desea pasar el resto de la vida con su pareja (o de una mujer a un hombre), también se ha recurrido, en este caso en la literatura, al amor por un amigo, por objetos materiales y sin vida, por lugares, por creencias, por Dios, por la patria, por el arte, entre muchos otros. Además existen amores efímeros y amores duraderos, amores prohibidos y amores permitidos, amores correspondidos y no correspondidos, amores sinceros y amores engañosos e interesados.

En este trabajo nos centraremos en sólo algunos de ellos, que han sido representados en las obras literarias de Francisco de Quevedo, Roberto Fontanarrosa, Garcilaso de la Vega, Felisberto Hernández, Miguel Hernández y Federico García Lorca, analizándolos y determinando de qué tipo de amor son ejemplo en cada uno de los casos, lo que dependerá del estilo del autor, así también como de sus experiencias, del tiempo, del espacio y del contexto social.

Comenzaremos con las obras de Garcilaso de la Vega: el Soneto XIII, el Soneto XXIII, y la Égloga I.

En general, en los textos de este autor, quien desarrolló su obra en la primera mitad del siglo XVI, el yo poético aparece profundamente adolorido a causa del amor que siente, ya sea porque no le es correspondido, o por la ausencia o la muerte de su amada.

Así, por ejemplo, en el “Soneto XIII” retoma el final del mito griego de “Apolo y Dafne”. En este relato Apolo, tras haberse burlado del dios Eros recibe como castigo una de sus flechas de oro, las cuáles incitaban un profundo amor, por lo que no tardó en sentirse perdidamente enamorado de la ninfa Dafne. Ella, a su vez, había sido herida por una flecha de hierro de Eros, que le produjo sólo odio hacia Apolo, del que huía desesperadamente. Entonces la ninfa le pidió ayuda a su padre, que solo encontró una solución para ella: la convirtió en un laurel. Este árbol crecería regado por las lágrimas de Apolo, que le juró amarla eternamente y utilizó sus poderes de eterna juventud e inmortalidad para que esté siempre verde. Y es por esto que en el soneto de Garcilaso encontramos a Apolo llorando su amor imposible, e incluso, irónicamente, con su llanto hace crecer la causa de su dolor. “¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, / que con llorarla crezca cada día / la causa y la razón por que lloraba!”

En el “Soneto XXIII” también se describe el amor como sufrimiento. En este caso, Garcilaso ha expresado su propio pesar por el amor imposible que sentía hacia Isabel Freyre, a quien le dedicó gran parte de su poesía. En esta obra también se hace alusión al prototipo de belleza femenina que existía en el Renacimiento: “En tanto que de rosa y azucena / se muestra el color en vuestro gesto (...) y en tanto que el cabello, que en la vena / del oro se escogió...” . En estos versos describe a una mujer rubia, de piel blanca y mejillas rosadas, como inalcanzable por estas mismas características. En el soneto se trata al amor como algo tan efímero como la belleza física; el poeta invita a la dama a disfrutar de sus atributos y a corresponderle el amor que él le ofrece antes de que su belleza se pierda con el paso del tiempo. Con la primavera hace referencia a la juventud, que inevitablemente dará paso luego al invierno, del que ni siquiera la belleza perfecta de la mujer amada podrá escapar. “Coged de vuestra alegre primavera / el dulce fruto, antes que el tiempo airado / cubra de nieve la hermosa cumbre.”

Nuevamente encontramos los sentimientos de De la Vega reflejados en la obra “Égloga I” en la que representa su sufrimiento por el casamiento de Isabel con otro hombre y luego el dolor que le causa su muerte, a través de las confesiones de Salicio y Nemoroso. Este es un verdadero amor duradero ya que fue más allá de las circunstancias y de los límites de la vida sin importarle no ser correspondido. Con esto se diferencia del “Soneto XXIII” en el que el amor es en gran parte superficial, ya que solo valora la belleza física de la mujer, propia de la juventud, convirtiendo a esta pasión en algo tan efímero como la primavera.

Así podemos ver en las tres obras de Garcilaso de la Vega una tendencia muy marcada a expresar el lado doloroso del amor, donde la persona que lo padece llega al límite da la locura al ver que no encontrará una respuesta a su entrega de parte de su amada. Hasta llega a acusarla de insensible y dura, de haberse vuelto fría con su amante, por no corresponderle el amor que por ella siente y en cambio dedicárselo a otra persona: “¡Oh más dura que mármol a mis quejas, / y al encendido fuego en que me quemo / más helada que nieve, Galatea!” . Al final de su relato Salicio concluye diciendo que luego de haberla perdido a ella, nada más tiene importancia, prefiere perder esos terrenos que tanto amaba por haber sido escenario de alegres momentos, porque sin el amor de su amada nada tiene valor; por esto decimos que estamos hablando de un amor no correspondido, y duradero, ya que la pasión del pastor no disminuye con el paso del tiempo. “yo dejaré el lugar do me dejaste / ven, si por sólo esto te detienes / (...)/ Quizá aquí hallarás (pues yo me alejo) / al que todo mi bien quitarme puede / que pues el bien le dejo, / no es mucho que el lugar también le quede.”

En el relato de Nemoroso, éste se lamenta y llora la muerte de su mujer, a quien extraña con mucho dolor por haberla perdido antes de tiempo, deseando haber sido él el que cayera en las garras de la muerte. Seguimos viendo así el lado más sombrío del amor, y lo que es capaz de hacer con una persona cuando sus sentimientos le juegan en contra al sentir tan lejana la posibilidad de volver a abrazar a la que fue su compañera de por vida, de volver a sentirla, sometiéndolo a la más profunda depresión y angustia, cuando en realidad debería ser un sentimiento inmensa felicidad. “El cielo en mis dolores / cargó la mano tanto, / que a sempiterno llanto / y a triste soledad me ha condenado / y lo que siento más es verme atado / a la pesada vida y enojosa...” .

Por otro lado, las obras de Quevedo, que se desarrollan décadas después, critican de alguna forma a los esteriotipos de la mujer, los modelos de vinculación entre amante y amada, y las idealizaciones del amor, característicos del Renacimiento. Por ejemplo, en “Diálogo

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