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Dos formas de entender el amor

arcolocoEnsayo25 de Octubre de 2013

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Dos formas de entender el amor

Los seres humanos podemos desarrollar en esencia dos tipos de actitudes: bajo una de ellas somos altruistas y colaboradores, y bajo la otra somos egoístas y competidores. Existen personas totalmente polarizadas hacia una de las dos actitudes por voluntad propia; por ejemplo, los monjes budistas están totalmente volcados hacia el altruismo, y los practicantes del objetivismo, hacia el egoísmo. Y también existen personas que combinan ambas formas de ser, comportándose, unas veces, de forma altruista y colaboradora, otras, de forma egoísta y competitiva, y otras, de forma parcialmente altruista y competitiva. En algunas partes del mundo predomina el altruismo (Tíbet), de modo que el egoísmo se ve en general como algo negativo. Y existen grupos humanos donde sucede lo contrario. Todas las guerras de la historia nacieron del egoísmo por parte de, al menos, uno de los dos bandos; todas las situaciones conflictivas del ser humano proceden del egoísmo.

Enfoque científico del egoísmo y el altruismo

Representación simplificada de la teoría de Dawkins acerca del «egoísmo» de la información genética. Todos los genes, como unidades de supervivencia, son en sí mismos «egoístas», compitiendo entre sí y con los de otros individuos. Una vez alcanzado cierto grado de organización durante el proceso evolutivo de las especies, la información genética que produzca un fenotipo egoísta será a la larga autodestructiva a nivel del grupo humano, mientras que la que produzca un fenotipo altruista (de egoísmo altruista a nivel de gen) facilitará la supervivencia de dicha información. Con los genes actuando irracionalmente, y bajo la «ley natural del más fuerte», se producirá inevitablemente una supremacía del «gen de egoísmo altruista». El intercambio de la reproducción sexual a su vez repartirá dicha información genética entre toda la población.6

Richard Dawkins interpreta ambas actitudes como las expresiones del instinto de conservación del individuo (egoísmo) y de la especie (altruismo). Explica que, según una teoría aceptada por algunos biólogos, heredamos los genes responsables de tales actitudes de especies antecesoras, y que, antes de nuestra llegada, la evolución biológica estuvo probablemente controlada por un mecanismo denominado «selección de grupos»; en virtud de este mecanismo, los grupos de individuos en los que hubiese más miembros dispuestos a sacrificar su vida por el resto tendrían mayor probabilidad de sobrevivir que los que estaban compuestos por individuos egoístas; esto daría como resultado que el mundo terminase poblado por individuos altruistas. Es una teoría que, aunque proporciona una explicación para el hecho de que actualmente el altruismo predomine en el mundo, genera gran controversia en el mundo científico por contradecir directamente la teoría darwinista; por ello, la explicación personal del autor acerca de la supervivencia del altruismo en el marco darwinista del egoísmo individual es que la unidad de supervivencia no es el individuo, sino el gen; es decir, bajo este punto de vista, los seres humanos y los grupos de seres humanos somos «máquinas de supervivencia» «creadas» por los genes en su propio beneficio.6

En cualquier caso, argumenta Dawkins, por el hecho de ser la primera especie racional, también somos la primera especie en la historia de la evolución capaz de elegir entre ambos tipos de comportamiento de forma voluntaria, actuando por lo tanto de forma «independiente» a nuestra propia programación genética.6

La evolución parece producirse mediante procesos solapados entre sí y progresivamente refinados. A un nivel inmediato, funciona mediante un simple, gigantesco e irracional proceso de ensayo y error; los éxitos de determinado estado de organización facilitan su continuación. No obstante, a medida que la organización se va desarrollando cada vez más, aparecen de forma espontánea métodos de predicción estratégica, que eligen caminos indirectos que, a corto plazo, incluso pueden parecer un error, pero que, considerados en conjunto, constituyen un acierto; este tipo de «conductas» han podido observarse en modelos virtuales de evolución programados en una computadora; la conducta agresiva y egoísta constituye un primer nivel de superorganización, en virtud de la cual el individuo «comprende» que para su supervivencia debe «atacar» a sus rivales antes de acudir directamente a la recompensa, y la conducta altruista es un segundo nivel que surge en el momento en que los individuos desarrollan la capacidad de comunicarse entre sí; en modelos computacionales se ha observado el desarrollo completamente espontáneo de combinaciones de ambos mecanismos, de tal modo que un individuo se comunica con otros varios y «miente» al resto en beneficio del grupo. El egoísmo, de este modo, aparece desde la perspectiva del grupo como un comportamiento táctico, y el altruismo como un comportamiento estratégico.

La inteligencia se constituye como un nivel adicional de superorganización que permite el análisis de la situación global y la predicción del mejor camino a seguir mediante la sustitución en buena medida del método físico del ensayo y error por un proceso paralelo y «virtual», también sujeto a evolución, que se desarrolla íntegramente en el cerebro de los individuos y que se transmite de forma igualmente «virtual» a las generaciones siguientes mediante la educación. Según la teoría de la singularidad tecnológica en conjunción con el concepto de Transhumanismo, se sugiere que pronto tendremos la posibilidad de programar de forma «artificial» nuestra propia evolución de la forma más beneficiosa para todos,7 aunque, no obstante, existen críticas al respecto.8 9 10

Concepción altruista

Trabajadora humanitaria medicando a un niño en Léogâne (Haití), tras el terremoto.

El altruismo puede entenderse como altruismo puro, donde no existen apego ni deseo, como en el caso del budismo, o bien como «egoísmo altruista», como en el caso del cristianismo, donde existen apego a un ser superior y el deseo de obtener la salvación. En la práctica, en ambas religiones existen apego y deseo, y en el budismo existe una última etapa previa a la iluminación que consiste en la renunciación a todos los logros conseguidos a cambio de nada, con el objetivo de destruir el ego completamente. Para el llamado «altruismo puro», no existe posibilidad de negociación; las relaciones no son competitivas, sino colaborativas: uno procura el bienestar de los demás sin esperar nada a cambio, y los demás procuran el bienestar de uno.

El budismo sitúa al apego y al deseo como emociones negativas que también producen ira y, en definitiva, sufrimiento. Apego, deseo, ira, miedo e ignorancia (por ejemplo, falta de comprensión del sufrimiento ajeno) contribuyen a reforzar el ego. En la filosofía budista, el amor real es el amor compasivo, y el amor y el ego son incompatibles.11 Recientes estudios científicos han demostrado que la meditación produce un incremento de la actividad en las zonas cerebrales relacionadas con las emociones positivas y una disminución de la actividad en las zonas relacionadas con la ira y la depresión.12 13

El «egoísmo altruista» es la filosofía de las relaciones humanas predicada por Jesucristo («ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo»).

El altruismo es la forma de entender el amor para Leibniz, quien cree que, si uno realmente entiende y busca el amor, siempre obtendrá placer en la felicidad de otro.14

Amar verdaderamente, y de un modo desinteresado, no es otra cosa que encontrar placer en las perfecciones o en la felicidad del objeto.15

Gottfried Leibniz

La psicología humanista considera que el amor es indispensable para conseguir una autoestima saludable.

Es imposible la salud psicológica, a no ser que lo esencial de la persona sea fundamentalmente aceptado, amado y respetado por otros y por ella misma.16

Abraham Maslow

Matthieu Ricard en el Foro Económico Mundial de 2009.

Abraham Maslow sitúa al amor en el estrato de afiliación, entre el de seguridad y el de reconocimiento, dentro de su jerarquía de las necesidades humanas.17

Matthieu Ricard, doctor en bioquímica y monje budista, pone como ejemplo los comportamientos altruistas que existieron entre judíos desconocidos entre sí durante la ocupación nazi para ilustrar el hecho de que los seres humanos somos altruistas por naturaleza. «¿Cómo cabe pensar que actuasen por egoísmo en esa situación?», argumenta.

Gran Pirámide de Guiza. Las pirámides de Egipto son monumentos al narcisismo.

El amor compasivo desde el punto de vista científico

Matthieu Ricard se sometió a un exhaustivo estudio mediante escáneres cerebrales bajo un estado especial de meditación en el que se genera un estado de amor y compasión puros y no enfocados hacia nada ni nadie en particular. Los resultados mostraron un aumento sin precedentes en la actividad del córtex prefrontal izquierdo del cerebro, relacionado con las emociones positivas, mientras que la actividad en la zona del lóbulo derecho relacionada con la depresión disminuía, como si la compasión fuese un buen antídoto contra la depresión. Y también disminuía la actividad de la amígdala, relacionada con el miedo y la ira. Por otro lado, un grupo de empleados de una empresa realizaron 30 minutos diarios de meditación durante 3 meses. A lo largo del estudio, reportaron un descenso en sus niveles de ansiedad, y se pudo ver que también se incrementaba la actividad de su córtex prefrontal izquierdo.12 13

Concepción egoísta

La

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