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Disparos en la obscuridad


Enviado por   •  6 de Junio de 2018  •  Reseñas  •  3.910 Palabras (16 Páginas)  •  132 Visitas

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21 de julio, 1977

Durante los primeros veinte días de julio de 1977 en Madrid, el ex presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz Bolaños, ahogaba sus gritos, la luz le duele, se queja. Le operaron el ojo derecho por desprendimiento de retina.

Se asomó por última vez a la ventana del Hotel Ritz para mirar a un grupo de gente, subió el brazo para saludar, sólo para descubrir que llevaban una manta con la palabra: “asesino”.  Tras la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas.

Era un martes 12 abril 1977, llegó al salón magno de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Santiago Roel el secretario lo presentó ante la prensa como “nuestro dilecto nuevo embajador en España”.

Le preguntan al presidente mexicano López Portillo a quien tiene en mente como embajador. Y todos reciben la noticia como agua fría: Díaz Ordaz, el ex presidente, vuelve a la escena pública tras años de encierro.

Gustavo Díaz Ordaz sale de inmediato rumbo a Madrid para que el rey Juan Carlos de España le otorgue su beneplácito el 4 de abril de 1977.

Carlos Fuentes renunció el 6 de abril a la embajada de México en Francia. Octavio Paz también renunció a la embajada de la India después del 2 de octubre.

El diario El País lo calificó como “el presidente más represivo en la historia de México, salvo, quizá por Calles”. Lo hacen responsable del aplastamiento del movimiento ferrocarrilero en 1959 y del de los estudiantes en 68.

En la conferencia de prensa dice que no fueron centenares de muertos. Hubo algunos, no centenares. Tengo entendido que no pasaron de treinta y no llegaron a cuarenta, entre soldados, alborotadores y curiosos.

Díaz Ordaz, estoy orgulloso de haber podido ser Presidente y haber podido así servir a México. Pero de lo que estoy más orgulloso de esos seis años es del año de 1968 porque me permitió servir y salvar al país. Yo les puedo decir a ustedes que a España va un mexicano limpio que no tiene las manos manchadas de sangre.

Después de mirar que los españoles que creyó que lo festejarían como primer embajador de México, en realidad, le decían “asesino”.  Toma el teléfono y marca a México. El secretario Santiago Roel, no está, le contesta un encargado y le dice que necesita dos boletos de avión para México.

22 de julio, 1977

La casa de Risco 133 fue construida para estar aislada, la levantaron albañiles traídos de Hidalgo, Puebla y el Estado de México, a quienes se les alojó en un terreno de piedra volcánica. Los albañiles terminaron sin techo propio, golpeados por la policía y los granaderos cuando se supo que México debería organizar una Olimpiada en 1968.

Ahora le faltaban ambas, su madre y su esposa. Habían muerto, una justo el 2 de octubre de 1972, la otra el 19 de julio de 1974.

Al expresidente le dolía el estómago, necesitaba ver a un médico.

Los Díaz Ordaz habían tenido que salir huyendo de Chalchicomula, Puebla, para evitar que los revolucionarios los ajusticiaran.

Ramón, su padre, consiguió una carreta que iba rumbo a Oaxaca a dejar zacate y se escondió entre las pacas con los dos niños. Sabina, su mujer, tenía casi seis meses de embarazo.

Habían llegado hasta Oaxaca, al pueblo de Tlacolula. Y ahora que su tercer hijo Gustavo nacía la noche del 12 de marzo de 1911, Ramón siguió tomando mezcal y fumando.

23 de julio, 1977

No tenía amigos médicos por que los había encarcelado. Ni amigos ferrocarrileros, porque los había mandado golpear y arrestar. Ni maestro, ni telegrafistas, ni universitarios, todos habían atentado contra la paz y la estabilidad de su gobierno.

En el Hospital Francés el doctor Dutilleaux, director del hospital, seria quien lo atendería, había escogido a un doctor francés porque pensaba que un mexicano lo mataría.

Cuatro días antes de tomar posesión, le tenían detenidos los hospitales públicos por todo el país sólo porque querían un aumento de salario. Después de la audiencia y de un juego de palabras, se fueron muy contentos los médicos con una negativa que no lo parecería.

Un mes después se les levantan “actas de abandono de empleo” a todos los médicos en paro.

Los médicos de planta de los hospitales públicos, se reúnen con Díaz Ordaz el 22 de enero de 1965, y después de una entrevista tensa. Díaz Ordaz llama al procurador de justicia: Acuse a los médicos de homicidio. Empiezan los despidos, pero los médicos se adelantan, renuncian a sus puestos en los hospitales y ofrecen consultas gratuitas en sus consultorios particulares. Tras apoyar esta idea de Ismael Cosío Villegas el rector de la Universidad Nacional, el cardiólogo Ignacio Chávez es despedido.

El doctor Dutilleaux le diagnostica cáncer de colon a Díaz Ordaz.

Se redacta un desplegado contra los médicos en huelga y lo hizo pasar como autoría de un grupo fantasma.

La huelga de los hospitales públicos se levanta por la fuerza el 5 de septiembre de 1965.

La idea de que los demás podían leer sus pensamientos le rondó la cabeza desde los trece años.

En 1924, su familia en Oaxaca es desalojada de su casa en Tlacolula por no pagar el alquiler. Llegaron a la ciudad de Oaxaca, a casa de su tío, Demetrio Bolaños Cacho. Eran la parte “arrimada” de la familia, comían en la cocina lo que dejaban, y hablaban con la servidumbre. Dormían compartiendo camas. Ahí Gustavo vio por primera vez a una mujer desnuda, su hermana Guadalupe.

24 de julio, 1977

Díaz Ordaz le llamó al recién promovido arzobispo de México, Ernesto Corripio Ahumada y fue a verlo a su casa en Tepepan. Hablaron de lo que había ocurrido en España.

En Oaxaca, a los quince años, Gustavo reza, en el colegio. Pide por el bien de su familia.

La revolución: en agosto de 1926 la policía vigila la escuela para impedir que salgan los curas para llevar a los alumnos a comulgar a la Catedral de Oaxaca. Los sacerdotes desesperados construyen un túnel que conecte el Colegio Salesiano con la Catedral. Para Gustavo la idea es toda una revelación: hay formas de hacer cosas sin ser vistos, hay una ley por encima de las leyes.

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