Diálogos De Platón
faaabs25 de Agosto de 2011
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Como ya es característico, en el compendio “Los Diálogos de Platón”, Sócrates es la figura principal de éstos, fungiendo como líder en el proceso de búsqueda de la verdad. El diálogo “Teetetes o de la Ciencia” no es la excepción. En este diálogo Sócrates se describe a si mismo como el asistente en el alumbramiento de las almas, aceptando humildemente que el no produce nada pero que gracias a su experiencia y conocimiento de la situación puede distinguir cuando un alma está fecunda y lista para producir. En ese momento, y solo si el alma esta dispuesta, él la ayudará a llegar a la verdad mediante el cuestionamiento continuo. En este proceso, conocido como Mayéutica, el alma no aprende nada de Sócrates sino que ella misma encuentra los conocimientos mediante este cuestionamiento y no mediante la adquisición. Este es el caso de Teetetes de quién Sócrates descubre su alma fecunda y lista para producir y, ante la disposición del muchacho y la advertencia sobre el dolor que produce la búsqueda de la verdad y la producción de algo nuevo, comienzan a conversar y poco a poco Sócrates comienza a cuestionarlo.
El centro de la conversación, la búsqueda de la diferencia entre el saber y la ciencia; el punto de partida, olvidar el creer lo escuchado para examinar los hechos y poder descubrir la verdad. Conceptos de gran importancia que han sustentado al Método Científico. La conversación parte de la palabra ciencia, a la que se le describe como todo lo que se puede aprender sobre un tema específico. Esta descripción produce, según la peculiar forma de examinar de Sócrates, un nuevo cuestionamiento; es difícil comprender el objetivo de un ciencia particular, si no se conoce qué es la ciencia en si. Me atrevería a sugerir que el pensamiento que Platón pretende propiciar, o describir, a través del cuestionamiento de Sócrates, es del tipo del Raciocinio Lógico Deductivo que Aristóteles definió, años mas tarde, como “la deducción lógica que va de lo universal a lo particular”.
Ahora se tiene claro el objetivo de Platón; descubrir qué es la ciencia y cuál es su naturaleza y esto lo lleva a otros cuestionamientos y exámenes. En este diálogo el examen se basa en tres diferentes opiniones ya existentes. La opinión de Teetetes quién afirma, influenciado por las lecturas que ha hecho sobre Protágoras, que “si se siente que se sabe una cosa, la ciencia no se diferencia en nada de la sensación” y la propia opinión de Protágoras quien dice que “el hombre es la medida de todas las cosas, de la existencia de las que existen, y de la no existencia de las que no existen”, es decir que las cosas son en relación a como el hombre las ve. La opinión de Heráclito quien dice que las cosas son producto del movimiento continuo. Y por último la opinión de Parménides quien afirma que “todo es uno y que ese uno es estable en si mismo, no teniendo espacio donde moverse”.
Es sabido que Platón afirmaba que “nuestros sentidos nos engañan” por lo que hace que Sócrates dirija su examen hacia las sensaciones, hacia como el hombre ve las cosas y hacia el movimiento y dice que lo que el ser humano percibe es una mezcla entre las sensaciones y el movimiento ya que este es el que rige lo que nos parece existir y que debido a nuestra ignorancia es necesario examinar si nuestros pensamientos se contradicen o si están de acuerdo; esto es, examinar y estudiar los diferentes aspectos bajo los que se presentan las cosas para así poder comprenderlas siguiendo tres principios básicos:
Nada crece o disminuye por si misma sino que permanece igual.
Si no se le aumenta o disminuye de manera deliberada, permanecerá igual.
Lo que existe ahora es producto de un proceso de formación inicial.
Dice Sócrates, utilizando la opinión de Heráclito, que efectivamente todo está en movimiento y que este puede ser activo o pasivo y de la interacción de ambos surgen la sensación y la sensibilidad, no pudiendo darse una sin la otra. La sensación se refiere a lo que nuestros sentidos captan y a nuestras emociones, mientras que la sensibilidad surge como consecuencia de la sensación; juntas producen una idea diferente cada vez que interactúan. Por lo que si todo está en movimiento y nada es estable y no pude solamente ser o existir, como diría Parménides, sino que más bien se hace, se engendra o se produce gracias a su interacción mutua y que el hombre también esta en movimiento y es cambiante, ya sea por el estado de vigilia o de sueño en el que se encuentre o por su condición de enfermedad o locura. Por esto es que las sensaciones son diferentes para cada ser humano debido a que este, influenciado por el movimiento, es diferente. Este movimiento o cambio hace que cada causa activa produzca distintos efectos sobre la causa pasiva, en este caso el hombre, con respecto a la causa activa. El ejemplo de Sócrates sobre el vino es bastante ilustrativo; en un estado de salud el vino producirá una sensación dulce, mientras que en un estado de enfermedad producirá una sensación amarga. El vino, la causa activa, produce diferentes efectos sobre Sócrates, la causa pasiva, como resultado del movimiento o cambio de la causa pasiva que se verá reflejado en el efecto que provoca la causa activa. Así que en efecto, nuestros sentidos nos engañan pero no solamente por que sí, sino porque hay una causa que produce este engaño.
Examinadas las tres posturas el paso siguiente será el de comprobar si estas son ciertas o si son producto de la fantasía y ante el titubeo de Teetetes, quien afirma que las tres posturas son verdaderas, Sócrates comienza un nuevo examen; ¿son las cosas producto de que existen en relación al hombre, o son producto del constante cambio o son producto de las sensaciones? El primer examen se centra en la opinión de Protágoras de quién Sócrates se mofa y refuta su idea desde dos ángulos. Primero, si la sensación es la medida de todas las cosas y tanto los hombres como los animales tienen sensación la conclusión lógica sería que no existe diferencia entre ambos y que el hombre no supera al animal. Segundo, si nuestras opiniones solo son producto de nuestras propias y únicas sensaciones, ¿cómo podemos saber que es verdad y que es mentira si todo es diferente para cada quien?, por lo que no existiría una verdad sino que muchas verdades. Aclarada de manera general la falacia sobre la existencia de que las cosas son como el hombre las ve, Sócrates examina la opinión de Teetetes acerca de la igualdad entre la sensación y la ciencia. De nuevo por medio del cuestionamiento, se acuerda que el recibir la sensación de algo o el sentir las cosas no significa el poderlas comprender; el ver las letras no significa el poder entender la lectura, ya que además de la sensación existe la memoria, y el objeto de esta es lo que se ha aprendido y sentido. No siempre se necesita sentir para saber puesto que recordar lo ya sentido es suficiente. Con esto la conclusión lógica del examen de estas dos opiniones es clara, la sensación no es lo mismo que la ciencia y por lo tanto se continuará buscando una definición para ciencia.
Para continuar esta búsqueda, Platón deja a un lado la Mayéutica para utilizar su propio método que es la Dialéctica y a través de Sócrates plantea la postura de Protágoras para después poder discutirla y llegar a una concusión. El punto de partida es este; ¿ es posible que la persona misma que sabe una cosa, no sepa que la sabe? , es decir que si se puede saber algo y no saber que se sabe. A este respecto la postura de Protágoras es la siguiente: cuando la impresión no subsiste, las cosas que se han sentido no se conservan en la memoria ya que la memoria y la sensación tienen la misma naturaleza así que lo que se experimento ya no se experimenta. Así sigue defendiendo su punto acerca de que las sensaciones le son propias al que las siente y que cada hombre es la medida de lo que es y de lo que no es y que la diferencia entre los hombres es que a pesar de que las cosas son, parecen diferentes a cada uno y que se distingue a aquel que sabe por que este último es capaz de hacer que el que cree en algo distorsionado cambie a creer que es verdadero. Para clarificar esto, Protágoras, citado por Sócrates, retoma el ejemplo anterior del vino y opina, el que sabe, o sabio, sabe lo que es el vino y el enfermo que lo percibe diferente no es que sea ignorante sino que lo percibe diferente. Por esto todas las opiniones son verdaderas, aunque unas sean mejores que las otras, pero son diferentes ya que cada quién siente de forma diferente y el trabajo del quien sabe es hacer que el que piensa mal pase del estado malo al bueno; hacer que el bien parezca bien. A este respecto y antes de examinar los nuevos cuestionamientos de Sócrates me atrevería a resumir la opinión de Protágoras en que el que sabe es aquel que tiene la facilidad de convencer a los demás con sus palabras de lo que este cree que sabe para así unificar el criterio de aquellos que lo escuchan en torno al de él. No en vano Protágoras perteneció a la escuela Sofista de la primera etapa. La cual se centraba solo en la introspección y el análisis intrapersonal del hombre olvidándose de la totalidad del cosmos.
Sócrates analiza estas opiniones y responde de la siguiente manera; primero dice que si ver es saber, no es posible saber algo y no saber que se sabe ya que las cosas que se saben no solo se saben por que entran por nuestros sentidos. Segundo, los sabios superan a otros no porque los pueden convencer mediante palabras sino por que pueden discernir entre lo mejor y lo peor. Tercero, si lo que le parece a cada uno es para el tal como le parece y hay hombres a los que les parece que saben
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