EL ACTIVO Y SU MEDICION

El protocolo que se presenta pretende realizar una reflexión acerca de los temas que se proponen en el capítulo IX: “El Activo y su Medición” que hace parte del libro Teoría de la Contabilidad escrito por Eldon S. Hendriksen.

Hendriksen (1974) plantea el gran debate que se ha presentado alrededor del activo y como debe ser la forma en la que este se mida, para de esta manera presentar de la forma más veraz y eficiente esta información y que esta sea de utilidad para los grupos de interés (privados y públicos), pero tiene un enfoque encaminado principalmente al de los inversores.

En el texto se citan diferentes definiciones históricas de lo que es el activo, se puede rescatar la semejanza entre dichas definiciones y es que un activo debe generar beneficios económicos presentes o futuros al poseedor de dicho activo y que este debe ser utilizado para una actividad mercantil, adicionalmente se plantean las características que deben cumplir los activos las cuales son: la necesidad de que exista un derecho específico a beneficio futuro o servicios potenciales, se debe generar un beneficio positivo en favor de un individuo o entidad específica, la incertidumbre puede afectar su valoración y finalmente debe poder demostrarse que hay una obligación exigible para el derecho o servicio, sin embargo, todos los activos bajo la mirada de este autor son idénticos.

El autor habla acerca de la importancia de la medición de los activos radica en poder establecer la medición que permita determinar y dar razón de la utilidad, para lograr dicho objetivo se sugieren dos enfoques, el primero sería el del acrecentamiento centrado en reconocer los cambios de valor respaldado en la mejor evidencia, la salida efectiva de los recurso o el importe líquido del cobro final centrado en el momento de la realización o prestación de los servicios; el segundo enfoque sería el de apareamiento que complementa con la contabilización del activo no monetario en actividades específicas para lograr divisar el margen bruto de las operaciones, pero este método tiene sus inconvenientes y es la falta de un ajuste perfecto de las actividades empresariales a un apareamiento exacto lo que genera subjetividad en la asignación de los valores provocando cargos y movimientos poco lógicos que generan desconfianza en la información plasmada para los inversionistas.

El autor destaca que para lograr la cuantificación del activo, estos, deben pasar por un proceso de valoración contable, que lo define como el procedimiento de asignar a las partidas del activo importes monetarios significativos, de los cuales existen diversos métodos que según su enfoque pueden medir la utilidad, brindarles información a los acreedores y uso gerencial, a su vez nos introduce que para esta valoración tendremos en cuenta “los dos mercados en los que opera la empresa”, es decir los dos tipos valores de cambio que afectan en esta valoración, estos son los valores de salida y los valores de entrada haciendo entre ellos una distinción útil para distinguir los conceptos de la valoración directa e indirecta. La directa es aquella que aplica en partidas del activo cuya conversión a corrientes de efectivo futuros es susceptible de medición con alguna fiabilidad y la indirecta se aplica cuando no existe alguna confiabilidad de los recursos que se obtendrán, como tal no existe un método o procedimiento único idóneo para determinar la utilidad o para la presentación de otra información pertinente para las decisiones de las partes interesadas, sin embargo, Hendriksen (1974) plantea que los objetivos de la valoración proporcionar una medición relativa de los recursos de los que dispone la empresa a la hora de generar ingresos en un futuro y brindar la información pertinente para que se pueda

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