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El Contrato Social


Enviado por   •  10 de Mayo de 2015  •  787 Palabras (4 Páginas)  •  154 Visitas

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Capítulo vI

De la dictadura

La inflexibilidad de las leyes, que les impide plegarse a los acontecimientos, puede en ciertos casos hacerlas perniciosas y causar por ellas la pérdida del Estado. El orden y la lentitud de las formas exigen un espacio de tiempo que las circunstancias niegan algunas veces. Pueden presentarse miles de casos no previstos por el legislador; y es una previsión muy necesaria el sentir que no se puede prever todo. No es preciso afirmar las instituciones políticas hasta quitarse la fuerza de suspender el efecto de ellas: la misma Esparta ha dejado dormir sus leyes. Los más grandes peligros son los únicos que pueden comprarse al de alterar el orden público, y no se debe nunca detener la sagrada fuerza de las leyes, sino cuando se trata de la salud de la patria. En estos raros y manifiestos casos se provee a la seguridad pública mediante un acto particular que entrega el cargo al más digno. Esta comisión puede ser de dos maneras, según la clase de peligro de que se trate.

Para remediarlo, basta con aumentar la actividad del gobierno, se concentra este en uno o dos de sus individuos; y así no es la autoridad de las leyes lo que se altera, sino solo la forma de su administración. Pero si el peligro es de tal naturaleza que las leyes sean un obstáculo para preservarse de él, entonces se nombra un jefe supremo, que haga enmudecer todas las leyes y suspenda por un momento la autoridad soberana. En caso análogo no es dudosa la voluntad general, y es evidente que la primera intención del pueblo es que no parezca el Estado. De este modo la suspensión de la autoridad legislativa no pude abolirlo, el magistrado que la hace callar no puede hacerla hablar; la domina sin poder representarla; puede hacerlo todo, excepto leyes.

El primer medio se empleaba por el Senado romano, cuando encargaba a los cónsules, por medio de una formula consagrada, que cuidaran de la salud de la Republica. El segundo era empleado, cuando uno de los dos cónsules nombraba un dictador, uso de que alba dijo el ejemplo a Roma. En los comienzos de la república se recurrió a menudo a la dictadura, para poder sostenerse por la sola fuerza de su constitución.

Las costumbres hacían entonces superfluas muchas precauciones que hubieran sido necesarias en otro tiempo, y no se temía que un dictador abusara de su autoridad, ni que intentase conservarla más tiempo del debido. Parecía, por lo contrario, que tan gran poder fuera una carga para aquel que la desempeñaba; de tal modo se apresuraba a deshacerse de él, como si hubiese sido un empleo de gran trabajo y peligro ocupar el puesto de la ley. Tampoco es el peligro del abuso, sino el de la decadencia, lo que me hace vituperar el uso de esta magistratura suprema en los primeros tiempos; púes, mientras se la prodigaba en las elecciones, en las solemnidades

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