El Poder De Los Politicos

En este artículo se realiza un análisis enfocado sobre el control de los políticos extrapolado a la democracia española, explicando el autor que existen dos aspectos llamativos: una estabilidad encomiable junto con un nivel de calidad a veces inquietante. Los veinticinco años de vigencia de la Constitución, con más de veinte marcada por largas estancias de los dos principales partidos en el gobierno nacional, como si la inestabilidad y la convulsión del pasado, hubiesen extremado la prudencia de los españoles, que se muestran desconfiados y cautelosos ante los cambios políticos y que, por ello, tienden a cerrar filas con el gobierno de tumo en momentos de incertidumbre.

Se comenta en el libro que hay que subrayar una característica del comportamiento electoral de los españoles durante este tiempo, que sería, sin duda, la aversión al riesgo, consecuencia lógica de una larga memoria de inestabilidad y fracaso. De ahí, se deduce, tan pasmosa estabilidad, en tanto que la democracia se resiente en su dimensión cualitativa, siendo una denuncia habitual de la oposición.

Este libro de José María Maravall es una contribución al debate sobre la calidad de la democracia, se comenta el primer capítulo ("Las estrategias de supervivencia política"), que estudia las estrategias de los políticos en contextos de información asimétrica que dificultan su control por parte de los ciudadanos.

El autor distingue dos maneras de entender la representación democrática: como mandato o como control. La idea de representación como mandato opera sobre el doble supuesto de que la acción de los gobiernos se ajusta a sus promesas electorales y de que éstas concuerdan con los intereses de los electores.

El problema es que las condiciones que definen lo que es mejor para los electores son cambiantes, y aunque los votantes pueden disgustarse con gobiernos que abandonan sus promesas, es poco probable que los castiguen si observan que su bienestar mejora con ello.

La idea de la democracia como control opera, en cambio, sobre el simple supuesto de que los electores reelegirán a los gobernantes si su actuación consigue una evaluación favorable. En ocasiones, no hace falta que sea una evaluación positiva; basta con que los electores estén convencidos de que la oposición no lo hubiera hecho mejor.

Dicha evaluación puede incluir, tal como señala Maravall, juicios en los que los electores no hacen responsable al gobierno de determinadas condiciones adversas, o cálculos cuando perciben que decisiones impopulares pueden dar resultados positivos más adelante.

Se menciona que la idea del voto como instrumento de control está expuesto a objeciones y críticas, la más habitual apunta a que el voto es un instrumento romo que no permite distingos entre los diversos aspectos de la acción de gobierno.

El problema es que votar por separado, pongamos por caso, las políticas sociales y la política fiscal daría lugar a previsibles inconsistencias. De ahí que se adopte con frecuencia funciones de control y, más concretamente, hacia las llamadas agencias de control. Estas agencias tienen como tarea principal mejorar la capacidad de la opinión pública a la hora de juzgar la situación de la economía, el papel de los medios, etc., que constituyen algunos de los objetos de estudio de Maravall.

Parece suponer que este estudio no pasa por alto las condiciones que hacen posible el control democrático, tales como la existencia de una opinión pública debidamente informada y capaz de discernir sobre las políticas económicas.

El problema en ciertos países, donde partidos que se presentaron a las elecciones con un programa, hicieron

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