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El Ramo Azul

LIUTSETIN12 de Noviembre de 2012

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EL RAMO AZUL

(CUENTO)

EJERCICIO:

LEA EL CUENTO EL RAMO AZUL Y HAZ EL ANÁLISIS LITERARIO DE ACUERDO CON TODOS LOS ELEMENTOS QUE YA CONOCES.

Para realizar el análisis literario de una obra se requiere tomar en cuenta los siguientes elementos:

I.-QUIEN ES EL AUTOR.

Su bibliografía, que obras ha escrito.

Octavio Paz

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Octavio Paz

Octavio Paz Lozano

Nacimiento 31 de marzo de 1914

México D.F., México

Defunción 19 de abril de 1998 84 años

México D.F., México

Ocupación Poeta, escritor, ensayista y diplomático

Nacionalidad Mexicana

Período 1939-1998

Género poesía y ensayo

Movimientos Modernidad

Influido porDesplegar

Premios Nobel de Literatura 1990

Octavio Paz Lozano (* México, D.F., 31 de marzo de 1914 - Ibídem, 19 de abril de 1998) fue un poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, fue miembro de El Colegio Nacional y ganador del premio Nobel de Literatura (1990). Se le considera uno de los más grandes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos.[1] Fue un escritor prolífico cuya obra abarcó varios géneros, entre los que sobresalieron textos poéticos, el ensayo y traducciones diversas.

Biografía

Octavio Paz Lozano nació en la ciudad de México el 31 de marzo de 1914, en medio de la Revolución Mexicana. Criado en Mixcoac, una población cercana (y que ahora forma parte de la ciudad de México) por su madre, Josefina Lozano, así como por una tía y su abuelo paterno, Ireneo Paz, un soldado retirado de las fuerzas de Porfirio Díaz, intelectual liberal y novelista. Su padre, Octavio Paz Solórzano, trabajó como escribano y abogado para Emiliano Zapata; estuvo involucrado en la reforma agraria que siguió a la Revolución, y colaboró activamente en el movimiento vasconcelista.[cita requerida] Todas estas actividades provocaron que el padre se ausentara de casa durante largos periodos. Su educación se inició en los Estados Unidos, donde se había trasladado su familia siendo él un niño. Estudió la preparatoria en el Colegio Francés-Morelos (hoy Centro Universitario México) en la ciudad de México.

Paz tuvo contacto con la literatura desde pequeño gracias a su abuelo, quien estaba familiarizado tanto con la literatura clásica como con el modernismo mexicano. Durante la década de 1920-1930 descubrió a los poetas europeos Gerardo Diego, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, que también influyeron en sus escritos más tempranos. Publicó su primer poema ya como adolescente en 1931, con el nombre Mar de día, al cual le añadió un epígrafe del poeta francés Saint-John Perse. Dos años después, a la edad de 19, publicó Luna silvestre, una colección de poemas. Hacia 1937, Paz ya era considerado el poeta más joven y prometedor de la capital mexicana.

En 1937 terminó sus estudios universitarios en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y viajó a Yucatán en busca de trabajo en una escuela cercana a Mérida, Yucatán. Ahí comenzó a trabajar en su poema Entre la piedra y la flor (1941, revisado en 1976), el cual describe la situación cultural y el quebranto de la fe del campesino mexicano como resultado de una sociedad capitalista. Estuvo casado con Elena Garro (entre 1938 y 1959), con quien tuvo una hija: Helena Paz Garro. Luego se unió a Bona Tibertelli de Pisis, con quien convivió hasta 1965. Ese año contrajo matrimonio con Marie-José Tramini, su compañera hasta el final.

En 1937, Paz visitó España durante la Guerra Civil Española, y mostró su solidaridad con los republicanos, cuya ideología política influyó en su obra juvenil, otorgándole una visión preocupada, incluso angustiada, respecto a las condiciones de vida que se daban en su país natal y en España. A su regreso en México, participó como cofundador en una revista literaria llamada Taller en 1938, y escribió en ella hasta 1941. En 1943 recibió la Beca Guggenheim e inició sus estudios en la Universidad de California, Berkeley en los Estados Unidos, y dos años después comenzó a servir como diplomático mexicano, y trabajó en Francia hasta 1962. Durante esa estancia, en 1950, escribió y publicó El laberinto de la soledad, un innovador ensayo antropológico sobre los pensamientos y la identidad mexicanos. En el año de 1968 fungía como embajador en la India, cuando tuvo lugar la masacre de Tlatelolco el 2 de octubre. Renunció como embajador, en señal de protesta contra estos lamentables sucesos, que empañaron la celebración de los Juegos Olímpicos.

[editar] Premios y distinciones

• Recibió el Premio Xavier Villaurrutia en 1957 por su libro El arco y la lira.[2]

• Ingresó en El Colegio Nacional el 1 de agosto de 1967.[3]

• Fue miembro de honor de la Academia Mexicana de la Lengua.[4]

• Fue ganador del Premio Nacional de Literatura en 1977 por el gobierno de México.[5]

• En 1977 recibió el Premio Jerusalem.

• En 1981 recibió el Premio Miguel de Cervantes.

• En 1984 recibió el Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán.

• En 1985 recibió el Premio Internacional Alfonso Reyes.

• En 1987 recibió el Premio Internacional Menéndez Pelayo.

• En 1990 recibió el Premio Nobel de Literatura.[6]

• En 1993 su revista Vuelta obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

• En 1998 se le otorgó el Premio Nacional de Periodismo de México, en reconocimiento a su trayectoria.[7]

• Recibió los premios Ollin Yoliztli y T. S. Eliot.

II.-CUAL ES EL TITULO. (EL NOMBRE)

Octavio Paz

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Octavio Paz

RAMO AZUL Octavio Paz

Desperté, cubierto de sudor. Del piso de ladrillos rojos, recién regados, subía un vapor caliente. Una mariposa de alas grisáceas revoloteaba encandilada alrededor del foco amarillento. Salté de la hamaca y descalzo atravesé el cuarto, cuidando no pisar algún alacrán salido de su escondrijo a tomar el fresco. Me acerqué al ventanillo y aspiré el aire del campo. Se oía la respiración de la noche, enorme, femenina. Regresé al centro de la habitación, vacié el agua de la jarra en la palangana de peltre y humedecí la toalla. Me froté el torso y las piernas con el trapo empapado, me sequé un poco y, tras de cerciorarme que ningún bicho estaba escondido entre los pliegues de mi ropa, me vestí y calcé. Bajé saltando la escalera pintada de verde. En la puerta del mesón tropecé con el dueño, sujeto tuerto y reticente. Sentado en una sillita de tule, fumaba con el ojo entrecerrado. Con voz ronca me preguntó:

-¿Dónde va señor?

-A dar una vuelta. Hace mucho calor.

-Hum, todo está ya cerrado. Y no hay alumbrado aquí. Más le valiera quedarse.

Alcé los hombros, musité “ahora vuelvo” y me metí en lo oscuro. Al principio no veía nada. Caminé a tientas por la calle empedrada. Encendí un cigarrillo. De pronto salió la luna de una nube negra, iluminando un muro blanco, desmoronado a trechos. Me detuve, ciego ante tanta blancura. Sopló un poco de viento. Respiré el aire de los tamarindos. Vibraba la noche, llena de hojas e insectos. Los grillos vivaqueaban entre las hierbas altas. Alcé la cara: arriba también habían establecido campamento las estrellas. Pensé que el universo era un vasto sistema de señales, una conversación entre seres inmensos. Mis actos, el serrucho del grillo, el parpadeo de la estrella, no eran sino pausas y sílabas, frases dispersas de aquel diálogo. ¿Cuál sería esa palabra de la cual yo era una sílaba? ¿Quién dice esa palabra y a quién se la dice? Tiré el cigarrillo sobre la banqueta. Al caer, describió una curva luminosa, arrojando breves chispas, como un cometa minúsculo.

Caminé largo rato, despacio. Me sentía libre, seguro entre los labios que en ese momento me pronunciaban con tanta felicidad. La noche era un jardín de ojos. Al cruzar la calle, sentí que alguien se desprendía de una puerta. Me volví, pero no acerté a distinguir nada. Apreté el paso. Unos instantes percibí unos huaraches sobre las piedras calientes. No quise volverme, aunque sentía que la sombra se acercaba cada vez más. Intenté correr. No pude. Me detuve en seco, bruscamente. Antes de que pudiese defenderme, sentí la punta de un cuchillo en mi espalda y una voz dulce:

-No se mueva , señor, o se lo entierro.

Sin volver la cara pregunte:

-¿Qué quieres?

-Sus ojos señor –contestó la voz suave, casi apenada.

-¿Mis ojos? ¿Para qué te servirán mis ojos? Mira, aquí tengo un poco de dinero. No es mucho, pero es algo. Te daré todo lo que tengo, si me dejas. No vayas a matarme.

-No tenga miedo señor. No lo mataré. Nada más voy

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