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El Valor Divino De Lo Humano

mbram30 de Octubre de 2014

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EL VALOR DIVINO DE LO HUMANO

JESÚS URTEAGA LOIDI

5-02-2011

ÍNDICE:

INTRODUCCIÓN

LA HUIDA DE DIOS

HABLAREMOS DE ESE DIOS Y DE ESA TIERRA

PARA LOS INQUIETOS Y PARA LOS REBELDES

I. SANTOS, PAGANOS, BEATOS Y COBARDES

II. ¡HOMBRES!

III. ¡A GOLPE DE LÁTIGO!

IV. TÚ PUEDES SER UNO DE ESOS HOMBRES

V. ¡MAR ADENTRO!

VI. EN EL MUNDO

VII. HACIA UNA EDAD DE FUEGO

INTRODUCCIÓN

Dúo enim mala fecit poputus meus. Me derelinquerunt fontem aquae vivae, Et foderunt sibi cisternas, cisternas dissipatas, Quia continere non válent aquas.

Dos pecados ha cometido mi pueblo: Me ha abandonado a Mí, que soy fuente de agua viva, Y se han ido a excavar cisternas, cisternas rotas, Que no pueden retener las aguas.

(JEREMíAS, II, 13).

LA HUIDA DE DIOS

Abre los ojos y verás a Dios abandonado.

Abre los ojos y contempla la confusión de nuestro tiempo. ¿Ha conocido otra mayor la historia de la Humanidad? Ellos y ellas, jóvenes y viejos, ricos y pobres... todos se han escapado de su Dios. Arrojaron lejos de sí el yugo suave del Omnipotente. Se han embravecido las naciones contra el Señor y contra su Cristo. Y pensábamos con el Profeta: Quizá es sólo la gente baja e ignorante, que desconoce los caminos y preceptos de Yahvé.

Nos dirigiremos a los grandes, a los poderosos, y les hablaremos de Dios...; éstos ya conocerán sus mandatos... «Pero han sido éstos, todos a una, los que con más saña quebraron el yugo y rompieron las ataduras» {JEREMíAS, V, 5).

¡Cómo escaparon, cómo han huido de nuestro Dios las gentes!

En su huida, en la fuga, tropezaron con la Cruz que se levantaba en él camino; se sacudieron el polvo, y siguieron corriendo, dejándola atrás en el olvido. Era un ejército de hombres resueltos que odiaban a Dios. Y en su carrera vertiginosa arrastraron consigo a los indiferentes.

¿A dónde van esas gentes? Se alejaron de Dios y buscan con ansias de infinito algo que les apague la sed. Hoy son los hombres los que desde la cruz de su vida insoportable claman el sitio, sin saber a dónde dirigir su mirada; la tierra les repugna y el cielo... ¡está tan lejos!

¿A dónde van esas gentes? Van en busca de dioses nuevos y de nuevas religiones. Y unos en la raza, otros en la sangre..., buscan lo que ni la raza ni la sangre les pueden dar. Han pretendido suplir la Divinidad de nuestro Padre Dios adorando sus vestigios en el barro de las sucias carreteras.

¡Qué angustioso y qué nuevo resulta el grito viejo del Espíritu de Dios! « ¡Dos pecados ha cometido mi pueblo: se ha apartado de Mí, que soy fuente de agua viva, y se ha ido a excavar aljibes, cisternas rotas que no pueden retener las aguas!» (JEREMíAS, II, 13).

Esos aljiberos—conocen más el odio que el amor—son los que durante mucho tiempo han regido los destinos de las naciones. En sus manos callosas y deformes de contar y contar dinero está la formación de los nuevos hombres.

Esos son los que hablan de paz para los torturados: los que pretenden consolar a los mutilados y enfermos de la guerra; los cabecillas del orden de ahora, que ha de traer el bienestar a los leprosos. Esos son los portadores de la fraternidad—una caridad que no conoce a Cristo ni a su Iglesia—, que unirá a los grandes y a los pequeños, a los niños con sus madres, a los jefes y a los siervos, a los guerreros y a los profetas. Esos aljiberos son los que, en su huida de Dios, nos hablan de sacramentos nuevos que darán la vida a los cuerpos muertos.

HABLAREMOS DE ESE DIOS Y DE ESA TIERRA

No hablaremos de las causas de esta apostasía. Encontraríamos muchas. Deja tú esa cuestión para que la estudien los hombres graves y prudentes en un laboratorio. Quiero hablarte de la empresa sobrenatural y humana— ¡gigantesca!—que tenemos que realizar los cristianos de la segunda mitad del siglo XX. ¡El mundo nos urge, porque amenaza ruina! Quiero que abras los ojos para que puedas apreciar esa vida incolora y aburrida que llevas: la que llevan los que huyeron me interesa, ciertamente; pero más, mucho más, me interesa la tuya. Me importa tu vida, que, no lo olvides, es la culpable, entre otras, de la catástrofe que sufre el mundo. Y la incógnita se resuelve con tu Vida. La pongo con mayúscula para que te animes a alargar los brazos de la V hasta Dios.

Son angustiosos los problemas de nuestro siglo, y es imperdonable que te limites a dejar pasar el tiempo, para que sea aquél o sean otros los que busquen soluciones a este mundo corrompido.

¿Cómo es posible que no te importe la vida de tus hermanos?

¿Que... «tu vida no cuenta en este mundo»?

¿Que:., «no puedes hacer nada»?

¿Qué pecado horrible hemos cometido los hijos de Dios para sentirnos sin fuerzas frente a los hijos del diablo?

¿Acaso no hay en el Cristianismo hombres jóvenes que frenen y superen la maldita acción de los «hombres viejos»?

¿Te has olvidado de Dios? ¿Te has olvidado de que hoy estás conviviendo con santos?

Llevas dentro de ti el germen de una vida humana maravillosa, en la que se asentará esa Sobrenaturaleza—que es la Gracia—, y que hará de ti, no un hombre más, sino un hijo de Dios con toda la fuerza de nuestros Profetas.

Porque ¿quién ha dicho que prescindir de las virtudes humanas es Humildad? Hoy, más que nunca, necesitamos los cristianos ser muy hombres.

Hoy el mundo necesita cristianos fuertes, hombres leales, trabajadores; gentes que sepan armonizar su vida de oración con la labor diaria; que sepan conjugar ese trato íntimo con Dios y la convivencia con sus padres, con sus hijos, con sus hermanos, con sus amigos y con sus enemigos.

¿Es que podemos presentarnos al mundo como unos guiñapos que viven su religión de una forma molesta, rutinaria, encogida y ridícula?

¿Desde cuándo, por vivir las virtudes sobrenaturales, ha dejado el Cristianismo de ser Vida? Es Vida Sobrenatural y Vida humana. Los mejores llegan a entender aquélla, pero el valor propio de ésta permanece para muchos tan en la oscuridad, tan olvidado... Y la naturaleza humana siempre será el fundamento, cimiento y raíz de una seria, recia y profunda Vida Interior.

En este libro hablaremos algo de formación humana. De cómo los Santos son hombres que viven la verdad, la virilidad, la juventud..., sin prescindir de su personalidad. Hablaremos de ese trabajo difícil y monótono de todos los días, en medio del mundo. Hablaremos de la audacia de los Enamorados, de locuras divinas, de generosidad, de dolor, de muerte y de alegría. Hablaremos de la gran aventura que representa la vida para un cristiano.

Muchos libros nos hablan del Dios que ha descendido a la tierra. Yo quisiera hablarte de ese Dios... y de esa tierra, de ese hombre, de esa lucha por la vida, de cómo en la ocupación y en el descanso, entre libros o entre herramientas, en la calle y en el campo, podemos vivir con nuestro Dios.

Veremos al cristiano como un hombre más entre las gentes. Hablaremos de los santos que viven la vida de hoy como los quiere la Iglesia, la Madre buena de todos los hombres. Empolvaremos las preocupaciones viejas y estudiaremos—tú y yo juntos—algunos de los problemas de la cristiandad del siglo XX.

Te quiero hablar, en una palabra, de las virtudes humanas. Y para hacerlo no he tenido que inventar nada. Yo me enamoré de esas virtudes —sustento de las sobrenaturales—cuando las vi hechas carne en la vida de algunos hombres que me arrastraron para acercarme a Dios.

No pretendo de ninguna manera darte un concepto nuevo de la santidad. Sólo quiero ayudarte a que te fijes en la capital importancia que tiene el «factor hombre» en el santo, en el cristiano. Por eso, principalmente hablaremos no de lo que ha de hacer éste para alcanzar la santidad, sino de aquello que el hombre tiene de humano y ha de santificar.

Sin prescindir de Dios—al que tenemos presente en todas las páginas—, porque todo lo llena; sin olvidar la Gracia, que todo lo inunda, no nos fijemos ahora en la consideración directa le las virtudes sobrenaturales que el cristiano ha de esforzarse por conseguir, y estudiemos en primer lugar al hombre de carne y hueso nacido de mujer, al individuo en sí. Contemplemos al hombre que quiere hacerse santo, si bien para él la meta no sea la santidad misma, sino el mismo Dios.

De todo ello hay mucho que decir, y puede ser dicho escalonando los temas parciales de muy distintas maneras. Lo importante es elegir un procedimiento que sea cristianamente legítimo, que sea espiritual e intelectualmente correcto, y además de ello que sea eficaz, que mueva, que empuje y encienda. Esto último es lo que más deseo.

De esa edad de fuego que se avecina a pasos de gigante—edad que no es de triunfo, sino de lucha—, te dejaré escrito algo en estas páginas. Están escritas sin estilo, sin forma, sin externa unidad, a tropezones. Pero han sido escritas—créemelo—a gritos, con el corazón.

Léelas de prisa, como están escritas. No puedo hablarte despacio, con calma. No hay tiempo. ¡Queda tanto por hacer...!

PARA LOS INQUIETOS Y PARA LOS REBELDES

¿Puede seguir progresando en tu mente la idea de que la vida ha de ser para nosotros los cristianos una pasión inútil?

La vida es un juego maravilloso en el que siempre ganan los Enamorados, los Afanosos, los Ambiciosos. No hay nada inútil en la vida. Las contrariedades, los obstáculos, las dificultades, esos acontecimientos que según el sentir general de las gentes llevarían un signo — en la lucha por la vida, los podemos convertir

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