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El arte de mandar

rompehueDocumentos de Investigación7 de Mayo de 2019

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Fuerza Aérea.
Comando Aéreo de Personal.
Escuela Militar de Aeronáutica.
Base Aérea "General Artigas", 24 de Abril de 2019.
Jefatura de Estudios.
Curso Profesional.

El Arte de Mandar.

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Capítulos 1, 2, 3, 4 y 5 de “El arte de mandar”.

Este autor, Adnre  Gavet comienza diciendo que el Oficial es alguien que hizo la profesión de mandar, y por ende, si no sabe mandar, él es un “simulacro” de oficial, dígase, alguien que lleva grados y nadad más, y la ineptitud para el mando lo excluye de las funciones. El mando es una función característica de un oficial, en el Ejército y solo en el Ejército el Oficial manda y es su oficio, fuera de este no hay mando en ningún lado.

El Oficial manda y ejerce el arte de mandar, Suboficiales y Clases tienen un cierto grado de mando y en algunas circunstancias de guerra cuando se elevan por su valer personal más allá de los grados y funciones pueden llegar a ejercer el arte del mando, pero sus atribuciones normales son restringidas, su función normal es hacer ejecutar ordenes observar y corregir las consignas, asegurar la marcha regular del servicio diario.

El oficial está obligado por su mismo título a ejercer el mando no como una simple rutina, sino que como una ciencia, la debe conocer a fondo, cualquiera sea el grado que posea. Para poder mandar debe estar en posesión de los principios primordiales que necesita esta clase de personas, debe encontrar la guía bajo las prescripciones reglamentarias y poder recurrir a ellas para fijar su conducta.

La autoridad del Suboficial o Clase se apoya sin duda, como la del Oficial, en el principio de la subordinación disciplinaria absoluta. La autoridad es sagrada, y el código militar reprime indistintamente la falta de obediencia, el ultraje, la amenaza, las vías de hecho del subalterno hacia el superior, sin tener en cuenta el grado más o menos elevado que ocupe este último en la jerarquía pero esta misma fuerza común la miran y emplean de manera distinta el Suboficial y el Oficial. Debe entenderse que todo aquel que recibe el título de Oficial no ejerce sus funciones solamente como un oficio diario, sino como un arte del cual los principios.

En todas partes, también, se atribuye a la calidad de Oficial una educación primaria sólida. Las apersonas que no la poseen están casi inevitablemente sujetas a sufrir un gran número de influencias: la influencia de las tradiciones, de las buenas o malas costumbres, de la rutina y, sobre todo, la del medio en el cual viven. Su personalidad moral no está formada, por decir así; no han adquirido la facultad de arreglar sus hábitos según principios razonados. Todo lo que se puede pedir de ellas es que tengan buenos instintos, valor, energía en la acción y que acepten dócilmente el impulso que se les imprime.

Hay, por otra parte, circunstancias en la guerra en que la autoridad del jefe nace visiblemente de la confianza que inspira su valer intelectual y moral.
Él le juzga en posesión de un principio superior de decisión; se cree que siempre sabe lo que se debe hacer, aun en el caso en que fallan las reglas comunes; se le obedece, aun sin comprenderlo.

En tales circunstancias graves, el jefe debe estar en condiciones de poder mandar por dos razones. Primero, porque está en posesión del principio teórico que hay que aplicar y después porque su educación sólida le ha dado una facultad infinitamente rara: "La de poder pasar inmediatamente, con confianza y resolución de la concepción teórica a la acción".
Nuestros Suboficiales y Clases no han tenido, en lo general, antes de su entrada al Ejército, ni el tiempo ni los medios de adquirir los primeros elementos de esta fuerte constitución moral; son sin duda capaces de la mayor abnegación y dignos de ser estimados, pero tienen necesidad de reglas formales y de la dirección constante del Oficial para determinar sus actos.
En consecuencia, sólo el Oficial es el que puede ser definido exactamente por "aquel que sabe mandar".

¿Dónde y cómo aprenderá el Oficial ese arte de mandar que es su propio arte "profesional"? La fuente más clara en tal materia nos parecería encontrarse en los "Principios de la subordinación", que forman el preámbulo del reglamento para el servicio interior. El error es grave: de esta manera confundido el mando se transforma en un ejercicio diario de subordinación jerárquica y se llega, sin sentirlo, a constituir en un deber el "subordinar" lo más posible a los subalternos, a la vez que subordinarse uno mismo a todos los propósitos de sus jefes. Entonces el servicio se viene a convertir en rehusarse a sí mismo toda la iniciativa, a la vez que a impedir cuidadosamente que la tengan los subalternos, puesto que la iniciativa es una cosa, por lo menos, extraña a la subordinación. Así es como, con las mejores intenciones del mundo, un Oficial puede llegar, por falta de reflexión y estudio, a ejercer su mando de una manera detestable. No estando formulados los principios del mando en ninguna parte, toca al Oficial el establecerlos por sí mismo y por sus propias reflexiones.

Aun cuando estos principios estuviesen establecidos, sería necesario estudiarlos, por el esfuerzo intelectual personal porque, en efecto, estando destinados a tomar la forma de reglas prácticas para determinar nuestro modo y dirección de obrar, no basta que estas reglas estén apoyadas por una autoridad exterior, sino que es necesario que los hagamos nuestros y que existan en nuestro espíritu, en el estado de convicciones definitivas.

Si los principios del mando nos fuesen presentados simplemente como reglas impuestas o como rutinas, los aplicaríamos maquinalmente, sin pensar en ellos, con tal que fueran cómodos y que su acción no tuviera un gran alcance. Se les observaría como se observan otras tantas prescripciones y usos de valor secundario que nos obligan, por ejemplo, a tener un uniforme de corte y color designados o a mandar dar un toque a determinada hora.

Pero cuando se trata de un caso grave, tal vez el de comprometer la vida de los soldados que nos han sido confiados, o el aventurar una derrota…, el principio de acción que debe resolvernos no tendrá a nuestros ojos la certidumbre suficiente si no lo hemos establecido y verificado personalmente.

Mandar es gobernar. – Los primeros elementos morales del jefe son: la inteligencia, el carácter y, sobre todo, la abnegación.

El jefe que se consuela de su impotencia acusando de mala voluntad o incapacidad a sus subalternos no es, en el arte militar, más que un mal aprendiz.

El Oficial que es digno de este nombre ejerce su mando según principios firmes, conoce exactamente lo que se debe hacer y aplica a ello su voluntad de una manera constante. Gracias a la seguridad y continuidad de su acción. Siempre aplicada en el sentido deseado, es como llega a los más maravillosos resultados. El término “mando” se aplica desgraciadamente a varias cosas distintas; de aquí nace una causa de error.

Se mandó a la tropa una acción determinada, como una maniobra, un movimiento, la ejecución de un fuego de salva o de una marcha hacia delante o hacia atrás. En este caso el Oficial no hace más que exigir que su tropa ejecute esas diversas acciones, y en este sentido manda también a su tropa no sólo en el campo de batalla o en vista de una acción táctica sino también en el servicio de paz, dando instrucción, ya en el terreno de ejercicios o aun en el Cuartel.

En suma, el Oficial manda siempre y en todas circunstancias, si el atiende uno al sentido de la palabra sin profundizar su significado; pero en el fondo el mandar una compañía en tiempo de paz e instruirla, disciplinarla y darle y conservarle todo su valor es muy distinto del mismo mando en el tiempo de guerra, bajo los fuegos o en el asalto.

El jefe ejerce en su tropa una acción de gobierno, porque tiene a su cargo todo lo que le concierne: derechos, deberes, servicio, orden, conducta, moralidad, instrucción…, todo se encuentra gobernado por él.

El Oficial es también un jefe militar en estas diversas atribuciones, y debe estar siempre en condiciones de hacer sentir su autoridad, llegando el caso; por lo que es claro, debe saber emplear los medios distintos para mandar, para instruir, para administrar, para “gobernar”. La instrucción no se comunica por una serie de órdenes ni el valor moral se adquiere por la fuerza de la compresión.

El funcionamiento del Ejército tiene algo de anormal, de extraordinario: que no puede obtenerse sino a costa de grandes esfuerzos y sufrimientos, aun en el tiempo de paz. Y, sin embargo, algunos llegan a mandar con gran facilidad y firmeza y, bajo su dirección, el servicio que se ejecuta como por sí mismo, y la tropa, absolutamente adicta, está entre sus manos, dispuesta a todo género de esfuerzos.

Evidente que el jefe debe tener la concepción clara del objeto que se propone alcanzar y la del objeto claro de sus funciones. Después, le es necesaria la fuerza moral para marchar a su fin, venciendo todo obstáculo, y por último es precioso que tenga para sí mismo una razón para marcar al objeto, alguna cosa que le excite a consagrar sus fuerzas a la obra.

“Ver”, “Poder” y “Querer”: he aquí los tres elementos de acción.

“Inteligencia”, “Carácter” y “Abnegación”: estas son las tres cualidades primordiales del jefe, y de estas tres cualidades, la abnegación es la que precisa poseer en el más alto grado. La inteligencia será la que nos alumbre el camino que debemos seguir; el carácter será, en lo moral, el equivalente a los músculos vigorosos que nos conduzcan a la meta, y la abnegación es la fuerza pasional que nos incitará sin descanso a marchar hasta el fin a toda costa.

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