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El espacio físico configura la lucha humana por la existencia en la novela El corazón de las tinieblas


Enviado por   •  24 de Octubre de 2020  •  Ensayos  •  1.601 Palabras (7 Páginas)  •  355 Visitas

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El espacio físico configura la lucha humana por la existencia en la novela El corazón de las tinieblas

El corazón de las tinieblas es una novela realista publicada en 1899 por el polaco-británico Joseph Conrad, quien basa la diégesis de forma autobiográfica. Esta novela tiene un gran contenido simbólico, psicológico, ético y filosófico; pues reproduce la índole humana que discierne entre los límites ilusorios de la dicotomía civilización-barbarie. Se desarrollan temáticas tales como el colonialismo, la explotación, el racismo, y, sin embargo, se abarca principalmente la naturaleza primitiva y hostil, pues se manifiesta una continua pugna entre el hombre para vencer a la naturaleza. Por ende, se opina que el espacio físico configura la lucha humana por la existencia en la novela El corazón de las tinieblas, que muestra a su vez el cambio constante de perspectivas ante la agresión y exposición de las convicciones éticas ante la deshumanización. Esto se evidencia en el viaje que realiza Marlow y sus acompañantes en el Congo, pues, poco a poco al adentrarse a las profundidades de la selva se les impone nuevas normas de conducta, que traen consigo un nuevo estilo de vida al que los personajes de la novela se deben adaptar para sobrevivir. Por ello, el tema a desarrollar es la lucha humana por la existencia y la naturaleza primitiva y hostil como participe de este. Por consiguiente, el enfoque se guiará primordialmente de forma estética y filosófica.

De la misma manera, se desarrollará tres argumentos que responden a la pregunta: ¿De qué manera el espacio físico configura la lucha humana por la existencia en la novela el corazón de las tinieblas de Joseph Conrad? El primer argumento es las estaciones como espacios cerrados manifiestan la deshumanización por medio de la degradación moral; el segundo, el río del Congo como espacio abierto presenta la trayectoria hacia lo más oscuro del salvajismo innato del hombre; y, por último, la selva como espacio alegórico principal en la novela forma parte del quebrantamiento del arquetipo colonial-civilizado, ante la fuerza y predominancia de su naturaleza primitiva.

En primer lugar, las estaciones laborales son lugares cerrados que evidencian un mundo material creado por el propio ser colonizador. El narrador autodiegético al conversar con el fabricante de ladrillos, discierne en sus pensamientos una percepción más allá de lo social y laboral: “En aquella estación se respiraba un aire de conspiración, (…). Era tan irreal como todo lo demás, como las pretensiones filantrópicas de la empresa, (…)” (Conrad; 2003 p. "45"). Esto se da debido a que Marlow se da cuenta de que la posición es importante para un trabajador y su comodidad, por lo que, se mención de “aire conspirador”, señala a las personas que solo busca ascender egoístamente laboralmente para acceder a más poder mediante fuertes influencias. Esto es debido a su evidente codicia centrada en el marfil, que Marlow manifiesta como lo único concreto y firme en ellos: “El único sentimiento real era el deseo de ser destinado a un puesto comercial donde poder recoger el marfil” (Conrad; 2003 p. "45"). Esta pugna del hombre por mantener su cordura y racionalismo, es claramente perdida en cuanto llegan a una estación cercana a la interior, en donde se ven a hombres blancos dominados ya por su ambición por marfil: “los blancos (…). Me parecían muy extraños. Tenían todo el aspecto de haber sido víctimas de un hechizo. La palabra marfil flotaba un buen rato en el aire” (Conrad; 2003 p. "65”) esta declaración, marca el final del civismo europeo dominado por la barbarie. En fin, las estaciones presentan más que un lugar laboral, pues manifiestan en su espacio cerrado un mundo creado por la ambición y poder, el cual de manera progresiva expone la deshumanización de los colonos ante su contienda moral.

En segundo lugar, el río se manifiesta como un recorrido accesible hacia lo más feroz y agreste del espíritu humano. En un inicio de la novela, el narrador autodiegético da una impresión bastante simbólica de lo que percibe del río el Congo: “Había en él especialmente un río, (…), como una inmensa serpiente enroscada con la cabeza en el mar”. (Conrad; 2003 p. "13"). Por consiguiente, la comparación que hace del río y serpiente, plasma la imagen del río de forma animalizada y bestial. La serpiente a su vez representa el pecado original, el camino o sendero del mal, por ende, Marlow nos conlleva a épocas remotas, en donde la moral cristiana no se presenta y en definitiva no existe, por lo que el río se abre a cualquier ser que ose recórrelo para guiarlo a su naturaleza y profunda condición salvaje. Además, aunque en un principio las aguas del río solían mostrarse calmadas, en cuanto logran llegar a la profundidad del río y encuentran a kurtz, este río se muestra atormentado y exaltado: “del demonio del río, que chapoteaba dando golpes impetuosos, azotando el agua con su cola terrible y esparciendo humo negro por el aire”. (Conrad; 2003 p. "126"), este cambio final dado en el río ambienta la oscura alma del hombre, la cual, a su vez se asemeja con el mortificado bravío al que se exponen los navegantes. El hecho de que Marlow muestre al río como la encarnación del demonio, quiere decir, que esa zona profunda del río es un infierno lleno de pecados cometidos por el hombre, los cuales se esconden y ocultan de manera similar y naturalmente en las profundidades de su alma, un alma internamente salvaje. En síntesis, el río del Congo se muestra como un lugar abierto al hombre para iniciar un viaje hacia lo más demacrado y oscuro de su salvajismo, el cual es innato y propio del mismo ser.

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