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Ensayo sobre: La ceguera


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2019  •  Ensayos  •  2.286 Palabras (10 Páginas)  •  208 Visitas

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La ceguera: Un hombre parado en un semáforo queda totalmente ciego nadie sabe que le ha ocurrido él es uno de los primeros casos de la ceguera blanca la cual se extiende por toda la ciudad los ciudadanos afectados estarán en cuarentena o simplemente perdidos en la ciudad tratando de sobrevivir así es como comienza esta historia. La primera historia nos cuenta el inicio de esta enfermedad esto sucede cuando un hombre en su vehículo parece no avanzar después de que el semáforo ha cambiado a verde  cuando este abre sus puertas angustiado grita “no puedo ver, estoy ciego” la gente incrédula mira aquel hombre quien aparentemente luce sano sus ojos no presentan los signos que tiene la ceguera, el afecta le llora y le implora a la gente que lo ayude a llegar a su casa por fortuna la gente le ha decidido ayudarle, una mujer murmura tal vez sean los nervios otra persona decide ayudarle y lo cambia al asiento del copiloto, la mujer dice que tal vez sería mejor si llamaran a una ambulancia para llevar al hombre a  un hospital este le dice que no es necesario que lo único que quiere es regresar a casa, el hombre le comenta a la persona que le ha ayudado que su vista de la nada ya no veía más allá de sus puños como si un mar de leche estuviera frente a él una espesa capa de color blanco no lo permitía ver  en seguida de nueva cuenta la mujer comenta “pero la ceguera es de color negro tal vez sean los nervios esas cosas son del diablo” confundido este le comenta ¿Por qué no avanzamos? El conductor le dice – el semáforo está en rojo dicho esto esté comienza a llorar de nuevo sabe que jamás vera de nuevo, mientas lo llevan a casa el conductor no encuentra un lugar para estacionar el auto este decide estacionarlo unas calles atrás, el ciego le agradece por su ayuda y le pregunta cómo es que se lo podría recompensar el hombre solo dice que no había ningún problema que no le debía nada que ayudarlo era suficiente hoy por ti mañana por mí con esta frase terminan su conversación. El hombre sale del auto y se siente totalmente perdido siente que se hunde en el mar de leche y antes de que este pueda gritar por socorro una mano toma su brazo y le dice que no se preocupe este lo va a seguir ayudando, el hombre que ha quedado ciego arrastra los pies por miedo a caerse unos vecinos ven la curiosa escena pero nadie se acerca a preguntar cuando los dos hombres llegan por fin a la casa del hombre que ha quedado ciego este trata de abrir su puerta al tercer intento logra abrir la puerta de nueva cuenta el hombre pregunta cómo se lo podría recompensar este se limita a repetir su respuesta anterior, este le pregunta si su esposa está él le dice que lo más probable es que no ya que ella trabaja igual y el salió más temprano y bueno que paso lo que le está ocurriendo este le pregunta si quiere que le haga compañía hasta que llegue su esposa, el hombre que ha quedado ciego lo piensa y cree que es una mala idea ya que él no dejaría que un desconocido se quede en su casa tal vez lo amordace y después robe todas sus pertenencias por lo cual le dice que no que prefiere arreglárselas él solo, su alivio fue al escuchar al hombre marcharse y escuchar la puerta de su hogar cerrase. los ciegos vivían no era, en definitiva, más que la simple ausencia de Luz, que lo que llamamos ceguera es algo que se limita a cubrir la Apariencia de los seres y de las cosas, dejándolos intactos tras un velo Negro. Ahora, al contrario, se encontraba sumergido en una albura tan Luminosa, tan total, que devoraba no sólo los colores, sino las propias Cosas y los seres, haciéndolos así doblemente invisibles. Al moverse a la sala de estar, y pese a la Lentitud con que avanzaba, deslizando la mano a lo largo de La pared, tiró al suelo un jarrón de flores. Lo Había olvidado, o quizá lo hubiera dejado allí la mujer cuando salió. Se inclinó para ver el desastre. El agua esta esparcida por todo es suelo de su hogar. Quiso recoger las flores, pero no pensó en los vidrios Rotos, una larga y finísima pieza de cristal, se le clavó en un dedo, y él volvió a gritar de dolor, de abandono, ciego de blancura en Medio de una casa que, al caer la tarde, empezaba a cubrirse de Oscuridad. El no soltó las flores pero se percató que en su mano escurría su sangre el hombre trata de cubrir su dedo que sangra con un pañuelo esta trata de llegar al sofá donde él y su mujer veían la tele este siente su sangre y es una sensación distinta solo sabe que es su sangre pero él lo siente como una amenaza Qué hago aquí, con estas flores sobre las piernas y Los ojos cerrados, que parece que tengo miedo de abrirlos, Qué haces Tú ahí, durmiendo, con esas flores sobre las piernas, le preguntaba la Mujer. Este no dio ninguna respuesta la mujer algo enojada recoge el desastre y limpia el suelo mientras le dice que bien lo pudo hacer el mismo en vez de tumbarse en el sofá como un flojo y esperar a que ella lo limpiara por él, él pensaba que al  abrir sus ojos la vería su mujer se percató de su herida  y trato de hablar con el cuándo se levantó y abrió los ojos con la más pura tristeza le confiesa que está ciego su mujer piensa que es una broma pero como le va explicando la situación ella cae en llanto y no queda más que abrazarlo y besarlo. Se quedaron en silencio hasta llegar al consultorio del médico.

Ella intentaba apartar del pensamiento el robo del coche, apretaba Cariñosamente las manos del marido entre las suyas, mientras él, con la cabeza baja para que el taxista no pudiera verle los ojos por el retrovisor, no dejaba de preguntarse cómo era posible que aquella desgracia le ocurriera precisamente a él, Por qué a mí. A los oídos le llegaba el rumor del tráfico, La mujer explicó a la recepcionista que era la persona que había llamado hacía media hora por la ceguera del marido, y ella los hizo pasar a una salita donde esperaban otros enfermos. Estaban un viejo con una venda negra cubriéndole un ojo, un niño que parecía estrábico y que iba acompañado por su madre, una joven de gafas oscuras, otras dos personas sin particulares señales a la vista, pero ningún ciego, los ciegos no van al oftalmólogo. El médico le preguntó, Nunca le había ocurrido nada así, quiero decir, lo de ahora, o algo parecido, Nunca, doctor, ni siquiera llevo gafas el hombre le responde al médico, Y dice que fue de repente, Sí, doctor, Como una luz que se apaga, Más bien como una luz que se enciende así definió como fue que dejo de ver, el médico le hace muchas preguntas sobre si había tenido anomalías en su vista en días anteriores a lo que el hombre solo decía que no todo lo que le había pasado fue tan repentino que no sabe lo que le está sucediendo Aquella noche, el ciego soñó que estaba ciego. Al ofrecerse para ayudar al ciego, el hombre que luego robó el coche no tenía, ninguna intención malintencionada, muy al contrario, lo que hizo no fue más seguir sus sentimientos de generosidad que son dos de las mejores características del humano, que pueden hallarse, incluso, en delincuentes más crueles que éste, un simple ladrón de autos sin esperanza, explotado por los verdaderos amos del negocio, que son los que se aprovechan de las necesidades de quien es pobre Por la noche, después de cenar, le dijo a la mujer, Vino a la consulta un hombre con un caso extraño, podría tratarse de una variante de ceguera psíquica o de amaurosis, pero no consta que tal cosa se haya comprobado alguna vez, Qué enfermedades son ésas, lo de la amaurosis y lo otro, preguntó la mujer. El médico dio unas explicaciones accesibles a un entendimiento normal y, satisfecha la curiosidad, fue al estante, a buscar en los libros de la especialidad, unos antiguos, de los años de Facultad, otros más modernos, algunos de publicación reciente que aún no había tenido tiempo de estudiar. Consultó los índices metódicamente, leyó todo lo que encontraba allí sobre la agnosis y la amaurosis, Al ladrón del coche lo llevó un policía a casa. No podía el circunspecto y compasivo agente de la autoridad imaginar que llevaba a un empedernido delincuente cogido por el brazo, y no para impedir que se escapara, como habría ocurrido en otra ocasión, sino, simplemente, para que el pobre hombre no tropezara y se cayera. En compensación, nos es muy fácil imaginar el susto de la mujer del ladrón cuando, al abrir la puerta, se encontró ante ella con un policía de uniforme que traía sujeto, o así le pareció, a un decaído prisionero, a quien, a juzgar por la tristeza de la cara, debía de haberle ocurrido algo peor que la detención.

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