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Guía De Lectura Crímenes Imperceptibles


Enviado por   •  7 de Julio de 2015  •  9.395 Palabras (38 Páginas)  •  259 Visitas

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La puesta en escena de la lectura y la circulación del secreto en Crímenes imperceptibles / Jelicie

¿Qué es una mujer sin secretos?

El puro conocer no habría estado en condiciones de hacerlo. Quien nos develase la esencia del mundo causaría en todos nosotros la desilusión más desagradable. No el mundo como cosa en sí, sino el mundo como representación, como error, que es tan rico de significado, tan profundo y maravilloso y lleva en su seno tanta felicidad e infelicidad.

Frederic Niestzche

Mentir con la verdad, con todas las cartas sobre la mesa….

Arthur Seldom

La solución del problema más importante de la historia de la matemática contra una chica hermosa…todavía gana la chica, supongo.

Arthur Seldom

La anécdota de Crímenes imperceptibles es en principio sencilla: un matemático argentino viaja a Inglaterra porque ha sido becado para realizar un postgrado en Oxford; allí, la confortable calma de los primeros días de estadía es interrumpida por la muerte de Mrs. Eagleton, la anciana que le ha dado hospedaje al estudiante, primera de un conjunto de muertes que, poco a poco, irán tomando estado público y serán conocidas como la “serie de Oxford”. El esperado desafío de averiguar quién es el culpable de los crímenes, y cuáles son los móviles criminales, comienza a verse desplazado cuando otros desafíos empiezan a imbricarse en la trama policial: las muertes operan como disparadores de misterios aún más antiguos y, en apariencia, imposibles de resolver; todos están atravesados, de uno u otro modo, por series matemáticas.

El presente trabajo se propone como una lectura de Crímenes imperceptibles teniendo en cuenta una característica fundamental del género policial que la novela de Martínez exaspera al máximo: la autorreferencialidad. Lo que llamamos “puesta en escena de la lectura” es la forma en que esta autorreferencialidad se hace carne en el texto: va de los mecanismos de lectura puestos en práctica por personajes que leen, en el interior de la trama, los enigmas y secretos (policiales, matemáticos) planteados en ficción, a una reflexión sobre los mecanismos de lectura de la propia novela, del género policial, de la literatura misma. Todo lo cual nos conduce, casi “imperceptiblemente”, a reflexiones sobre el consumo y el mercado, en el sentido en que Roland Barthes concibe el intercambio literario: “El relato: moneda de cambio, objeto de contrato, apuesta económica; en una palabra, mercancía, cuya transacción (…) no está ya limitada a la oficina del editor, sino que se representa a sí misma en la narración” (BARTHES, 1980:73). Es decir que nos vamos a ocupar de cómo el intercambio narrativo se representa a sí mismo en la narración; de cómo, por ejemplo, el relato se somete a una economía particular en el interior del texto (la transacción entre lectura y secreto), sin profundizar en las condiciones de producción y circulación del texto desde un punto de vista empírico, en tanto mercancía‑libro.

El modo de proceder de este análisis va del texto a la teoría y no al revés: la idea es no usar la teoría para comprobarla y "aplicarla" al texto, sino tratar de leer los "enigmas" literarios con la ayuda de las herramientas teóricas a disposición, a modo de citas que no necesariamente serán explicitadas en todos los casos. Por otra parte, se trata de una lectura en el sentido más fiel posible del término, ya que intentaremos plasmar cronológicamente el recorrido que la escritura de la novela nos impuso como lectores. De este modo, intentaremos que el lector de este trabajo avance en igualdad de condiciones que su escritura en lo que respecta a los interrogantes abiertos y a la posibilidad de dilucidarlos. Desde luego, se trata de reproducir un artificio típico del género policial que, tarde o temprano, desnudará su simulación.

I.

Una vez avisado el lector sobre su doble rol de protagonista y narrador en primera persona (parte de un ineludible protocolo que sirve, además, para introducir ciertas referencias del lugar, el objeto y las motivaciones de la historia), el joven becario argentino entra –y hace entrar al lector‑ en el escenario de las acciones, usando estas palabras:

Y sin embargo, con toda puntualidad, a las nueve de la mañana del día siguiente, el avión horadó tranquilamente la línea de brumas y las verdes colinas de Inglaterra aparecieron con verosimilitud indudable, bajo una luz que de pronto se había atenuado, o debería decir, quizá, degradado, porque esa fue la impresión que tuve: que la luz adquiría ahora, a medida que bajábamos, una cualidad cada vez más precaria, como si se debilitara y languideciera al traspasar un filtro enrarecido (10‑11).

Dejando por ahora de lado todo lo que se pueda decir acerca de esta topografía reconocible, que anuncia la distancia entre dos continentes, el sudamericano y el europeo, y dos geografías, la argentina y la inglesa (cuya “línea de brumas” parecería ya simbolizar la naturaleza impura, contaminada, transgresiva, de este traspaso de fronteras), el espacio que abre el fragmento es bastante más amplio de lo que parece, e instaura en el relato los parámetros de percepción que, desde la propia percepción del narrador-personaje, van a desplegarse a lo largo de la trama como temas de reflexión y como factores estructurantes de la instancia de lectura. En efecto, lo que el personaje ve en los momentos iniciales de la experiencia narrada es lo que al lector le es dado “ver” recién comenzada su lectura, con todo lo que ello implica en términos de una “impresión” primera, que abre un mundo de “verosimilitud indudable” al mismo tiempo que lo “atenúa” o lo “enrarece”, porque de lo que se trata es de comenzar a percibir qué es lo que hay más allá de lo que se ve ‑y de lo que se lee‑ a primera vista.

Las metáforas visuales y lumínicas funcionan preliminarmente como matrices de percepción de una realidad en cierta medida reconocible ‑verosímil‑ pero a su vez no conocida del todo, como si de estos primeros efectos lumínicos y visuales surgiera en un mismo movimiento una conciencia de lo invisible a partir de lo visible, la impresión de que hay algo más allá de la superficie mostrada, algo oculto a partir de una marca; en suma, algo semejante a un secreto[1]. La novela inicia su intento de articular este secreto con la voluntad de saber de los lectores –tanto de los personajes-lectores

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