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Historia Del Chaja Y La Buena Presa

siemprelomismooo8 de Mayo de 2014

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Historia del chajá y de la buena prensa

por Gustavo Roldán

Cuento extraído con autorización del autor y los editores del libro Cuentos con plumas y sin plumas (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2004. Colección Cuentamérica).

—¡Minga! —gritó el Diablo—. ¡A mí no me van a echar la culpa de todas las porquerías que pasan en el mundo! ¡Ya me tienen podrido!

El pobre Diablo tenía razón. Si había llovido demasiado, era culpa del Diablo; si la sequía se venía larga, era cosa del Diablo; si llegaba la peste, el Diablo había metido la cola.

Y cuando algo ponía contentos a los hombres, meta dar gracias a Dios y a todos los santos.

—¡Carajo, carajo y tres veces carajo! ¡Lo que es tener buena prensa! ¡Pero esto no va a quedar así!

Y se sentó a meditar en un brasero encendido.

Pensó y pensó, pero estaba demasiado enojado para tener buenas ideas.

—Mejor me preparo unos amargos.

Y se levantó del brasero para poner la pava.

Como era de imaginar, el agua se le calentó de más, la yerba se lavó y no se quemó la lengua simplemente porque el Diablo no se quema con un mate caliente.

Al final respiró hondo, contó hasta siete mil, porque contar hasta diez no alcanza para un buen Diablo, y se tranquilizó un poco.

—Hay que tomar al toro por las astas —se dijo—, y lo vamos a hacer ya mismo.

Ahí nomás se comunicó con Dios y le pidió una cita para discutir algunos asuntos.

—¡Cómo no! —le dijo Dios—. Venite cuando quieras y charlamos un rato.

—¡Eso sí que no! ¿No sabe lo que pueden llegar a decir si ven a un diablo en el cielo? ¿Por qué no viene usted a visitarme?

—¿Y las habladurías? ¿Te imaginás lo que puede decir la gente si se entera que yo estuve en el infierno? También tengo que cuidar la imagen, uno se debe a su público.

—Tiene razón. Mejor busquemos un lugar neutral.

—Es lo mejor —dijo Dios—. ¿Qué te parece si nos encontramos en la Tierra? De paso echamos un vistazo a las cosas de la gente.

Y así fue. Una semana después se encontraron en la Tierra. Por supuesto, los dos disfrazados de hombres, porque no era cuestión de que no los dejaran charlar pidiéndoles autógrafos. Ya se sabe lo que pasa con los que son famosos.

Para mayor tranquilidad, y porque a los dos les gustaba pasear por el campo, se metieron por un caminito perdido y caminaron y caminaron.

El Diablo no se anduvo con vueltas y de entrada nomás planteó todas sus discrepancias con lo que andaba pasando.

Dios lo escuchó atentamente, sin distraerse con los pajaritos que pasaban volando ni con el color de las flores. Al final le dijo:

—Creo que tenés bastante razón, pero no hay que olvidar que aquí yo soy el bueno y vos sos el malo. Además, tan pero tan inocente no sos. Mirá que nos conocemos bien.

—Sí, don Dios, pero las cosas tienen un límite. Acuérdese de la historia del diluvio y del arca de Noé. Yo no fui el que los ahogó a todos los hombres. No voy a negar que saqué mis ventajas, si era un gusto ver como llegaba gente al infierno. Fueron días de fiesta para mí.

—Me imagino —dijo Dios mordiendo un palito.

—Tampoco tuve nada que ver con la destrucción de Sodoma y Gomorra. Ni yo hubiese sido tan duro. No fue un trabajo muy limpio, digo, pensando en los chicos y en los recién nacidos.

—Vamos, vamos, que también sacaste tus ventajas.

—Sí, pero yo voy a otra cosa. A mí también me preocupa el prestigio personal, y la gente me echa la culpa de cosas con las que no tengo nada que ver.

—Diablo, Diablo, somos pocos y nos conocemos. Si sabré tus historias.

—No le estoy cuerpeando a mis historias, digo que me echan la culpa de algunas que son suyas. Usted también se toma sus venganzas.

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