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In catilinam contexto historico ciceron


Enviado por   •  27 de Junio de 2016  •  Apuntes  •  2.443 Palabras (10 Páginas)  •  504 Visitas

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El contexto de producción de In Catilinam I-IV, de Cicerón

(Apunte elaborado por la Prof. Verónica Díaz Pereyro)

Introducción

En su libro Contra arma verbis, Pina Polo [1997: 22, 24] afirma que la supuesta “libertad de expresión” en Roma era en realidad la libertad de la élite para hablar, escribir y atacarse entre sí. Solo ellos contaban con la capacidad y el derecho para practicar la oratoria. El uso de la palabra no formaba parte de la libertas, ni era un ius populi, sino un poder del magistrado. Al respecto, dice el autor:

La palabra del orador actuaba así como instrumento de control social y en este contexto, auctoritas, concepto de difícil traducción por su alto grado de subjetividad, tiene sobre todo el sentido de credibilidad. La auctoritas tiene que ver con la aceptación tácita de una posición políticamente superior, legitimada por un carácter carismático no tanto de los líderes como individuos, sino como miembros de la aristocracia. Al margen de su superioridad económica, el entramado ideológico creado por la aristocracia desde siglos atrás, que hacía de ellos boni cives poseedores de virtutes, fundamentaba carismáticamente su poder y justificaba de un modo «natural» su gobierno. [Pina Polo, 1997: 28]

La palabra era –y es, por supuesto– un medio fundamental para obtener poder político. Y la oratoria era la forma que habían encontrado aquellos que carecían de una estirpe renombrada para conseguir auctoritas y dignitas1, al mismo tiempo. Para llegar a ser importante, en Roma había que ser visible, y esto solo podía alcanzarse mediante el despliegue en público de las habilidades retóricas.

Craig [2007: 265] subraya el hecho de que todos los discursos publicados por Cicerón tienen algo en común: llamar la atención sobre su personalidad política. Cultivar sus dones como orador le permitió conseguir sus metas económicas y políticas, y las publicaciones le aseguraban una audiencia más amplia para presentarse a sí mismo como merecedor de un lugar en la vida pública.

La mayoría de los críticos coincide en que los discursos pronunciados en el año 63 fueron corregidos y publicados en un solo volumen en el año 60. Posiblemente existieran ya en ese momento personas que tomaban nota de los discursos para transcribirlos después.

Con respecto al género al que pertenecen las Catilinarias, recordemos que, según Aristóteles define en la Retórica, el discurso deliberativo tiene como oyente a los que participan de la asamblea, a quienes intenta exhortar a o disuadir de realizar determinada acción, que presenta como conveniente o perjudicial. El tiempo propio de este tipo de discurso es el futuro. El forense, por otra parte, tiene como oyente a uno o varios jueces, frente a los que el orador se presenta para defender o acusar a alguien y demostrar que sus actos fueron justos o injustos. El tiempo propio de este tipo de discurso es el pasado.

Las Catilinarias poseen las características propias de estos dos tipos de discursos, sin pertenecer por completo a ninguno de ellos (aunque, por las circunstancias en las que son pronunciadas, deberían ser deliberativos).

Por otra parte, von Albrecht [2003] analiza en profundidad el estilo que Cicerón utiliza para cada género. Según este autor, en sus discursos el orador evita expresiones demasiado poéticas o coloquiales (dado que nada tenía que sonar demasiado extravagante para el auditorio); no emplea variaciones morfológicas ni fonéticas que habían caído en desuso; no recurre a palabras griegas; elige sinónimos que conmuevan al auditorio; utiliza frecuentemente paralelismos, por su fuerte impacto psicológico en los oyentes.

Contexto histórico y político

Cicerón había nacido en la ciudad latina de Arpino, en 106 a.C., en el seno de una familia que pertenecía al orden ecuestre. Era un homo novus en la política romana, puesto que no tenía ascendientes que hubieran alcanzado el rango senatorial. Pina Polo [1997: 82] explica que los homines novi, como él, solamente podían demostrar su capacidad y darse a conocer por sus habilidades retóricas. Puesto que no eran senadores, su única oportunidad de hacer uso de la palabra eran los iudicia publica. Para ser orador político, había que ascender en el cursus honorum. Gracias a la oratoria judicial, Cicerón llegó a la cuestura en el 75, fue edil en el 69 y pretor en el 66.

Mientras la carrera de Cicerón prosperaba, Lucio Sergio Catilina, un patricio fuertemente endeudado, perteneciente a una familia venida a menos, intentaba alcanzar el consulado. Presentó su candidatura en el 66, pero el Senado lo borró de la lista por los supuestos excesos que había cometido en el 67, mientras era pretor en África. Varias fuentes lo acusan de haber instigado una revuelta el 1 de enero del 65 (conocida más tarde como la primera conjuración), durante la cual serían asesinados los cónsules electos, para la que habría contado con el apoyo de César y Craso. Los críticos dudan de la veracidad de estos hechos, puesto que no hubo ningún tipo de consecuencias para los implicados. Ese año fueron elegidos Lucio Aurelio Cotta y Lucio Manlio Torcuato.

A fines del 64, Catilina se presentó nuevamente como candidato, con un programa electoral que incluía la abolición de las deudas y el reparto de tierras (medidas de corte popular). Logró captar de esa manera la adhesión de aquellos que habían quedado arruinados después de la guerra civil entre los seguidores de Mario y los de Sila. Lo respaldaban además dos figuras muy influyentes: Craso y César. Todos estos detalles alarmaron a los conservadores. Según Brunt [1971: 181], si bien Catilina era conocido por haber sido uno de los más sanguinarios agentes de Sila y se rumoreaba que había cometido una serie de crímenes, el hecho de que contara con el apoyo de estos dos hombres hizo que el Senado se decidiera a dar todo su apoyo a Cicerón, a pesar de que era un homo novus.

Acerca de la llegada de Cicerón al consulado, Syme [1939: 24] comenta que si bien durante su candidatura propugnaba causas “populares”, ninguna de ellas iba en contra de los intereses de los nobiles. El abogado sabía que necesitaba ganarse sus votos y los de sus clientes.

Cicerón pronunció In toga candida, un discurso electoral en contra de sus oponentes, Lucio Sergio Catilina y Cayo Antonio Híbrida. Así, favorecido por el Senado y por los equites, fue elegido cónsul para el año 63, junto con Antonio, a quien –según algunas fuentes– había convencido de que abandonara a Catilina ofreciéndole el gobierno de la provincia de Macedonia.

Durante su consulado, Cicerón probó su lealtad, por un lado, haciendo lo posible para que

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