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Infancia En Peligro


Enviado por   •  11 de Octubre de 2014  •  2.110 Palabras (9 Páginas)  •  203 Visitas

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Infancia en peligro

16.06.2011

Déficit de atención, trastorno de desarrollo, autismo, bipolaridad, son las etiquetas que aprisionan a los chicos. Docentes, padres, laboratorios y especialistas desaprensivos forman un combo explosivo.

Los chicos se distraen fácilmente en la escuela.

Hace treinta años Henry Gadsden, director entonces de la compañía farmacéutica Merck, hizo unos comentarios sorprendentes y en cierto modo candorosos a la revista Fortune. Dijo que su sueño era producir medicamentos para las personas sanas y así vender a todo el mundo. Aquel sueño se ha convertido en el motor de una imparable maquinaria comercial manejada por las industrias más rentables del planeta.” Así comienza el libro Medicamentos que nos enferman e industrias farmacéuticas que nos convierten en pacientes, de Ray Moynihan y Alan Cassels. Y el párrafo es tan cierto, que ni los chicos quedan afuera de esa maquinaria. Diagnósticos rápidos hechos por adultos, sean docentes, padres o especialistas, y laboratorios que persiguen intereses económicos, son el combo explosivo que está enfermando a la infancia. Quizás para estar tranquilos, lo hacen con nombres tan crípticos como ADD/ADHD, TGD, TOD o TOC. Siglas que se repiten cada vez más y que explican el aumento exponencial en la venta de determinados medicamentos.

Según un informe elaborado por la Unidad de Salud Mental y Comportamiento Saludable del Ministerio de Salud de la Nación, el 14 por ciento de los chicos de entre 6 y 11 años tiene problemas severos de atención, el 15,7 de agresividad y de antisociabilidad y el 13,9 de ansiedad y depresión. Si bien en general estos números se mantienen constantes en los últimos años, aumentaron los diagnósticos que los sindican como enfermedad a tratar. “En la Argentina los distintos déficit llegaron con fuerza a mediados de los ’90. Aterrizaron en zona norte, en colegios privados, ya que los costos de los medicamentos son muy altos. Pero en el último tiempo los diagnósticos se masificaron y hoy se patologiza a todos los sectores –explica Gabriela Dueñas, psicopedagoga y licenciada en educación–. Cuando vemos adultos adictos nos sorprendemos, pero cuando son chicos les enseñamos que para portarse bien o que les vaya bien en la escuela tienen que tomar una pastilla. No es un tema menor: la medicalización vulnera los derechos del niño. La capacidad de juego es un derecho y si los drogamos innecesariamente estamos violando ese derecho. Además, con medicamentos podemos tapar el síntoma pero nunca resolver el problema.”

La idea de que hay una pastilla para cada malestar o dificultad –una para dormir, otra para despertarse, una más para adelgazar– se instaló en la sociedad de la mano de diarios y revistas que anunciaban en portada el ranking de los medicamentos más consumidos sin receta. La televisión, por su parte, parodiaba la realidad con protagonistas de novelas que cargaban pastilleros. Hasta ahí, eran un tema exclusivo del mundo adulto, pero ahora entró a las aulas y al universo de los más chicos.

El boom de ventas que registran los laboratorios, como consecuencia de la medicalización, va en desmedro del futuro de millones de chicos. Algunos de los efectos secundarios que puede causar el metilfenidato (MFD) –el psicoestimulante indicado para tratar especialmente trastornos de aprendizaje por déficit de atención– son: anorexia, disminución del apetito, reducción del peso y altura; insomnio, nerviosismo, tics, agresividad, ansiedad, agitación, depresión, cefalea, mareos, hiperactividad psicomotora, arritmia, taquicardia, palpitaciones; tos, náusea, diarrea, boca seca; prurito, irritabilidad y cambios en la presión sanguínea.

Algunos de estos efectos fueron reproducidos por Matt Groening en el segundo capítulo de la undécima temporada de Los Simpson. En ese episodio Bart inunda el gimnasio de la escuela, entre otras travesuras, y el director Skinner diagnostica que padece de ADD o Déficit de Atención, la más común entre las enfermedades en boga (ver recuadro). No lo ve un psicólogo ni un médico, y eso también refleja una situación común en la sociedad: un profesional de la educación diagnostica en forma arbitraria. Skinner advierte a Marge y Homero que si no medican a su hijo con Focusyn (un invento del autor para representar la Ritalina, el nombre comercial del MFD), se verá obligado a expulsarlo. Con el fármaco, Bart mejora el comportamiento inmediatamente e incluso supera a Lisa en el rendimiento escolar. Pero es tal el nivel de paranoia y malestar físico que tiene por los efectos secundarios, que los doctores anuncian que le quitarán la droga. Bart corre despavorido hacia un frasco de cápsulas y toma varias seguidas antes de escapar. Así, Groening no sólo criticó la práctica sino que buscó concientizar a la audiencia sobre los riesgos de un diagnóstico errado y cómo se transforma a un chico travieso en un enfermo.

Esa realidad retratada por Los Simpson es la que se vive ahora en la Argentina. El aumento en la medicación se puede analizar a través de la importación de MFD. Naciones Unidas fija un cupo de esa droga para cada país; el permitido para la Argentina es de 60 kilogramos por año. Según la ANMAT, la agencia nacional de control de medicamentos, en 2008 los laboratorios importaron 42,61 kilogramos. En 2009, 45,40 (un incremento del 6,55 por ciento) y en 2010 un 21,66 más que el año anterior, es decir 55,23 kilos, casi en el límite de lo asignado por el organismo internacional.

La situación fue analizada en el III Simposio Internacional sobre Patologización de la Infancia, que se realizó en Buenos Aires durante la primera semana de junio. Una de las organizadoras, Beatriz Janin –licenciada en psicología y directora de la carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales–, presentó el libro El sufrimiento psíquico en los niños (Noveduc), donde sostiene que si bien es fundamental detectar los problemas psicológicos tempranamente para indicar un tratamiento adecuado, también es importante no etiquetar al paciente. “Es habitual que la gravedad de un trastorno se mida más por aquello que resulta insoportable a los adultos que por el sufrimiento del niño”, afirma la especialista.

En la vereda opuesta, Graciela Bartomeo, licenciada en psicopedagogía de la Fundación TDAH Argentina (la sigla en inglés para designar el Déficit de Atención con Hiperactividad), asegura que “la droga no tiene tantos efectos secundarios, y si aparecen, se suspende la medicación y listo. Estar medicado en la infancia sin necesidad no es tan grave,

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