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La Casa De Bernarda Alba


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2012  •  2.336 Palabras (10 Páginas)  •  1.162 Visitas

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Federico García Lorca termina de escribir La casa de Bernarda Alba el 19 de Julio de 1936, un mes antes del estallido de la Guerra Civil española. Este periodo se caracteriza por la existencia de una estrecha interrelación entre literatura, arte, sociedad y política. Los años que preceden al inicio de la guerra coinciden con la proclamación de la Segunda República en sustitución de la monarquía (14 de abril de 1931). El ambicioso plan de reformas del nuevo régimen no llega a desarrollarse: la mala situación económica, las divisiones internas entre las fuerzas políticas coaligadas y la indecisión en la solución de los problemas sociales contribuyen al triunfo de la derecha en 1933. Las posiciones políticas se radicalizan y en 1934 se produce un levantamiento revolucionario en Asturias, duramente reprimido. Con el triunfo del Frente Popular (1936), la presidencia de la República pasa a manos de Azaña, que no puede impedir la violencia en las calles ni el asesinato de Calvo Sotelo. Con el levantamiento militar del general Francisco Franco se inicia la Guerra Civil.

Los años comprendidos entre 1931 y 1936 se convierten, por tanto, en un fiel reflejo de las contradicciones de la sociedad española. De un lado, muchos piden un cambio social y económico que acabe definitivamente con el poder oligárquico en España. De otro, la oligarquía, apoyada por el ejército, lucha por defender su posición privilegiada. Las elecciones de 1936 dividen aún más a los españoles y estalla la guerra.

En este contexto histórico de profundas divisiones sociales, la novela, el teatro y la poesía se convierten en un activo instrumento de reforma. La mayoría de escritores optan por una literatura comprometida y se politizan. Para muchos, la renovación y la verdadera vanguardia consiste en adecuar el arte a las transformaciones socio-políticas con el fin de cambiar las degradadas estructuras sociales. Surge la necesidad de superar la dicotomía entre “arte puro” y “realismo social”.

Federico García Lorca se niega a militar en ningún partido político. No obstante, deja constancia de su apoyo a la República, su antifascismo y su solidaridad con las masas obreras en manifiestos, entrevistas y declaraciones públicas. Se aleja del “realismo social” pero no del “compromiso”. Defiende su condición de “arte puro” y ve en el teatro el medio idóneo para llegar a la gente, más inmediato y efectivo que la poesía. En 1932, con la colaboración de Eduardo Huarte, funda el teatro universitario La Barraca, con el propósito de desarrollar nuevas vías de gestión teatral y atraer todo tipo de público. Lorca justifica La Barraca al margen de toda motivación política: “no, nada de política. Teatro y nada más que teatro”. Se decanta por un teatro que sirva de soporte a la cultura y a la educación de un país.

Esta preocupación social, que no compromiso político, está muy acentuada en los últimos años de su vida. En diciembre de 1934, declara su intención de escribir obras de tipo humano y llevar al teatro temas y problemas difíciles de abordar: “Aquí lo grave es que las gentes que van al teatro no quieren que se les haga pensar sobre ningún tema moral”. Así, en la primavera de 1936, compone La Casa de Bernarda Alba, drama de mujeres en los pueblos de España. El drama se desarrolla en una casa rural de familia burguesa. Tras la muerte de su segundo marido, Bernarda Alba impone un luto de 8 años a sus cinco hijas casaderas, condenándolas a una larga y rigurosa reclusión. Aprueba la boda de Pepe el Romano con Angustias, primogénita y heredera de la fortuna familiar. Obliga a todas las hermanas a bordar el ajuar. La reclusión y el matrimonio de Angustias son los desencadenantes del conflicto latente entre las mujeres de la casa, que se irá sobredimensionando a medida que suceden los acontecimientos: los novios inician sus citas a través de la ventana, Martirio siente un amor secreto por Pepe el Romano y Adela, la menor, mantiene relaciones con él. El odio, la envidia y el resentimiento entre las hermanas, junto con el “orgullo de casta” que ciega a la madre y el comportamiento mezquino de su criada, conducirán, inevitablemente, a un final trágico y desgraciado: el suicidio de Adela.

El hilo argumental queda dividido en tres actos (planteamiento, nudo y desenlace), constituidos por trece escenas cada uno. Pero lo que caracteriza la obra es su estructura cerrada, cíclica y repetitiva. Comienza y finaliza con la muerte, el luto, el tañido de las campanas y el “Silencio” impuesto por Bernarda. Además, cada acto posee el mismo movimiento interno: calma inicial, sucesión de conflictos y violencia final. En el nudo, tras una aparente tranquilidad (mujeres que cosen y mantienen una conversación distendida), se desencadenan una serie de enfrentamientos (entre Adela y Poncia y entre Adela y Martirio), que desembocan en una acción violenta (linchamiento de la hija de la Librada).

Lorca precisa con exactitud la hora a la que suceden los acontecimientos: 12 del mediodía (acto I), tres de la tarde (acto II) y por la noche (acto III). Selecciona con “intención de un documental fotográfico” en blanco y negro, tres momentos muy significativos para observar la evolución de los personajes y desarrollar la acción dramática. El autor sitúa la obra en verano (un verano de calor sofocante y opresivo) y dramatiza el tiempo interior de las figuras teatrales, creando una atmósfera temporal de lentitud y monotonía.

La importancia del espacio se pone de manifiesto en el mismo título: la casa deja de ser el escenario del drama rural y se convierte en el espacio simbólico del autoritarismo. Es un espacio cerrado y delimitado por muros blancos, propicio para situaciones límites. Además de las acotaciones iniciales y de algunas referencias a los muros, hay constantes alusiones de los personajes al lugar de su reclusión: “convento”, “presidio”, “infierno”. Lugares de transición entre el mundo interior y el mundo exterior son las ventanas y el corral, donde se producen los encuentros amorosos. El exterior es un espacio aludido: a través de sonidos (tañido de campanas, ladrido de perros o golpes del caballo Garañón) o de breves historias. Entre ellas destaca el terrible castigo que, por infanticida, sufre la hija de la Librada. Los personajes de la casa participan emocionalmente de los acontecimientos, en particular Bernarda, que no puede reprimir su odio, y Adela, que siente próximo un destino que podría llegar a ser el suyo. La atmósfera de la obra está construida sobre la tensión entre ambos mundos. Pero el pueblo no es sinónimo de libertad. El parecer de la protagonista (“pueblo de pozos”), la constante presión de la opinión ajena, la murmuración o el desproporcionado castigo de la hija de Prudencia, indican la existencia de una

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