Libro

Todo comenzó una tranquila mañana de abril cuando la primavera asomaba a mi ventana. Una revuelta en la calle me despertó, los gritos de los manifestantes arañaban los destellos del amanecer, luego sonaron disparos, muchos disparos y el silencio opacó, con su manto gris, la voz de aquellos que protestaban. Posteriormente me enteré de que esos que protestaban lo hacían contra el fascismo y fueron asesinados esa misma mañana por los camisas negras de Mussolini. Esa era la situación de la Italia de 1944, donde el fascismo, poco a poco, iba perdiendo terreno frente a los Aliados, pero seguía ejerciendo una cruenta represión contra aquellos que osaban oponerse al régimen.

Nos mudamos de nuestra Berlín natal hace unos tres meses, actualmente estábamos instalados en la Toscana, a donde mi padre fue enviado junto con su gran amigo Helmut Schröder. Ambos eran muy reconocidos dentro de la GESTAPO y habían sido trasladados como parte de un grupo de ayuda a la Italia de Mussolini y estaban destinados precisamente a esta hermosa región italiana.

Mi padre salió muy temprano esa mañana, como todas; apenas le veía, su trabajo consumía todo su tiempo. Pasaba más tiempo con Helmut, él me conocía desde que yo era muy pequeño y se convirtió en un segundo padre para mí; era una persona de conocimientos vastos, se había graduado de Filología Alemana e Hispánica en la Universidad de Berlín antes de entrar a las filas de la GESTAPO e iniciar su carrera como militar y fue quien me introdujo en el apasionante mundo de la literatura.

Después de la salida de mi padre, me dispuse a prepararme para dirigirme hacia el colegio. Tenía que atravesar, para llegar a él, una extensa llanura, en ella me sentía libre como la paloma surcando el azul cielo en dirección al inmenso Sol; la paloma con sus blancas alas, yo con mi inseparable bicicleta. El día transcurrió normalmente, sin sorpresa alguna.

Al regresar a casa ya caía el Sol, atravesé la puerta y me dispuse a dirigirme a mi habitación. Pero esa tarde sucedió algo diferente, no había oscurecido aún y mi padre estaba sentado en su viejo sillón, en sus manos sostenía un libro, a juzgar por su aspecto me percaté de que tenía muchos años, su tapa y su color amarillento reflejaba el insaciable e incontenible paso del tiempo. Me lo entregó y me animó a leerlo, sin duda alguna mi padre, a pesar del poco tiempo que pasaba conmigo conocía mi afición por los libros y consideró que este demacrado libro podría resultarme muy interesante.

Al sentirlo en mis manos una extraña sensación recorrió mi cuerpo, una sensación que no sé explicar pero me mostró lo atrayente que este resultaría para mí; el polvo recubría gran parte del libro tanto en su exterior como en su interior, lo que me hizo pensar que no había sido utilizado en mucho tiempo y su abandono le había pasado factura, se encontraba muy deteriorado por lo que tratarlo con sumo cuidado era imprescindible para conservarlo. A pesar del interés que despertó en mí, decidí aplazar mi exploración del mismo.

La indagación sobre el libro viejo y arrugado que me entrego mi padre despertó en mí un hálito de curiosidad, pues aunque pareciese muerto y demacrado, para mí estaba lleno de vida. Sus páginas oscurecidas por el paso del tiempo parecían absorberme. En mi interior, algo me decía que ese libro escondía un secreto, secreto que más tarde lograría descubrir.

Recuerdo que aquella misma noche, me dispuse rápidamente a observarlo con gran detenimiento en mi habitación. Me di cuenta de que aquel libro no mostraba el nombre de su autor por lo que me encaminé a preguntar a mi padre donde lo había encontrado, a lo que él me respondió que se hallaba en una morada desahuciada cerca de la casa de su amigo, Helmut Schröder, la cual perteneció durante mucho tiempo a una familia de judíos que, debido a la persecución constante por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, tuvieron que deshabitarla meses atrás.

Puesto a que su amigo vivía relativamente cerca de mí, no dude ni un segundo en acercarme corriendo a investigar. Cuando llegué le pedí información acerca de la casa en la que el libro se hallaba y sobre la gente que habitó en ella. Helmut Schröder, se ofreció a ayudarme en mi búsqueda y sin dudarlo ni un segundo me acompañó a aquel lugar siniestro, oscuro y antiguo de donde pude extraería información verdaderamente interesante, la cual me podría ayudar con mi investigación.

La casa era enorme, un jardín de naturaleza muerta con un camino empedrado conducía al enorme caserón que ante mí se levantaba imperiosamente. Tenía un estilo único, un poco irregular que rompía con el estilo clásico lo que me hizo sospechar de la época en que pudo ser construida, abundaban los contrastes como las rectas y curvas y los claroscuros. Todo esto formaba la singular fachada a la que se unían la forma ovalada que presentaba. Dos estiradas columnas dejaban entrever la puerta de entrada a la casa, la cual estaba sellada con enormes pedazos de tablas que impedían el acceso. A pesar de no haber podido entrar, la enorme cantidad de características de su estructura me condujeron hacia un periodo cultural que marcó la sociedad occidental: el barroco. Esto me situó un poco y me dio pistas acerca del tiempo en el que pudo ser escrito el libro, y me podría incluso llevar al autor del mismo

Una vez hube terminado en aquel misterioso lugar, decidí volver a casa y organizar toda la información con el fin de obtener alguna respuesta a todas las inmensas dudas que aquel libro despertó en mi interior. Estuve toda la tarde leyendo en el silencio de la soledad como si el libro y yo fuésemos un alma sola. Fui anotando cada una de las características que encontraba en dicho libro que tenía tanto prosa como poesía. El misterio aumentaba a medida que pasaba el tiempo cuando más adentrado estaba en la lectura menos podía dejar de leer. Hasta que lo encontré, una pista, una serie de páginas en las que se realizaba una crítica a un supuesto autor conocido ya que lo había oído anteriormente en el colegio.

Debido a que estaba anocheciendo

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