Literatura contemporánea: Análisis de texto.
Valentina Pérez CidTrabajo3 de Octubre de 2016
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Literatura contemporánea: Análisis de texto
“La lluvia”
Arturo Uslar Pietri
Alumnas:
Milena Cartes
Geraldy Godoy
Valentina Pérez
Liceo José Domingo Cañas
Departamento de Lenguaje y Comunicación
Profesor Hans Villalobos
Cuarto año medio “B”
Introducción
El hombre desde sus principios en el mundo ha tenido la necesidad de comunicarse, de expresar sus sentimientos, de soñar y crear a través de su imaginación mundos paralelos o simplemente una realidad un tanto objetiva. Es aquí cuando la literatura toma parte fundamental y se transforma en la mejor herramienta que el hombre pudo crear y usar de una manera fascinante hasta el día de hoy.
Pero en esta existe un antes y un después, nos encontramos con la literatura tradicional que se distingue por presentar en ellas problemas religiosos, políticos y hasta económicos. Un narrador omnisciente predominante en el texto, una estructura bien definida, usos de elementos tradicionales y formulas específicas, un orden cronológico y un final cerrado.
Este tipo de literatura predomino hasta mediados del siglo XIX, antes de las grandes revoluciones y cambios tanto psicológicos como sociales. Estamos hablando de un tipo de literatura trajo grandes cambios consigo y una mirada más humana a lo que pudiera ser su contenido.
La búsqueda de la felicidad, encontrar un sentido en nuestras vidas, misterios, soledad, un mundo ilógico, un final sin cerrar... son las nuevas temáticas que predominan en lo contemporáneo y que sin duda a más de alguno envolvió de manera penetrante en sus letras.
Como lo es en el caso del texto "la lluvia" que analizaremos en las siguientes paginas junto con los aspectos y elementos más importantes de la literatura contemporánea, en ellas veremos como este se convierte un gran exponente de este género, que muchas veces no sabemos identificar.
Marco teórico
La literatura contemporánea es la literatura que comprende el periodo del siglo XIX a la actualidad. En ella se encuentra la participación de muchos escritores que basan sus textos en este tipo de literatura, lo cual la hace ser la más amplia existente hasta el día de hoy.
Se entiende el nacimiento de la literatura contemporánea con las revoluciones industrial y francesa; pero hay que aclarar que las características de la literatura contemporánea se entienden mejor al llegar las guerras mundiales, donde estalla la libre palabra y se establecen los conceptos de libre prensa y libertad de expresión.
Esta le otorga sentido y voz propia a manifestaciones literarias de otras culturas, así mismo es un reflejo del espíritu de la modernidad y del mundo globalizado. Por ello el rasgo más importante de esta literatura es la exigencia de un lector activo, quien sea responsable de dar un sentido a la obra.
La literatura contemporánea tiene como punto de partida el estudio de la interioridad humana.
Sus motivos literarios fundamentales giran en torno a temas relacionados con la condición humana y la convivencia de los seres humanos en un mundo globalizado, multicultural, étnico, en medio de profundas crisis sociales, étnicas y religiosas.
Como temáticas concretas, se destacan la desigualdad social, la pobreza, la marginalidad, la polarización política y la inmigración; son temas tratados por los escritores desde distintas posiciones ideológicas y culturales.
La literatura contemporánea incluye reflexiones de carácter filosófico sobre la realidad, sobre la existencia, sobre las sensaciones de desarraigo, desesperanza y desasosiego, propias de las contradicciones del mundo moderno.
La narración y la descripción van mezcladas entre sí. El lector logra apreciar estas estrategias discursivas por medio de la actuación de los personajes.
Los diálogos no están precedidos por ninguna fórmula precisa. Están mezclados junto a la narración y la descripción. Suele existir el llamado "fluir de conciencia" con el recurso del monólogo. Se emplea con frecuencia el denominado lenguaje escatológico. Los textos presentan palabras obscenas o groserías. También existe el regodeo en los episodios sórdidos o grotescos.
El escritor juega con el blanco de la hoja. No respeta los signos de puntuación; por el contrario, a veces los ignora y si los emplea, juega con ellos a su antojo. No se preocupa por el uso de mayúsculas.
Existe dislocación del plano temporal. El tiempo no sigue la lógica de los acontecimientos. Suele presentarse en forma circular, alterna o como mejor prefiera el experimentador del texto.
El final es abierto. Se deja inconclusa la presentación de los acontecimientos para que cada lector elabore sus propias conclusiones.
En este tipo de literatura nos encontramos con la narrativa contemporánea que se convierte en el género dominante de la creación literaria, en donde los escritores logran desplegar sus capacidades creativas y técnicas. Desaparece el narrador omnisciente y se adopta el monologo interior o la auto reflexión para captar la psiquis de los personajes, y rompe con la linealidad clásica ya sea a través de ausencia de desenlaces o bien porque el final de la historia reproduce el inicio con una estructura circular, para exigir la participación activa del lector.
El realismo o naturalismo es un aspecto a destacar de la literatura contemporánea, pues es uno de los procesos que exaltaron los autores, sobre todo por ser una contradicción directa a lo ya establecido
Es vanguardismo se refleja en la literatura de la primera mitad del siglo XX, donde se reflejaba claramente todo lo que circundó a este periodo, abarcó a muchos escritores y muchos lugares, pero su duración fue relativamente corta. Utilizó metáforas y símbolos que representaban ideas de época y perdió ampliamente la métrica, sintaxis e incluso la puntuación.
También nos encontramos con la lírica contemporánea en la cual no existe una línea temática única puesto que los poetas son influenciados por sus propios intereses, sus preocupaciones y búsquedas personales. Por eso se encuentran temas como la metafísica, el erotismo, el amor, la soledad y la muerte.
Y por último el teatro contemporáneo Expresa la angustia y la desesperación propias del hombre de la posguerra. Creada por artistas independientes mediante montajes colectivos, cuya esencia es la mezcla con otras formas de espectáculo como el canto, el baile, la música, el cine, etc.
Las técnicas narrativas que distinguen a la novela contemporánea de las anteriores son variadas: en primer lugar, el autor ya no se preocupa tanto por crear ambientes y tramas verosímiles, en tal medida, el flujo expresivo es mayor y son menores los límites a la hora de crear historias; en segundo lugar, se experimenta con la dimensión temporal del relato, por lo que resulta en ocasiones difícil establecer alguna medida objetiva en minutos.
Texto: “La lluvia”
Arturo Uslar Pietri
La luz de la luna entraba por todas las rendijas del rancho y el ruido del viento en el maizal, compacto y menudo como de lluvia. En la sombra acuchillada de láminas claras oscilaba el chinchorro lento del viejo zambo; acompasadamente chirriaba la atadura de la cuerda sobre la madera y se oía la respiración corta y silbosa de la mujer que estaba echada sobre el catre del rincón. La patinadura del aire sobre las hojas secas del maíz y de los árboles sonaba cada vez más a lluvia, poniendo un eco húmedo en el ambiente terroso y sólido. Se oía en el hondo, como bajo piedra, el latido de la sangre girando ansiosamente. La mujer sudorosa e insomne prestó oído, entreabrió los ojos, trató de adivinar por las rayas luminosas, atisbó un momento, miró el chinchorro quieto y pesado, y llamó con voz agria. - ¡Jesuso! Calmó la voz esperando respuesta y entre tanto, comentó alzadamente: - Duerme como un palo. Para nada sirve. Si vive como si estuviera muerto... El dormido salió a la vista con la llamada, desperezóse y preguntó con voz cansina: - ¿Qué pasa Eusebia? ¿Qué escándalo es ése? Ni a la noche puedes dejar en paz a la gente. - Cállate, Jesuso, y oye. - Qué. - Está lloviendo, lloviendo, ¡Jesuso! Y ni lo oyes. ¡Hasta sordo te has puesto! Con esfuerzo, malhumorado, el viejo se incorporó, corrió a la puerta, la abrió violentamente y recibió en la cara y en el cuerpo medio desnudo la plateadura de la luna llena y el soplo ardiente que subía por la ladera del conuco agitando las sombras. Lucían todas las estrellas. Alargó hacia la intemperie la mano abierta, sin sentir una gota. Dejó caer la mano, aflojó los músculos y recostóse en el marco de la puerta.
- ¿Ves, vieja loca, tu aguacero? Ganas de trabajar la paciencia. La mujer quedóse con los ojos fijos mirando la gran claridad que entraba por la puerta. Una rápida gota de sudor le cosquilleó la mejilla. El vaho cálido inundaba el recinto. Jesús tornó a cerrar, caminó suavemente hasta el chinchorro, estiróse y se volvió a oír el crujido de la madera de la madera en la mecida. Una mano colgaba hasta el suelo resbalando sobre la tierra del piso. La tierra estaba seca como una piel áspera, seca hasta el extremo de las raíces, ya como huesos; se sentía flotar sobre ella una fiebre de sed, un jadeo, que torturaba a los hombres. Las nubes oscuras como sombra de árbol se habían ido, se habían perdido tras de los últimos cerros más altos, se habían ido como el sueño, como el reposo. El día era ardiente. La noche era ardiente, encendida de luces fijas y metálicas. En los cerros y en los valles pelados, llenos de grietas como bocas, los hombres se consumían torpes, obsesionados por el fantasma pulido del agua, mirando señales, escudriñando anuncios... Sobre los valles y cerros, en cada rancho, pasaban y repasaban las mismas palabras: - Cantó el carraó. Va a llover... - ¡No lloverá! Se lo repetían como para fortalecerse en la espera infinita. - Se callaron los chicharras. Va a llover... - ¡No lloverá! La luz y el sol eran de cal cegadora y asfixiante. - Si no llueve, Jesuso, ¿qué va a pasar? Miró la sombra que se agitaba fatigosa sobre el catre, comprendió su intención de multiplicar el sufrimiento con las palabras, quiso hablar, pero la somnolencia le tenía tomado el cuerpo, cerró los ojos y se sintió entrando en el sueño. Con la primera luz de la mañana Jesuso salió al conuco y comenzó a recorrerlo a paso lento. Bajo sus pies descalzos crujían las hojas vidriosas. Miraba a ambos lados las largas hileras del maizal amarillas y tostadas, los escasos árboles desnudos y en lo alto de la colina, verde y profundo, un cactus vertical. A ratos deteníase, tomaba en la mano una vaina de frijol reseca y triturábala con lentitud haciendo saltar por entre los dedos los granos rugosos y malogrados. A medida que subía el sol, la sensación y el calor de aridez eran mayores. No se veía nube en el cielo de un azul de llama. Jesuso, como todos los días, iba, sin objeto, porque la siembra estaba ya perdida, recorriendo las veredas del conuco, en parte por inconsciente costumbre, en parte por descansar de la hostil murmuración de Usebia. Todo lo que dominaba del paisaje, desde la colina, era una sola variedad de amarillo sediento sobre valles sedientos y estrechos y cerros calvos, en cuyo flanco una mancha de polvo calcáreo señalaba el camino. No se observaba ningún movimiento de vida, el viento quieto, la luz fulgurante. Apenas la sombra sí se iba empequeñeciendo. Parecía aguardase un incendio. Jesuso marchaba despacio, deteniéndose a ratos como un animal amaestrado, la vista sobre el suelo, y a ratos conversando consigo mismo. - ¡Bendito y alabado! ¿Qué va a ser de la pobre gente con esta sequía? Este año ni una gota de agua y el pasado fue el inviernazo que se pasó de aguado, llovió más de la cuenta, creció el río, acabó con las vegas, se llevó el puente... Está visto que no hay manera... Si llueve, porque llueve... Si no llueve, porque no llueve... Pasaba del monólogo a un silencio desierto y a la marcha perezosa, la mirada por tierra, cuando sin ver sintió algo inusitado, en el fondo de la vereda y alzó los ojos. Era el cuerpo de un niño. Delgado, menudo, des espaldas, en cuclillas, fijo y abstraído mirando hacia el suelo. Jesuso avanzó sin ruido, y sin que el muchacho lo advirtiera, vino a colocársele por detrás, dominando con su estatura lo que hacía. Corría por tierra culebreando un delgado hilo de orina, achatado y turbio de polvo en el extremo, que arrastraba algunas pajas mínimas. En ese instante, de entre sus dedos mugrientos, el niño dejaba caer una hormiga. - Y se rompió la represa... ya ha venido la corriente... bruum... bruum, y la gente corriendo... y se llevó la hacienda de tío sapo... y después el hato de tía tara... y todos los palos grandes... zaaas... bruuuum... ya y ahora tía hormiga metida en ese aguazón... Sintió la mirada, volvióse bruscamente, miró con susto la cara rugosa del viejo y se alzó entre colérico y vergonzoso. Era fino, elástico, las extremidades largas y perfectas, el pecho angosto, por entre el dril pardo la piel dorada y sucia, la cabeza inteligente, móviles los ojos, la nariz vibrante y aguda, la boca femenina. Lo cubría un viejo sombrero de fieltro, ya humando de uso, plegado sobre las orejas como bicornio, que contribuía a darle expresión de roedor, de pequeño animal inquieto y ágil. Jesuso terminó de examinarlo en silencio y sonrió. - ¿De dónde sales, muchacho?
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