Los 7 Habitos De La Gente Altamente Productiva
jreyesa281 de Abril de 2014
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LOS 7 HABITOS DE LA GENTE ALTAMENTE EFECTIVA
1- lo que somos puede transmitirse con una elocuencia mucho mayor que cualquier cosa
que digamos o hagamos.
2.- Supongamos que uno quiere llegar a un lugar específico del centro de Chicago. Un plano de la ciudad
puede ser de gran ayuda. Pero supongamos también que se nos ha entregado un mapa equivocado. En virtud
de un error de imprenta, el plano que lleva la inscripción de «Chicago» es en realidad un plano de Detroit.
¿Puede imaginar el lector la frustración y la inefectividad con las que tropezará al tratar de llegar a su destino?
3. Todos tenemos muchos mapas en la cabeza, que pueden clasificarse en dos categorías principales: mapas
del modo en que son las cosas, o realidades, y mapas del modo en que deberían ser, o valores. Con esos
mapas mentales interpretamos todo lo que experimentamos. Pocas veces cuestionamos su exactitud; por lo
general ni siquiera tenemos conciencia de que existen. Simplemente damos por sentado que el modo en que
vemos las cosas corresponde a lo que realmente son o a lo que deberían ser.
Estos supuestos dan origen a nuestras actitudes y a nuestra conducta. El modo en que vemos las cosas es la fuente del modo en que pensamos y del modo en que actuamos.
4-Con frecuencia he utilizado este experimento perceptivo en mi trabajo con personas y organizaciones, porque procura muchas intuiciones profundas sobre la efectividad personal e interpersonal. En primer lugar, demuestra cuan poderoso es el efecto del condicionamiento sobre nuestras percepciones, nuestros paradigmas. Si diez segundos pueden tener semejante efecto en el modo en que vemos las cosas, ¿qué cabe decir del condicionamiento de toda una vida? Las influencias que obran en nuestras vidas (la familia, la escuela, la Iglesia, el ambiente de trabajo, los amigos, los compañeros de trabajo y los paradigmas sociales corrientes, como por ejemplo la ética de la personalidad) tienen un efecto silencioso e inconsciente en nosotros, y contribuyen a dar forma a nuestro marco de referencia, a nuestros paradigmas, a nuestros mapas.
5.- Tratar de cambiar nuestras actitudes y conductas es prácticamente inútil a largo plazo si no examinamos los paradigmas básicos de los que
surgen esas actitudes y conductas
6.- Cuando
abrimos la boca para describir lo que vemos, en realidad nos describimos a nosotros mismos, a nuestras
percepciones, a nuestros paradigmas.
7.- Cuanta más conciencia tengamos de nuestros paradigmas, mapas o supuestos básicos, y de la medida en
que nos ha influido nuestra experiencia, en mayor grado podremos asumir la responsabilidad de tales
paradigmas, examinarlos, someterlos a la prueba de la realidad, escuchar a los otros y estar abiertos a sus
percepciones, con lo cual lograremos un cuadro más amplio y una modalidad de visión mucho más objetiva.
8.- Nuestros paradigmas, correctos o incorrectos, son las fuentes de
nuestras actitudes y conductas, y en última instancia de nuestras relaciones con los demás.
9.- Resultaba difícil no sentirse irritado. Yo no podía creer que fuera tan insensible como para permitir que los
chicos corrieran salvajemente, sin impedirlo ni asumir ninguna responsabilidad. Se veía que las otras personas
que estaban allí se sentían igualmente irritadas. De modo que, finalmente, con lo que me parecía una paciencia
y contención inusuales, me volví hacia él y le dije: «Señor, sus hijos están molestando a muchas personas. ¿No
puede controlarlos un poco más?».
El hombre alzó los ojos como si sólo entonces hubiera tomado conciencia de la situación, y dijo con
suavidad: «Oh, tiene razón. Supongo que yo tendría que hacer algo. Volvemos del hospital donde su madre ha
muerto hace más o menos una hora. No sé qué pensar, y supongo que tampoco ellos saben cómo reaccionar».
¿Puede el lector imaginar lo que sentí en ese momento? Mi paradigma cambió. De pronto vi las cosas de
otro modo, y como las veía de otro modo, pensé de otra manera, sentí de otra manera, me comporté de otra
manera. Mi irritación se desvaneció. Era innecesario que me preocupara por controlar mi actitud o mi conducta;
mi corazón se había visto invadido por el dolor de aquel hombre. Libremente fluían sentimientos de simpatía y
compasión. «¿Su esposa acaba de morir? Lo siento mucho... ¿Cómo ha sido? ¿Puedo hacer algo?» Todo
cambió en un instante.
10.-
Resulta obvio que si lo que pretendemos es realizar en nuestra vida cambios relativamente menores,
puede que baste con que nos concentremos en nuestras actitudes y conductas. Pero si aspiramos a un cambio
significativo, equilibrado, tenemos que trabajar sobre nuestros paradigmas básicos.
11.-
Según decía Thoreau, «Mil cortes en las hojas del árbol del mal equivalen a uno solo en las raíces». Sólo
podemos lograr una mejora considerable en nuestras vidas cuando dejamos de cortar las hojas de la actitud y
la conducta y trabajamos sobre la raíz, sobre los paradigmas de los que fluyen la actitud y la conducta.
12.-
No podemos llegar muy lejos en la modificación de nuestro modo
de ver sin cambiar simultáneamente nuestro ser, y viceversa.
13.-
Los paradigmas son poderosos porque crean los cristales o las lentes a través de los cuales vemos el
mundo. El poder de un cambio de paradigma es el poder esencial de un cambio considerable, ya se trate de un
proceso instantáneo o lento y pausado.
14.-
la integridad y la honestidad.
Éstas crean los cimientos de la confianza, que es esencial para la cooperación y el desarrollo personal e
interpersonal a largo plazo.
15.-
Cuanto más estrechamente nuestros mapas o paradigmas concuerden con estos principios o leyes
naturales, más exactos y funcionales serán. Los mapas correctos influyen en gran medida en nuestra
efectividad personal e interpersonal, mucho más que cualquier cantidad de esfuerzo consumido en cambiar
nuestras actitudes y conductas.
16.-
En toda la vida hay etapas secuenciales de crecimiento y desarrollo. El niño aprende a darse la vuelta, a
sentarse, a gatear, y después a caminar y correr. Todos los pasos son importantes, y todos requieren su
tiempo. No es posible saltarse ninguno.
17.-
Pero, ¿qué sucede cuando intentamos saltarnos un proceso natural en nuestro crecimiento y desarrollo? Si
uno es sólo un jugador de tenis mediocre pero decide mejorar su juego para causar una mejor impresión, ¿cuál
será el resultado? El pensamiento positivo por sí solo, ¿nos permitirá competir efectivamente con un
profesional?
18.-
Para relacionarnos efectivamente con un cónyuge, con nuestros hijos, amigos o compañeros de trabajo,
debemos aprender a escuchar. Y esto requiere fuerza emocional. El escuchar requiere tener cualidades del
carácter altamente desarrolladas tales como paciencia, estar abiertos y desear comprender. Es mucho más fácil
actuar desde un nivel emocional bajo y dar consejos de alto nivel.
19.-
De modo que para empezar efectué una simple petición. «Linda, por favor, ¿no compartirías con tus
amigos los juguetes que te han regalado?»
«No», respondió ella de modo tajante.
Mi segundo método consistió en utilizar un pequeño razonamiento. «Linda, si aprendes a compartir tus
juguetes con ellos en tu casa, en las casas de ellos tus amigos compartirán sus juguetes contigo.»
Una vez más, la respuesta inmediata fue «¡No!».
Me sentí un poco más avergonzado, pues resultaba evidente que no podía ejercer ninguna influencia. El
tercer método fue el soborno. Le dije suavemente: «Linda, si los compartes, tendrás una sorpresa especial. Te
daré chicle».
«¡No quiero chicle!», me espetó ella.
L o s 7 h á b i t o s d e l a g e n t e a l t a m e n t e e f e c t i v a S t e p h e n R . C o v e y
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Me estaba exasperando. Para mi cuarto intento, recurrí al miedo y la amenaza. «Si no los compartes, ¡vas
a tener problemas!»
«¡No me importa!», gritó. «Éstas son cosas mías. ¡No las tengo que compartir!»
Finalmente apelé a la fuerza. Tomé algunos de los juguetes y se los entregué a los otros chicos. «Tomad,
chicos, y jugad», les dije.
Pero es posible que mi hija necesitara experimentar la posesión de esas cosas antes de poder prestarlas.
(En realidad, si no empiezo por poseer algo, ¿puedo realmente darlo?) Ella necesitaba que yo, como padre,
tuviera un nivel más alto de madurez emocional que le permitiera esa experiencia.
18.-
Si yo hubiera sido más maduro, habría confiado en mi fuerza intrínseca —en mi comprensión de lo que es
compartir y del crecimiento, y en mi capacidad para amar y educar— y le habría permitido a mi hija elegir con
libertad lo que quisiera: compartir o no compartir. Tal vez después de tratar de razonar con ella podría haber
desviado la atención de los chicos hacia un juego interesante, eliminando así toda aquella presión emocional
volcada sobre la niña. He aprendido
...