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Los Amos De Mexico

diego06gavilan25 de Noviembre de 2013

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Carlos Slim

Desde pequeño tuvo en claro su visión, así con su mentalidad empresarial clara y firme empezó a ahorrar desde temprana edad. De esta manera, en 1955 ya poseía un patrimonio de 5,523.32 pesos y, para agosto de 1957 aumentó a 31,969.23. Siguió invirtiendo este capital hasta lograr un capital mayor a cinco millones de pesos para inicios de 1966.

Estudió en la facultad de Ingeniería de la UNAM, aunque en la escuela fue un estudiante promedio sus compañeros generacionales lo describen como un tipo normal, de bajo perfil, poco dotado para la oratoria pero, poseedor de buenas cualidades matemáticas. Más tarde estudiaría un Máster en Ingeniería y Finanzas en la Universidad de Stanford (Estados Unidos).

Sin embargo, donde inició su verdadera carrera empresarial fue al término de sus estudios universitarios cuando empezó a trabajar como corredor de bolsa, en esos años compró su primera empresa importante, la embotelladora Jarritos del Sur. Durante años, el joven Slim operó en la Bolsa de Valores con excelentes resultados a través de su Casa de Bolsa Inversora Bursátil. Su sagacidad para sortear las altas y bajas del mercado, y la información privilegiada a la que tenía acceso, cuando las leyes mexicanas eran más blandas que en la actualidad, le permitieron ganar las primeras sumas importantes de dinero.

Se convirtió en especialista en comprar a bajo precio empresas quebradas o en el límite, para reflotarlas y venderlas con una buena plusvalía, con esto empezó a crecer su fortuna y la compra de una gran cantidad de empresas. Pero, sería hasta la década de los 90’s el momento en el cual entraría a la grandes ligas de los empresarios más importantes de México cuando el gobierno propuso la privatización de la paraestatal Teléfonos de México, ayudado por el entonces presidente de México Carlos Salinas de Gortari, Slim se hizo de participación en Telmex. Obtuvo un préstamo del gobierno federal para concretar la compra de acciones de la empresa y, también le otorgó a los inversionistas el control completo del mercado interno hasta 1996, es decir, Slim disfrutó de una posición monopólica por un periodo de seis años, además de que se redujeron los impuestos a la empresa y se le permitió la elevación de las tarifas; esto último es el talón de Aquiles de la política empresarial del hombre más rico de México.

A Carlos Slim no le gusta ser tildado de monopolista. Detesta la palabra. Niega incluso la existencia de monopolios en México. Prefiere hablar de “cárteles” y de “posición dominante en el mercado”. Una opinión diferente a la del Banco Mundial, que en varios documentos ha criticado el papel de los monopolios en México, como freno a la competencia, al desarrollo. También, los economistas coinciden en señalar que el poder que tienen los actores dominantes la hora de fijar los precios ha incrementado el coste hacer negocios en México, cuya economía es menos competitiva en los mercados internacionales.

Un informe del Banco Mundial aborda el tema más espinoso y controversial del sector de las telecomunicaciones: las tarifas. “Los costos son altos si se les compara con otros países”, afirma el documento. “Telmex domina el mercado de larga distancia y el mercado celular y de telefonía local. Sus márgenes de utilidad netos son más del doble que los de su rival más cercano. Asimismo, las tarifas telefónicas son altas si se les compara con América Latina, en especial los precios locales para la telefonía comercial. Las tarifas comerciales de telefonía son tres veces mayores en México que en Argentina y cuatro veces mayores que en Brasil.”

Por su parte, los portavoces del imperio Slim y él mismo se defienden bajo los siguientes argumentos: a partir de 1997 se permitió la entrada de competidores al segmento de telefonía larga distancia y para inicios

de ese año empezaron sus operaciones ATT y MCI en México. En el caso de la telefonía local no se presentan competidores principalmente debido a que las condiciones tecnológicas no lo permitían y por lo complicado de construir una nueva red nacional de telecomunicaciones. También argumentan el monto y la cantidad de inversiones de la empresa por extender los servicios a zonas o sectores donde nadie quiere invertir debido al bajo nivel socioeconómico del segmento que atienden, en palabras de ellos se resume lo siguiente: “tenemos el 92 por ciento del mercado de telefonía local, pero porque tenemos el 100 por ciento del mercado del 80 por ciento de las líneas donde nadie quiere invertir. En cambio, tenemos el 48 por ciento de las zonas A (grandes ingresos, grandes clientes).

El debate de este asunto es mucho más prolongado debido al marco jurídico en el que circunscribe, la Comisión Federal de Competencia ha demandado en diversas ocasiones a la empresa por sus prácticas comerciales, sin embargo no ha prosperado ninguna. La situación bajo este contexto donde las autoridades actúan bajo un sistema de leyes blando hará que esta situación prevalezca a merced del poderío económico que Carlos Slim ha forjado, éste ha llegado tan lejos con su vasta variedad de empresas, que si llegará a desaparecer de la escena mexicana sería un cataclismo no sólo para los cientos de miles de ciudadanos que consumen al ritmo que marca el magnate, sino también para la economía del país. Paradójicamente, el liderazgo indiscutible como el hombre más rico deja a México huérfano de competidores en sectores estratégicos. Un mal escenario para el crecimiento y el desarrollo de nuestro país.

Emilio Azcárraga Jean

La situación no era nada fácil para Azcárraga Jean. Televisa tenía una deuda que entonces parecía impagable: 1,480 millones de dólares, derivada en su mayoría de la compra de la participación accionaria de Rómulo O’ Farrill, de la deuda Alameda cuyos intereses crecieron en forma exponencial, de la deuda de 320 millones de dólares con su tía Laura Azcárraga y de 200 millones de dólares con los bancos, más una serie interminable de intrigas y ambiciones de parientes y ex socios de su padre; las ventas netas de televisión habían disminuido drásticamente: 17.9 por ciento entre 1994 y 1995, como resultado del “error de diciembre”; los gastos de capital también se redujeron drásticamente, de 2,168.8 millones de pesos en 1994 a 955.8 millones en 1995. Televisa terminó el año de 1996 con pérdidas netas por 598.5 millones de pesos, según el informe del consorcio ante la Securities and Exchange Commission (SEC), el organismo de Estados Unidos que regula la actividad del mercado de valores. Por si fuera poco, el principal producto de Televisa —sus contenidos audiovisuales— registraban una caída sostenida ante la audiencia mexicana. Su competidora TV Azteca, con apenas cuatro años de existencia, le quitaba audiencia a sus telenovelas, noticiarios y programas de espectáculos. La empresa IBOPE México informó que en el horario triple A, el más caro de la televisión privada, Televisa “bajó progresivamente a lo largo de 1996, de un promedio anual de participación en el mercado de aproximadamente 81 por ciento en 1995 a poco más de 74 por ciento en 1996”. Al 31 de diciembre de 1996, la compañía que controlaba el 65 por ciento de las concesiones de televisión privada y las compañías de televisión restringida Sky y Cablevisión, poseía el 50 por ciento de la empresa satelital Panamsat y ramificaba sus intereses en la industria editorial, radiofónica y en el mercado norteamericano a través de Univisión, tenía un número total de 20,700 empleados entre la compañía y sus subsidiarias. El problema no sólo era el gran número de empleados, sino el oneroso gasto de mantener 46 vicepresidencias que, en muchos casos, no cumplían con funciones claves. Hoy tiene 16,205 empleados, después de sucesivos recortes y reestructuraciones que le permitieron eliminar salarios tan onerosos como el del médico personal de su padre y otros afectos de “El Tigre”, que sin hacer nada ganaban entre 500 mil y 1 millón de pesos. Televisa estaba tan enferma como su dueño y artífice de la transformación en el imperio mediático de habla hispana, Emilio, El Tigre, Azcárraga Milmo. Y el elegido para enfrentar la terapia de choque, su hijo Emilio Azcárraga Jean, no tenía ni la edad, ni la experiencia ni el control accionario suficientes para revertir la situación. Poseía apenas el 10 por ciento de las acciones de la empresa, un porcentaje menor al que tenía la familia de Miguel Alemán Velasco, con 11 por ciento del total, los Burillo Azcárraga con el 16 por ciento, y

los Cañedo White con el 10 por ciento. “El Tigre” Azcárraga Milmo enfermó de gravedad a fines de 1996 y no había tomado las previsiones suficientes para pasarle a alguien la estafeta. Miguel Alemán Velasco, el segundo accionista más importante y amigo desde años atrás de “El Tigre” jugó un papel clave en este proceso de transición en el mando de la empresa. A finales de febrero de 1997, Alemán fue a visitar a su amigo para recomendarle que tomara medidas urgentes en la sucesión. “El Tigre” quería que él se quedara al frente durante un período de transición. Él le confió que buscaba hacer una carrera política, ahora que ya nadie le diría que era su padre, el ex presidente, ni el poderoso empresario quienes apadrinaban sus aspiraciones. Frente a esta situación Azcárraga Milmo anunció el 3 de marzo de 1997 que su hijo Emilio Azcárraga Jean sería el nuevo presidente de la compañía, pero compartiría el poder con el joven Guillermo Cañedo White, hijo de su otro amigo y compañero de

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