Los sapos de la memoria

LOS SAPOS DE LA MEMORIA

   Camilo es un chico que narra en primera persona muchas de sus inquietudes.  El hecho de no saber parte de la historia de su madre, Ana, desaparecida en Córdoba durante la última dictadura militar, le provoca mucha angustia.    Era un niño de apenas tres años cuando se la llevaron y sabe de las torturas por las que pasó también su padre.  Necesita la memoria para poder vivir con el recuerdo y mirar hacia adelante tratando de ser feliz aunque el dolor por lo que sufrieron sus padres no lo abandone nunca.

   En las estrofas de canciones que aparecen al principio de cada capítulo se puede ver cómo era en esa época en que no había libertad de expresión la necesidad de cantar por los sueños de aquellos jóvenes a los que se consideraba “subversivos”, hoy siguen siendo parte de la memoria de los que sobrevivieron a las persecuciones y torturas.  La palabra “subversivo”, según el diccionario, viene de subvertir, que significa alterar el orden, trastornar, perturbar, hacer que algo deje de marchar con normalidad.  O sea, el gobierno militar perseguía a los que consideraba contrarios a sus órdenes: como lo sindicatos o centros de estudiantes.  Repartir folletos o pedir justicia era un acto  que perturbaba el orden.

   En algunos párrafos de la novela, se cuentan partes de la vida de Ana.  Ana y Jorge (padres de Camilo), Rogelio y Marina, jóvenes estudiantes universitarios que sólo reclamaban lo que creían justo ¿Pero cómo podían imaginar que los matarían por eso?  La violencia de las torturas fue muy fuerte, arrancaban uñas, sometían a los prisioneros a descargas eléctricas, violaban a las mujeres, entre otras cosas espantosas.  La crueldad de los torturadores no tenía límites.  Los centros de tortura eran como los campos de concentración de la segunda guerra mundial.

   Camilo no entiende ni perdona el silencio de su abuela materna y los pocos datos que le aportan su tío Hugo y  Rogelio, el amigo de su padre, sobreviviente.  Un día el profesor de Educación Cívica les habla a él y a sus compañeros del libro NUNCA MÁS, editado por la CONADEP y eso le ayuda a reconstruir el recuerdo de su madre.    Su abuela Esther, seguramente no quiere hablar del tema para no provocarle dolor a Camilo al no tener a su madre y por el hecho de que se haya ido de esa manera y también para ocultar su propio dolor, que debe ser el de muchas madres que perdieron a sus hijos en esa época.  Por eso actúa de manera sobreprotectora con él.

   Tiene un amigo, Diego, con el que se conoció el día que alguien lo llevó a la casa de su abuela siendo muy chiquito y una novia, Carola que comparte con él la historia de su tía Marilú que estuvo a punto de casarse con un novio que también fue desaparecido y entonces ella no se casó nunca y lo recuerda en el campo en una laguna llena de sapos. La conoció cuando fue a ver el espectáculo de un mentalista que hace hipnosis con la idea de que esto pudiera ayudarle a reconstruir los huecos de los pocos recuerdos de su niñez.  Camilo cree que armando esa especie de rompecabezas podrá tener por fin una imagen más completa de sus padres y de él mismo y una vez que lo logre podrá estar conforme con su identidad y no sentirse sólo un hijo de desaparecidos.

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