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METODO.


Enviado por   •  18 de Junio de 2014  •  Tesis  •  3.118 Palabras (13 Páginas)  •  205 Visitas

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“No era mucho lo que había que decir, aquella noche gris en la cual el bosque susurro con encanto que alguien había muerto en la zona más periférica de la ciudad”

Es el comienzo de esta historia, protagonizada por una muchacha de malas intenciones, quien sedienta de odio decidió tener un propósito en la vida, que no era el propósito que todos buscarían siendo paganos en esta época, “Matar a los novelistas más brutales”, ella en el nombre del cielo y del bosque cuyo sereno canto entonaba cicatrices de guerra que otras novelas le habían dejado en el corazón merecían ser vengadas. “Cony” la chica que mataba novelistas había sido herida aquellos años, aquellos días que desconozco, pero las últimas palabras que le doy son por el riesgo que se viene, hablo del fin de la literatura donde está muchacha sanguinaria cumpliría su mayor objetivo, terminar con la tradición.

Cony vivía en Concepción, tenía una vida normal, media 1,65 metros, tenía oscuros, una piel como marrón de un color extraño como miel dorada, como piel suave y pelo oscuro y largo, con el cual cuando quería pasar inadvertida se tapaba su cara, tenía 18 años y se echaba un perfume extraño que pasaba desapercibido, pues no era de usar mucho perfume. Le encantaba andar en monociclo y su personalidad era bastante bipolar, hasta tal punto que de un momento a otro podía estar de escribiéndote el panegírico más bello a tus cualidades como al segundo quemarte hasta el torrente verbal de insolencias y mal trecho del alma, de lo que ella haya podido acceder a ti.

Pero ¿Cómo es que una muchacha tan extraña se transformo en la asesina de los últimos literatos? ¿Acaso fue su personalidad explosiva? ¿Sus cualidades extrañas y su actitud odiosa frente a la vida que repentinamente como a cualquier ser humano le echaban el alma y la conciencia al infierno? Pues no es menos que intentar escribir estos versos, los más oscuros y dantescos, los más maquiavélicos sobre lo que ella está haciendo, a mi el ultimo de la casta de los literatos espera la muerte en cualquier momento, quizás cruce en estos momentos la puerta y destronando sus ojos en shock termine por jalar del gatillo que cruzara todo un universo lleno de letras y ensangrenté mi corazón, ponedle fin a las experiencias más ricas que me ha tocado vivir en esta vida, el escribir novelas sin extrañeza, sin sentir remordimiento por la consecuencia de que cada palabra tendrán, fermentar con alcohol nuevas experiencias y entregar mi amor a Clío en el subterráneo de los renegados cuando la virtud de estás pues, mis versos sobre ella lleguen a su completo fin.

Era Marzo de 2013 y Concepción estaba completamente nublado, Concepción esa ciudad que para invierno se llena de pétalos de ciruelos rosas, que no son susceptibles a la vista de cualquier transeúnte estresado, pero que nosotros los de la ultima casta de los literatos contemplamos con mucho amor, escribimos pues la poesía más bella y nos atenemos a un sinfín de cosas. Esa ciudad llena de rascacielos conectada con una hermosa universidad en una diagonal que parte del centro, sus calles son estrechas y los camiones no pasan por estás, solo el transporte licitado, color plateado, color azul, eso queda para la imaginación de quien lee, también existen hermosas veredas donde salen los esquemas de la ciudad, y al fondo una hermosa catedral de proporciones colosales que le da la bienvenida al peregrino, al extranjero, con una virgen que observa por completo en lo más alto todas las acciones de los hombres, mientras abajo dándose la espalda el tribuno de los indígenas, Lautaro y por otra parte el tribuno de la encomienda Pedro de Valdivia, ojos universales cada uno a sus tierras, uno al sur y el ultimo al norte. La eterna frontera estrecha sus manos también viajeros de todos lados en la plaza principal, que la llenan de exóticos disfraces y demás, caballos donde los niños se posan para las fotos llorando, carteles de uno que otra iniciativa política de los años viejos, de los años nuevos y de los que vienen. Un protestante, protestando contra la virgen que se empinaba con joyas de oro y el a no ser fiel hablaba sobre el paganismo y sus ídolos. El teatro chocando con una inmensa calle de cuatro vías y en sus afueras se ganan personas bien formales fumándose algún cigarro de los caros, de esos que no llegan a las manos de nosotros los desposeídos de la gran fortuna. Por un estrecho salen los jóvenes más extravagantes disfrazados, cubriéndose con ropas de quizás que continente extremo al oriente, al confín del universo, mendigos corren por allí y por acá locos esperando que alguien los reciba en sus casas y otros echados en el suelo con un cartel piden limosna para sus hijos, la gente camina y camina, se ríen mientras él llora por su sufrimiento, se ignoran y algunos se claman. Por ahí viene aquella marcha de personas con inmensos ideales, chocando así con las fuerzas especiales mientras suenan los truenos en el cielo y verdes son sus camisas que se vuelven rojas más tarde por la sangre de esos provincianos, que abdican inocencia y poseen soberbia a montones cuando se tratan entre ellos los más altos a los más bajos. No es extraño que entre tanto caos aparezcan las parejas dándose besos en las esquinas, en los semáforos, en la misma calle por donde pasan los autos y como una marchaleta de jóvenes cristianos presentan su nueva cruz a los que ellos titulan los paganos sin luces que pregonan a gritos en las calles nauseabundas de la ciudad.

Ahí entre un tumulto de la marcha de jóvenes cristianos y sin razón de ser está Cony, observando con sonrojo a su amado, aquel visionario del siglo Aldo Makena, quien no la mira mucho pues está preocupado de lo que su parroquia demanda, habla con el obispo Martinez quien obsesionado con saber sobre la muchacha del que habla no deja de su curiosidad de lado, esté sonriéndole le dice que sigan pues hablando de lo que es correcto, es esté el dialogo:

-Pues porque no me dices quien es esa bella joven que está observándote con sonrojo-

-Es una amiga, solo una amiga… Quien quiere encomendarse a la literatura de dios no ha de saber otra cosa que estas-

-¿Pero y si lo dejas por algo menos efímero y más normal?-

-Los normales a los normales, Dios me entrego el don Obispo, no quiero ser el desaire de mi comunidad, de mi parroquia por los deseos carnales que el diablo me tienta-

-A veces en la pasión no está el diablo, se encuentra Dios intentando quitarte peso de encima-

-Usted señor Obispo entienda el deseo, de quien ha servido por años y no quiere romper la cadena de favores, de ayudantía que hecho, los hombres virtuosos a la virtud,

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