Organizadores Del Desarrollo Psicomotor
valeriapueblas21 de Mayo de 2014
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“Organizadores del Desarrollo Psicomotor”
DESARROLLO EVOLUTIVO INTEGRAL HUMANO
MYRTHA CHOKLER, PSICOMOTRICISTA.
Resumen:
El desarrollo humano, es un proceso de organización progresiva y de complejización creciente de las funciones biológicas y psicosociales. Podemos definirlo como “un proceso de transformación en la convivencia”, en el que distinguimos un conjunto de transformaciones estructurales, gatilladas por interacciones al interior de nuestro organismo, (de las que en su mayoría no tenemos conciencia por ser invisibles para nuestros ojos), y , por perturbaciones externas, gatilladas en la interacción de nuestro organismo con el medio, (distinguibles en su mayoría por un observador atento); que generan progresivamente las conductas y habilidades que nos llevan a operar de un modo cada vez más autónomo y competente.
Durante nuestra primera infancia distinguimos una sensorialidad, sensibilidad y motricidad que aparece predominantemente dispersa, disgregada y fragmentada en su inicio, que va transitando por un largo camino hasta llegar a la construcción de un sentimiento de unidad, continuidad y cohesión de sí mismo, que constituye las raíces de la identidad personal. La ciencia nos ha mostrado cuales son las necesidades esenciales para el crecimiento y la maduración, sus períodos críticos, sensibles y las condiciones materiales, afectivas, culturales y sociales imprescindibles para que esas potencialidades se expresen y manifiesten en la realidad cotidiana desde los primeros años de la vida de un niño. Y también no ha mostrado las consecuencias, las secuelas a corto y largo plazo de la carencia, cuando las múltiples necesidades no son esencialmente satisfechas durante las etapas críticas. E. Pichon Rivière, sostiene que el sujeto es emergente de una compleja trama de vínculos , de sus condiciones concretas de existencia, (dominio biológico) y es a su vez productor activo de transformaciones en el medio, (dominio relacional).
Myrtha Chokler, en un articulos sobre neuropsicosociología del desarrollo escribe: “El proceso de constitución del sujeto humano es producto de una compleja transformación evolutiva donde lo biológico, entre ello lo neurológico, constituye la base material para las relaciones adaptativas con el mundo externo.” Donde como diría el Dr. Humberto Maturana, lo genético y lo congénito, participa, pero no determina, ya que, como reconoce, Myrtha Chokler, lo biológico esta a su vez entramado en la urdimbre social que es la que genera realmente a una persona. “Persona que desde el nacimiento es comprendido como un ser completo, aquí y ahora, constructor activo de sus relaciones en cada una de sus etapas y no sólo un proyecto futuro a devenir, a construir o a destruir. Reconocemos al bebé como un ser activo, capaz de iniciativas, de acción y no sólo de reacción, abierto al mundo y al entorno social del cual depende, sujeto de emociones, de sensaciones, de afectos, de movimientos y vínculos, de miedos y ansiedades, vividas en el cuerpo, porque el bebé es todo cuerpo, sensorialidad y motricidad.
Es un ser que se desarrolla a partir de los otros, con los otros y en oposición a los otros, como un sujeto que otorga sentido y significación a su entorno y en un intercambio recíproco. Protoinfante, pero persona entera siempre, más allá de la normalidad o de la patología, más allá de lo que tenga o de lo que le falte, en interacción con un medio que lo anida, permitiendo que produzca en sí mismo, la serie de transformaciones sucesivas que constituyen su proceso particular, original de crecimiento y de desarrollo en tanto persona; en el pasaje progresivo del predominio de la dependencia al predominio de la autonomía”. (M. Chokler, 1998).
Los Factores Organizadores Del Desarrollo De acuerdo a lo planteado por Myrtha Chokler en su libro: “Los Organizadores del Desarrollo Psicomotor”, presenta 5 factores que para ella son críticos en la organización del desarrollo:
1. Vínculo de Apego. 2. Exploración. 3. Comunicación. 4.Equilibrio Postural. 5. Orden Simbolico.
Este proceso complejo se produce por la interrelación dialéctica de factores estructurantes que facilitan, ordenan u obstaculizan las interacciones del sujeto - en este caso el recién nacido y el niño pequeño - con su medio esencialmente humano, pero también material y cultural, que operan como organizadores del desarrollo. De la calidad con la que se imbrincan y operan estos factores organizadores, a partir de su estructuración biológica originaria, depende el curso del desarrollo.
1. Primer Factor: Vínculo de Apego La calidad de las relaciones afectivas con el entorno, los lazos que constituyen el vínculo primordial con los adultos que lo cuidan, denominado por J. Bowlby: “vínculo de apego”, cuya función es proteger, acoger, sostener y tranquilizar al niño en su contacto con el mundo, que, por ser nuevo y renovado permanentemente, le despierta curiosidad, interés y también inquietud, alarma y ansiedad. “Aunque el niño tiene una tendencia genética a promover la proximidad o el contacto con una persona y apegarse a ella también hay un aprendizaje de la función y es evidente que ésta se va desarrollando hacia aquellas con las que tiene más interacción o que le brinden las respuestas específicas más cálidas y adecuadas”. Los avatares de dicha interacción con las personas significativas, la calidad predominante de gratificación o de frustración que le aporten, el sostén, seguridad, apaciguamiento filtrando los estímulos invasores, o por el contrario el temor o ansiedad que le provean están en la base de la construcción de las matrices afectivas, relacionales y sociales que permiten al sujeto sentirse más o menos acompañado y confiado en su entorno y seguro de sí mismo. En la constitución, firmeza, estabilidad y solidez del vínculo de apego además del placer de satisfacción de las necesidades biológicas y afectivas, tienen un lugar primordial el tacto, el contacto físico, los olores, la tibieza, la suavidad, el movimiento lento y rítmico del cuerpo, los mecimientos, la mirada, los arrullos, la sonrisa y la voz. La presencia indispensable del otro unifica la sensualidad dispersa y el espejo expresivo que el rostro y el cuerpo todo del adulto le devuelve, va otorgando sentido y significación a la sensorialidad y a la motricidad desordenada. Esta motricidad y la sensorialidad abierta al mundo están al servicio de construir y mantener en lo posible un estado de integración, de reunificación, aunque fuere precario. Así vemos un bebé de pocos días crispar su cuello y sus hombros cuando se lo levanta de las axilas, intentando no desparramarse, no dislocarse ante la falta de apoyatura. Lo vemos aferrarse a su entorno, sin el cual toda vivencia de unicidad, de cohesión resulta frágil. La falta de sostén físico y emocional, de contención, conduce a una activación excesiva de las ansiedades primitivas, descritas por D.W. Winnicott y otros autores, y a sensaciones caóticas de desborde y de disgregación de sí: toda experiencia nociva, desagradable -hambre intensa, por ejemplo- o todo estímulo inesperado, doloroso o brusco, como la hiperestimulación sensorial y/o laberíntica de los giros, los desequilibrios, las sacudidas, la inestabilidad de apoyos suficientes, los cambios de posición rápidos, en los que pierde los referentes espaciales, propioceptivos y visuales, y no puede prepararse para su secuencia ni capta su sentido, ataca ese estado frágil de integración, de unificación, puede angustiar y desorganizar al bebé, dejando huellas de sufrimiento en el cuerpo, sin imágenes todavía por la precariedad del sistema nervioso y del psiquismo. Este sufrimiento que provoca una desestabilización neuropsicológica del sistema general de adaptación y que se actualiza más adelante en trastornos del sueño, de la alimentación, de la conexión y en somatizaciones va consolidando una estructura a veces extremadamente vulnerable que pone en riesgo el desarrollo del niño. Al principio de la vida el protoinfante necesita por ello mucha proximidad con los adultos significativos, calma y comprensión. A partir de la sensación de seguridad y confianza que le brinden los adultos, al sentirse acogido y sostenido por que ellos, va a poder abrirse y volcarse hacia el mundo circundante. Pero para garantizar el crecimiento y desarrollo de un niño hay que cuidar fundamentalmente a los adultos que se ocupan de ese niño, porque finalmente nadie puede dar lo que no tiene. No se puede brindar sostén, respeto, continencia, afecto, si uno no ha vivido el ser querido, sostenido, contenido, reconocido y respetado. El vínculo de apego tiene también como función esencial neutralizar las ansiedades, los temores, el exceso de tensión provocados por el contacto con lo desconocido. Progresivamente, en función de la maduración neuropsicológica y de la calidad de la interacción con su medio, el sujeto va a ir transformando sus conductas de apego a través de dos procesos importantes:
1.- En primer lugar, la interiorización paulatina de las características de acompañamiento y consuelo de las figuras primarias significativas y en ese alejamiento aparece la función del objeto y del espacio transicional. D.W. Winnicott ha desarrollado el concepto de “fenómeno transicional” para referirse a un espacio de creación entre la madre y el niño. De la ilusión del estado fusional madre- bebé a la desilusión y separación se transita por un espacio intermedio que no pertenece ni a la madre ni al niño, pero permite la creación del “objeto transicional”. Objeto cálido, recubierto con las características maternas, utilizado por el niño como defensa contra la ansiedad de separación. Objeto
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