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Plan De Clase Osofete


Enviado por   •  4 de Junio de 2015  •  919 Palabras (4 Páginas)  •  313 Visitas

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El paquete de Osofete

Había una vez un oso que se llamaba Osofete, de apellido Colorete.

Pues señor, este oso estaba triste porque no encontraba novia.

Y no encontraba novia, no porque fuera un oso calamitoso, sino sencillamente porque en todo el bosque Gulubú no había ninguna osa.

Y, como ustedes saben podrán imaginarse, por más mimoso que sea un oso y por más ganas que tenga de casarse, no puede sacarse con una lombriz, ni con una elefanta, sino solamente con una señorita osa.

Por eso Osofete se sentía muy triste y solitario, y se paseaba todas las mañanas suspirando.

Cada suspiro de Osofete era un enorme ventarrón que dejaba los árboles sin una sola hoja.

Estaba triste como una chaucha, triste triste como un canario sin alpiste.

Había enflaquecido de pena, de modo que su grueso sobretodo de piel le colgaba por todas partes en desprolijos pliegues.

Una vez, mientras buscando nueces para el desayuno, encontró un paquete caído en una esquina del bosque.

Se acercó, lo husmeó con desconfianza y decidió llevárselo a su casa, muerto de curiosidad.

Lo levantó delicadamente con los dientes, y allá se fue Osofete trotando con su paquete.

Le costó mucho desatar un moño tan lindo y prolijo con sus enormes manotas.

Le costó mucho desenvolverlo, pero por fin lo abrió y se cayó sentado de la sorpresa.

Allí, entre papel y el mono desecho, había un oso.

Un oso más chiquito, claro, pero oso al fin.

-Patatip- dijo Osofete.

Y el otro oso repitió:

-Patatip-

-¡Un oso, un oso, que maravilloso!- Dijo Osofete.

Y como la tristeza lo había entontecido mucho, Osofete no se dio cuenta de que lo que había encontrado era simplemente un espejo.

Fue tal su emoción y su tontera, que dijo:

-Pobrecito, que flacucho está-

Y antes de que el otro oso pudiera repetir la frase, Osofete salió corriendo a buscarle nueces y garbanzos y chupetines de perejil y medialunas y café con leche.

Volvió con las provisiones y comió lleno de satisfacción al ver que su amigo también comía y masticaba haciendo crunch crunch y crash crash, igual que él.

Osofete era tan atropellado que ni siquiera pensó en aburrirse de que su amigo repitiera siempre sus mismas palabras.

(En realidad no las repetía, sino que la casa de Osofete quedaba dentro de una caverna y tenía eco)

Tampoco se aburría de que su amigo repitiera sus propias muecas, naturalmente.

Esa noche se fue a dormir muy tranquilo y con gran alegría en su corazón.

-Mañana, cuando esté cansado- pensaba Osofete- le preguntaré si no tiene una hermana osa que quiera casarse conmigo.

Apagó la vela, se puso el gorro y los escarpines y roncó toda la noche.

A los tres meses, tempranito se despertó y vio cómo su amigo en el espejo se desperezaba junto con él.

-¿Vamos afuera a bailar la rancherita?- le preguntó.

Y oyó como su amigo le contestaba entusiasmadísimo:

-¿Vamos afuera a bailar la rancherita?-

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