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Que Debemos Saber Alberto Masferrer

robert2310 de Marzo de 2013

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¿QUE DEBEMOS SABER?

Alberto Masferrer

La verdad o s h a r a l i b r e s

Sr. Do n Jo s é Me j í a, Me pregunta Ud.:

“¿Qué debe saber un obrero para ser instruido?”

Definiré ante todo algunas palabras, para que ambos estemos colocados en un mismo punto de vista.

Obrero

Es la persona que gana su vida ejerciendo un oficio manual, por ejemplo: un carpintero, una costurera, un herrero, un sastre, un zapatero.

Saber

Es poseer el conocimiento pleno de una cosa; de tal manera que puede ponerse en práctica en todo lo que tenga de practicable. En este sentido se dice que saber es poder, y también que saber es hacer.

Instruido

Es el hombre que posee conocimientos científicos, extensos y sólidos. ¿Qué debe saber un obrero para ser instruido? Convengamos desde luego, en que,

Por ser obrero

, por ganarse la vida ejerciendo un oficio manual,

No se instruye ni se adultera la naturaleza mental del hombre.

Los poderes mentales de un obrero son,

Sustancialmente

, los mismos que los de un artista o de un hombre de ciencia. Si la mayoría de los obreros aparecen como hombres de ruda inteligencia, es porque gastan en el trabajo manual la mayor parte de su tiempo y de sus fuerzas; porque no ejercitan o ejercitan muy poco sus fuerzas mentales. Si en vez de trabajar así como lo hacen, ejercitaran simultánea y proporcionalmente sus facultades físicas, intelectuales y estéticas, los más de entre ellos alcanzarían una mentalidad tan vigorosa como la de los más ilustrados intelectuales.

Digo, por lo menos, porque, en realidad, los hombres que han sido educados por ese sistema, y continúan viviendo según el mismo, son más inteligentes, más capaces de sentir la belleza que los que se especializan en una sola clase de trabajo. Esta forma de educación y de vida es la que llaman los anarquistas

Educación integral, vida integral

, y según ellos, así vivirán todos los hombres en una sociedad bien integrada: trabajando con las manos y con el cerebro. Deteniéndose a meditar en lo que antecede, se advierte que hacen una labor inútil los que se interesan por los obreros, si ante todo no se esfuerzan en volverles a su condición normal de trabajadores intelectuales y manuales; lo cual no es posible si no se les deja tiempo suficiente para instruirse. Convengamos, en segundo lugar, en que

Tampoco se destruye ni se adultera la naturaleza moral

Del hombre, por el hecho de ser obrero: en otros términos, en nada se rebaja un hombre porque gane su vida con el trabajo de sus manos. Así es que el derecho de los obreros, como clase social, a intervenir en el manejo de la comunidad, no puede ser discutido. No forman una clase inferior; no son una

Masa

, un gremio condenado siempre a tutela, a ser gobernado eternamente por los intelectuales. Aunque en teoría nadie sostiene lo contrario, no es lo mismo en la práctica, pues no solamente la autoridad y los privilegiados de las otras clases sociales manifiestan a menudo con sus actos su menosprecio por los obreros, sino que estos mismos demuestran en muchas ocasiones, que se sienten inferiores, acudiendo hasta para las cosas más triviales y fáciles, al consejo de un abogado, de un médico, de un periodista, de cualquier intelectual. A fuerza de oírse llamar y de verse tratar como inferiores, han llegado a creerse tales, y tan penetrante ha sido el efecto de esta sugestión en muchos de ellos, que se escandalizan y enojan cuando alguno intenta demostrarles que valen tanto como los

Señores

. Hablo así, refiriéndome especialmente a los obreros salvadoreños, en quienes está muy arraigado ese sentimiento de impotencia. Afirmo, pues, que los trabajadores manuales (obreros o campesinos) tienen el mismo derecho que los llamados intelectuales a adquirir una instrucción extensa y sólida, y que su capacidad mental es sobradamente intensa para adquirirla, siempre que la ejerciten en condiciones adecuadas. Que el obrero manual se encuentre bien alimentado, habitando una casa cómoda y sana, bien abrigado y con cuatro o cinco horas libres cada día para entregarse al estudio, y le veremos elevarse la altura de los más vigorosos intelectuales. Este fenómeno, de que no conozco en este país ningún caso, presenta ya numerosos ejemplos en Europa y no pocos en Sudamérica. Yo mismo traté en Chile varios obreros que, sin abandonar su oficio, han adquirido un caudal de conocimientos mayor que el de varios de nuestros literatos y profesores. Uno de esos trabajadores, un joven impresor de Santiago, me inicio en el estudio de las obras de Eliseo Reclús. Un carpintero, Ignacio Mora, a quien Ud. conoció aquí hace algunos meses, me puso en las manos las primeras obras de Spencer. Otro carpintero, Clodomiro Maturana, muy versado en Higiene, me hizo conocer a Eduard Cárpenter, original y profundo pensador inglés. Luis Olea, pintor decorador, escribe sentidos versos, prosa clara y juiciosa, y piensa con raro acierto en sociología, moral y estética. José María Pizarro, zapatero de Valparaíso, es hombre de extensas y meditadas lecturas. Puedo asegurar que si Ud. oye hablar a cualquiera de estos señores, o a otros cuyos nombres no recuerdo, y no le han dicho antes quiénes son, Ud. los tomará por literatos o profesores. No son más que obreros manuales, que esforzadamente roban tiempo a sus quehaceres para dedicarse al estudio, y que gastan en libros cuanto pueden ahorrar. Todos ellos, si lo quisieran, entrarían en otra clase de vida, dejando enteramente su oficio; pero aman el trabajo manual, y

Opinan que un hombre completo debe trabajar con el cerebro y con las manos. Tome Ud. nota de qué se trata de obreros colocados en condiciones ordinarias; ninguno de ellos es jefe de taller, ninguno de ellos es rico; son, simplemente, obreros que saben bien su oficio, que ganan regulares salarios, y que se esfuerzan por instruirse. Si en condiciones tan desventajosas pueden los obreros cultivar su inteligencia con tal éxito, ya puede suponerse lo que harían encontrándose con las ventajas de una buena alimentación, casa higiénica, vestido adecuado, y tiempo libre suficiente para dedicar al estudio. Había olvidado que Juan Grave, pensador francés de excepcionales dotes y autor de obras ya célebres, es zapatero e impresor, y —para hacer una ligera excursión al pasado- que San Pablo, uno de los hombres más grandes que han existido, al decir de Renán, no quiso jamás dejar su oficio de tapicero, con el cual ganaba su vida durante sus largas peregrinaciones.

Cartas a un obrero

Aceptado que la condición de obrero no es esencial ni principal en el hombre, sino accidental y subordinada (pues consiste simplemente en una de tantas maneras de ganarse la vida), la pregunta

¿Qué debe saber un obrero para ser instruido?

Ya no tiene razón de ser, y debe sustituirse por esta otra:

¿Qué debe saber un hombre para ser instruido?

He aquí la cuestión en su verdadero terreno. Como la naturaleza es infinita en fuerzas y en aspectos, es claro que el número de verdades

O aspectos de la Verdad

Que pueden conocerse, son también infinitos. La ciencia es, pues, inagotable, y cuando se dice que un hombre sabe mucho, sólo se da a entender que es menos ignorante que otros. De aquí se deduce que los conocimientos que un hombre debe adquirir en primer lugar, ya que por fuerza han de ser limitados y relativos,

Deben tener un carácter práctico y deben subordinarse a un fin conocido, realizable y necesario.

Este fin, que todo hombre conoce, que todo hombre puede y debe realizar, no es otro que el de

Procurarse a sí mismo y procurar a los demás una vida feliz.

Ser dichosos; tal es el objetivo que la Religión

*

, la Moral y la Ciencia nos señalan, dándonos también los medios de alcanzarse objetivo. La religión marca el rumbo, diciéndonos: seréis felices haciendo felices a los demás. La moral dice: haréis felices a los demás, siendo justos, es decir, respetando todos sus derechos. La ciencia dice: respetaréis los derechos de los demás, haciendo que todas sus facultades se ejerciten en las condiciones que les son necesarias, o en otros términos, haciendo que su cuerpo y su espíritu vivan normalmente. Deducción: Aquellas ramas de la ciencia

Que enseñan cuáles son las condiciones normales de nuestro cuerpo y de nuestro

Espíritu; aquéllas que enseñan cuáles son las funciones naturales del ser humano y de qué manera hemos reconducirnos para no impedir ni adulterar su cumplimiento; aquéllas, en fin, que nos enseñan cuáles son nuestros derechos y cómo se les garantiza

, constituyen

Esencialmente

La instrucción racional y

Necesaria

De todo hombre; son la base de toda otra especie de conocimientos, sin la cual estos serán inútiles o perniciosos.

**

En último análisis, estos ramos del saber se reducen a la Moral, en su sentido más amplio, que es la ciencia de los derechos y de los deberes humanos, y cuyo fin es enseñarnos

Cómo se ha de vivir.

***Conviene notar que se dice una redundancia cuando se habla separadamente de derechos y de deberes, pues, en realidad, no son sino una misma cosa: Juan y Pedro viven en sociedad; ¿cuáles son los

Deberes

De de Juan? —respetar los derechos de Pedro. ¿Cuáles son los deberes de Pedro? ―respetar los

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