ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

SEMIOTICA

blacksoder12 de Septiembre de 2012

7.607 Palabras (31 Páginas)374 Visitas

Página 1 de 31

SEMIOTICA

Di Girolamo, Constanzo, (1985). “Lingüística y semiótica“ en La cultura del 900(2). México, Siglo XXi Editores.

Premisas

Resumir, a grandes rasgos, las etapas principales de los estudios lingüísticos del siglo XX no sólo significa trazar el perfil de una disciplina que se ha renovado profundamente, y casi reconstituido, en relación con la historia milenaria que deja de tras de sí. Es cierto más bien, y sobre este punto convendrá llamar la atención que la investigación lingüística ha captado en nuestro siglo una serie de intereses, en el ámbito de otras disciplinas, que en la práctica no tiene precedentes. Por tanto, además de los cambios internos que la lingüística comienza a vivir desde principios del siglo, es su colocación misma la que cambia, haciéndole asumir un nuevo papel y un relieve impensable cien años atrás.

En las raíces de este emerger de la lingüística dentro de la cultura contemporánea, hay que identificar sin duda el vuelco en sentido teórico impreso por la lección de Ferdinand de Saussure: aunque hay que agregar que actualmente se tiene, si no a redimensionar, por lo menos a contextualizar el alcance de la revolución saussuriana, destacando sus nexos con la problemática dieciochesca de los estudios sobre el lenguaje; por lo demás no ha faltado quien, como Chomsky, retrocediera conscientemente a un pasado más remoto para buscar justificaciones y fundamentos teóricos de sus hipótesis. El capítulo del siglo XX, si bien es el más sustanciosos por densidad y variedad de la materia, no puede mantenerse sin embargo completamente separado, en la historia ideal de la lingüística, de los capítulos precedentes, como si el adjetivo “moderna“ junto a “lingüística“ permitiese comenzar desde la nada su tratamiento.

Habiendo asentado lo anterior, es después del vuelco saussuriano, como decíamos, y gracias a éste, que la lingüística empieza a asumir el papel de disciplina modelo.

Es así que antropólogos, psicólogos y psicoanalistas, lógicos, críticos literarios, etc., llegaron a plantear delicadas preguntas a los lingüistas o se apropiaron de sus instrumentos y métodos; mientras que a su vez la lingüística extendía sus dominios, organizándose en ramas que tomaban en préstamo la perspectiva de otras ciencias (sociolingüística, psicolingüística, etnolingüística, etc.) absorbiendo sus procedimientos y problemáticas. Agréguese a esto que, en tiempos recientes, apelaron a la lingüística las propias instituciones: la lingüística (“aplicada“, como suele llamarse) fue convocada para resolver los candentes problemas del bilingüísmo y el aprendizaje rápido de lenguas extranjeras, o para verificar la eficiencia de los canales de comunicación. En contextos sociales donde la organización del consenso adquiere una importancia creciente, y en una situación mundial en que el imperialismo tiene la necesidad de superar todo tipo de fronteras, el control (más o menos logrados) sobre los mecanismos de la comunicación resulta irrenunciable, como lo confirman, por ejemplo, las conspicuas inversiones de las estructuras militares estadounidenses en la lingüística teórica y aplicada.

Ubicada, pues, en el centro de una cerrada trama interdisciplinaria, así como de intereses que, como se acaba de decir, nada tienen de fines en sí mismos, la lingüística moderna se encontró además en una peculiar relación con una disciplina que es a un mismo tiempo su hija y su madre, es decir, con la semiología o semiótica (términos equivalentes, aunque diversamente connotados, en el nivel metalingüístico, pero que en algunos sistemas terminológicos adquieren diferentes valores). La semiótica, como ciencia de los signos, es en efecto una disciplina más amplia que comprende entre otras cosas, la lingüística: pero precisamente a partir de la lingüística se ha ido modelando la semiótica, prescindiendo del filón de la semiótica “filosófica“, hermanastra mayor de la semiología de ascendencia saussuriana , que en sustancia ha llevado una vida aparte, al menos hasta los recientes intentos de síntesis.

Lingüística y semiótica, pues, pernearon de sí, en años más o menos cercanos a nosotros y con mayor o menor profundidad según los contextos culturales en que eran acogidas, vertientes no periféricas de las ciencias humanas y de las disciplinas humanísticas. Desde Ginebra hasta Moscú, Praga, París, Londres, Copenhague, Estados Unidos de América, Alemania e Italia, a través de recuperaciones, redescubrimientos, y fenómenos de poligénesis, las investigaciones lingüística y semióticas conocieron un itinerario que a menudo las convirtió en protagonistas del debata cultural: y ello a pesar del estado filológicamente precario en que nos fueron transmitidas algunas obras capitales, lo incompleto de algunos proyectos teóricos, los retrasos y dificultades de circulación que demoraron el conocimiento de ciertos textos. Más aún, en las décadas de los sesenta y los setenta, el creciente interés primero por la lingüística y más tarde por la semiótica, asumió claramente en ciertos ambientes las formas de una moda cultural, provocando aplicaciones a veces apresuradas, difusión de terminologías incontroladas, proliferación de obritas divulgativas más o menos recomendables. En resumen, existe la impresión, confirmada además por los especialistas más directos, que de últimamente se ha atribuido a la lingüística, y en muy mayor medida a la semiótica, responsabilidades probablemente excesivas, en la esperanza tal vez de que el recurso a estas disciplinas “científicas“ pudiese servir para renovar y formalizar ciertos dominios humanísticos. En un balance provisorio, esto último parece haberse cumplido sólo en raros casos; mientras se generalizó la tendencia, en el ámbito aplicativo, a aceptar los principios centrales de las disciplinas inspiradoras en forma acrítica y a menudo marcadamente esquemática. Pero será preferible, antes de esbozar balances, compendiar los momentos y tendencias principales de la historia de la lingüística y la semiótica de nuestro siglo, para volver más tarde a sus aplicaciones, y en especial a sus aplicaciones en el campo de las investigaciones literarias, abierto, más que ningún otro, a su influencia.

1.1 La crisis de la lingüística del siglo XIX y Ferdinand de Saussure

Con Ferdinand de Saussure, como decíamos, se abre el capítulo del siglo XX de toda historia de la lingüística. Nacido en Ginebra en 1857 y fallecido en Vaud en 1913, estudio en su ciudad, en Leipzig y en Berlin, y enseño en la École des Hautes de París, y más tarde en la Universidad deGinebra. Autor, a los veintiún años, de un fundamental estudio sobre el vocalismos primitivo de las lenguas indoeuropeas (Mémoire sur le système primitif des voyelles dans les langues indo-européennes, Leipzig, 1879), su nombre queda ligado al Cours de linguistique générale (París, 1916; 1ª trad. Esp. De Amado Alonso, Buenos Aires, 1947), editado póstumo por C. Bally y A. Sechehaye, que asumieron la tarea de recopilar los apuntes de varios discipulos durante tres cursos impartidos por Saussure en Ginebra entre 1906 y 1911. A partir de este texto, no firmado por el autor y filológicamente incierto, se marca el inicio de la lingüística moderna.

Pero la “revolución“ de Saussure sólo adquiere un sentido (incluso más allá del discutido problema de las fuentes de su pensamiento) si se la remite al contexto de los estudios lingüísticos de los últimos años del siglo XIX: especialmente a la crisis de la lingüística positivista y a la incapacidad, o mejor dicho al voluntario rechazo, por parte de la naciente lingüística idealista , de organizarse en una teórica orgánica del lenguaje. De la concepción naturalista y darviniana de la lengua de un August Schleicher (Die darwinche Theorie und die Sprachwissenschalt, Weimar, 1863) a las leyes fonéticas de los neogramáticos (cuyo manifiesto metodológico puede leerse en el prefacio al primer volumen de sus Morphologische Untersuchungen, 1878, aunque la obra más clásica de la esuela siga siendolos afurtunados Principien der Sprachgeschichte, Halle 1880, del germanista Hermann Paul), la lingüística positivistahabía sido renovarse, más no sustraer a las insidias que, involuntariamente, se había ido separando con sus propias manos. Si efectivamente todos los esfuerzos tendían a dar cuenta de las anomalías del desarrollo fonético, la introducción de los métodos experimentales de grabación de los sonidos, las investigaciones de campo, las incipientes búsquedas dialectológicas, la geografía lingüística, acababan por brindar una imagen de la lengua mucho más dinámicae inasible de lo que los lingüistas darvinianos y los neogramáticos pretendían hacer creer.

Al respecto es sintomático el caso del romanista Hugo Schuchardt (1842-1927). Alumnno de Schleicher, escribía en 1866, en el primer volumen de una obra dedicada a la reconstrucción del latín vulgar (Das Vokalismus del Vulgärlateins, Leizig, 1866-1868), que “como todos los organismos, también la lengua está sometido a la ley de diferenciación, que se basa en dos factores: la mutación eterna (Heráclito), y la diferencia universal (Leibniz)“, salvo para introducir después, en el mismo trabajo, el componente Psicol.gico como explicación última del cambio fonético: si bien la lengua es un organismo, son sin embargo los individuos quienes dirigen las peripecias de su desarrollo. Con el paso de los años, la separación de Schuchardt

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (49 Kb)
Leer 30 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com