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Sacheri: La Incomunicación En "La Pregunta De Sus Ojos"


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2013  •  1.683 Palabras (7 Páginas)  •  414 Visitas

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Incomunicación en “La pregunta de sus ojos”, de Eduardo Sacheri

Por Norma Susana Cejas

Leer “La pregunta de sus ojos” y ver la película basada en la novela lleva rápidamente a pensarla desde la venganza, la justicia (o injusticia del sistema judicial), el amor. Pero separándose de estos temas tan evidentes, aparecen múltiples redes de análisis igualmente ricas y profundas.

Durante la lectura, surgió la idea de abordar el tema de la incomunicación, pero centrándose en la incapacidad del protagonista de expresar sus sentimientos y en, casi, un desdoblamiento de su personalidad, un “afuera” (lo que muestra a los otros) y un “adentro” (lo que él quisiera decir, lo que siente), que en ningún momento logra unir para ser un hombre pleno.

Desde el principio se muestra cómo huye de la despedida que le organizan sus compañeros luego de 40 años de trabajo con motivo de su jubilación, evidenciando una lejanía emocional con lo que ha sido su vida en Tribunales, con seres con los que ha compartido varias horas, largos días, que sólo son vistos como eso: “compañeros”.

Una frase que fue determinante en este enfoque fue la siguiente: “Se mira en la vidriera de una librería comercial […] Una novia solía burlarse de su manía de mirarse en las vidrieras”. Como lectores nos preguntamos por qué, ¿quizás porque el hombre que ve no se corresponde con el que es interiormente?

La cita que sigue es la propia reflexión del narrador sobre ello: “Siempre ha sido (esto de mirarse en las vidriera) otro intento de aprender a saber quién carajos es”.

Esta simple escena permite adentrarnos en el mundo íntimo del protagonista, un hombre “dividido en dos”, desdoblado, que no logra congeniar o trasladar al tiempo real su tiempo interno, lo que nos lleva a recordar a Borges en “La noche cíclica”, cuando dice que “… el tiempo que a los hombres trae amor u oro, a mí apenas me deja…” (Borges, 1940), este protagonista, Chaparro, está abandonado por el coraje de ser él mismo y de sentir el derecho de reclamar o declarar el amor que siente por una mujer.

Sin embargo, en ente camino de desencuentro consigo mismo, el personaje se refugia en otra historia, la de Morales: “… la historia de Ricardo Morales […] ejerció en mí una oscura fascinación, como si me diera la oportunidad de ver reflejados, en esa vida destrozada por el dolor y la tragedia, los fantasmas de mis propios miedos”.

Así, Chaparro se sumerge voluntariamente en la trágica historia de amor de Ricardo Morales, quien tiene un punto de vista fatalista como el mismo protagonista, pues opina que “nunca tuvo nada bueno, hasta Liliana. Sentía que tenerla era una felicidad abusiva, que tarde o temprano la iba a perder”.

¿Por qué escribir la historia de otro y no la suya? En “El escritor y sus fantasmas”, Sábato lo dice:

“Hundidos en el precario rincón del universo que nos ha tocado en suerte, intentamos comunicamos con otros fragmentos semejantes, pues la soledad de los espacios ilimitados nos aterra. A través de abismos insondables, tendemos temblorosamente los puentes, nos transmitimos palabras sueltas y gritos significativos, gestos de esperanza o de desesperación. Y alguien como yo, un alma que siente y piensa y sufre como yo, alguien que también está pugnando por comunicarse, tratando de entender mis mensajes cifrados, también se arriesga a través de frágiles puentes o en tambaleantes embarcaciones a través del océano tumultuoso y oscuro. El acto de escribir […] es un intento desesperado […]de abrirse a los demás…” . (Sábato, 1963)

Quizás en ese amor truncado de esa joven pareja de enamorados, Benjamín viera reflejado, como una imagen en una vidriera, su propia historia con Irene, mujer por la que vivía secretamente, respirando un amor ¿no correspondido? En un acto de supervivencia, al escribir la historia de Morales y Liliana, Chamorro tal vez buscaba una manera de trascender, de llamar la atención de Irene (escribía para ella), de tender un puente que ella quizás divisara y se animara a cruzar, entendiendo ese grito de amor significativo, mudo, que el alma de Benjamín emitía.

Busca excusas para verla, pero lucha entre ir y no ir, con temor a su reacción frente a esa mujer que lo traspasado con sus ojos desde el momento en que la vio, pero ante la cual nunca se atrevió a confesarse. Cuando se encuentra con ella, dubita ante el tuteo con el que ella se dirige a él, pero “Chaparro no quiere chapalear torpemente en la nostalgia” por lo que la charla resulta trivial. “Le habla de su temor a […] hundirse en una melancolía patética […] se lo dice mirándola a los ojos, llega un momento en que empieza a sentir que el estómago se le va cayendo hacia los intestinos […] Se siente viejo, imbécil”.

Esta incapacidad de incomunicación lo lleva a sumergirse en la vida de otro, dolorosa y fatal… en otra historia con

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