San Manuel Bueno Martir

San Manuel Bueno, Mártir por Miguel de Unamuno se trata de la confesión de Ángela Carballino. Ella cuenta la historia de Don Manuel, llamado también San Manuel el Bueno y cómo influyó las vidas de todos que vivieron en el pueblo de Valverde de Lucerna. Las memorias de Ángela empezaron cuando tenía diez años y siempre estaba muy curiosa debido a los libros que leía. Cuando iba a la escuela las monjas siempre le preguntaban sobre su cura. Todo el mundo quería conocerlo. Cuando tenía quince años salió de su escuela y volvió a su pueblo. En esta época su pueblo amaba a Don Manuel. Don Manuel cuidaba y amaba a todos pero le dio la mayoría de su tiempo a los que lo necesitaba más, como Blasillo que era retrasado desde su nacimiento. Una gran cantidad de personas iban a su misa solamente para oír su voz y mirar lento y fijamente a su cara divina. No querían morir sin tomarle de las manos. Don Manuel perdonó a todos y no vio el mal dentro de la gente. El querría que todos estuvieran felices. Ángela le confesó sus pecados al cura pero él le aseguró que estaba preocupada porque había leído tanta literatura. Ella estaba fascinada con el Diablo y cómo Don Manuel, un hombre muy sabio, no creía en el infierno. Cuando Ángela tenía veinticuatro años, su hermano Lázaro volvió del Nuevo Mundo.

A Lázaro le molestaba el control que tenía Don Manuel sobre el pueblo entero. Aunque estaba indignado por la pobreza en Valverde de Lucerna y no era un hombre religioso, le prometió a su mamá, en su lecho de muerte, que iba a rezar por ella. Su última esperanza era que Don Manuel le convirtiera a Lázaro. Lázaro empezó a pasar tiempo con Don Manuel cerca del lago donde Don Manuel solía andar y pensar. Después de un rato, recibió la comunión y concedió la esperanza de su mamá. Poco después de la comunión, Lázaro admitió a Ángela que ni él ni Don Manuel tenía fe en Dios. Además no creían en la vida después de la muerte. Eso puso a Ángela muy disgustada y confrontó a Don Manuel. No negó lo que ha dicho su hermano sobre su fe en la vida eterna y en Dios. Don Manuel creía que a través sus sermones que daba, la gente podía vivir contenta, a pesar de sus propios sentimientos. Lázaro desarrolló una apreciación por Don Manuel, especialmente por la manera tan determinada que tenía para seguir lo que pensaba era correcto, a pesar de sus propios sentimientos. Pero Don Manuel estaba debilitándose ligeramente. No podía seguir enseñando la resurrección con el peso en sus hombros de que no creía en tal cosa.

Cuando se murió, la gente del pueblo lo veía como un segundo Dios. Lázaro tomó el papel de Don Manuel hasta su propia muerte y Ángela se fue del pueblo de Valverde Lucerna.

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