Tildacion especial: tilde roburica y enfatica
Exmanens19 de Junio de 2013
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TILDACIÓN ESPECIAL: TILDES ROBÚRICA Y ENFÁTICA
Cuando vimos diptongos/hiatos advertimos que cuando dos vocales contiguas: una alta con una baja o una baja con una alta y todo hace pensar que van a juntarse en una sola sílaba; sin embargo a la hora de pronunciar el hablante insufla fuerza en la débil (alta) convirtiéndola en fuerte. Como sabemos fuerte cerca de otra fuerte se rechazan y cada una va en una sílaba diferente: hiato acentual.
Esa fuerza –en la escritura– se patentiza con una tilde: esa tilde es la robúrica (recuérdese que robúrica deriva de robus:´fuerza’ ) y que también es excepción de la general, puesto que una palabra grave como púa no debía llevar tilde y es verdad que no lleva general por ser grave y las graves terminadas en vocal no se tildan, pero la tilde que luce es robúrica que señala el hiato. Lo mismo sucede con raíz –aguda terminada en z no debía ser tildada–, empero la tilde es robúrica y no general.
PRÁCTICA. Lea y además ubique las palabras que llevan tilde robúrica
Los Amish –grupo religioso protestante que llegó de Suiza a Pensilvania en el siglo XVII– crían a sus niños en base a una rígida disciplina familiar hasta que cumplen los 17 años. A partir de esa edad los jóvenes son autorizados y aún obligados a salir de la comunidad y vivir en el mundo que los rodea (están a dos horas de Nueva York). Entonces durante dos años experimentan el mundo de diversión ‘yanqui’: manejan autos, bailan desenfrenadamente, escuchan havy metal, beben alcohol, se drogan, tienen sexo sin límites,... en fin. Concluido el plazo, la comunidad les da a optar entre seguir en lo que están o regresar a ella. Esta institución se llama rumspringa.
Si bien más del noventa por ciento regresa, la experiencia es traumática, en tanto no constituye una auténtica opción –que para ser tal debe ser libre– para el joven amish. Se les enseña y exige a practicar lo bueno y distinguir lo malo, y de pronto son colocados brutalmente en el centro del mal.
Aunque la experiencia parece ser éticamente recusable, ¿deberíamos pedirle a la comunidad Amish que abandone la rumspringa y haga lo que hacemos nosotros, dado que “nos va tan bien”? Viene a cuento el relato, a propósito de la críticas y juicios severos que ha recibido una reciente ley española que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, con todas las consecuencias jurídicas que ello significa.
Esta ley ha resentido una zona del inconsciente colectivo de respetables sectores de la comunidad nacional, interesadísimo, desde siempre, en detener el reloj de la historia. Nuevamente ha surgido el alegato incontestable de aquellos que se refugian en lo sagrado. Con lo que costó separar el dogma del saber, ahora resulta que la ley española es un atentado a la familia cristiana. No entiendo. Conozco familias que no son cristianas pero que son un ejemplo espiritual y uniones cristianas que de familia –entendida como fragua de valores– no tienen nada.
Cuando se coloca a la libertad de orientación sexual en oposición a una creencia o dogma religioso, se repite el intento de colocar a las iglesias –encargadas oficialmente de administrar lo sagrado– en la función de legitimar los sistemas políticos, el conocimiento científico y también las costumbres cotidianas. Hace por menos siete siglos que este intento no sólo ha fracasado, sino que ha significado tortura y muerte; sacrificios humanos realizados, curiosamente, en nombre del amor. Repasemos algo de lo ocurrido.
Cuando en la Edad Media se estudiaban las escrituras sagradas y surgían opiniones distintas, prevalecía la del obispo, y si entre éstos había discrepancia, se iba a un concilio. De allí salía un santo, un hereje, una herejía y un dogma. En Nicea (325 d.C.) fue derrotado Arrio, quien sostenía que entre Dios (Padre) y Cristo (su hijo) había una relación de inferioridad. Triunfó San Atanasio y Arrio pasó a ser hereje al igual que sus seguidores, los arrianos. Adviértase que hereje viene del griego hairesis que significa opción. Lo que determinó que la doctrina cristiana se fuera perfilando en base a elecciones de incluir/excluir. Claro, hasta que se cargó la tinta y el dogma empezó a imponerse con sangre.
Los cátaros (puros en griego: de allí viene catarsis) o albigenses (por Albi su ciudad sede) practicaban un cristianismo sencillo y humilde. Una conducta sin duda alternativa y subversiva para el Vaticano. Así lo consideró el Papa Inocencio III y por eso aprobó en contra ellos una cruzada. Al rey de Francia le encantó la idea y la llevó a la práctica. Treinta y cinco años y miles de muertos después, toda la región de Languedoc pasó a ser francesa. En Beziérs degollaron a siete mil niños, mujeres ancianos que se habían refugiado en una iglesia. Se cuenta que el jefe de los cruzados, Simón de Monfort, un soldado de fortuna (mercenario quiero decir), le preguntó al delegado pontificio Arnaud-Amaury qué debía hacer el verdugo para no matar a todos los prisioneros, sino sólo a los herejes. El devoto Arnaud le respondió:”Matadlos a todos: Dios reconocerá a los suyos”.
Algunos siglos después, viviendo ya el milenio del vértigo, en donde el presente ha devorado al pasado como producto cultural y al futuro como creación posible, encontramos que hay personas que deben ser excluidas y relegadas del grupo social por haber cometido el pecado de ser. La homosexualidad es explicada en términos religiosos, como una enfermedad o una desviación, a pesar de que el dogma enseña que todos somos creados por Dios a su imagen y semejanza. Para superar las contradicciones, casi todas las doctrinas religiosas incorporan a su explicación del mundo un personaje antitético a su divinidad. Tal vez por eso Satanás viene del hebreo hashatan que significa adversario. No estoy afirmando que sea una coartada, pero es curioso que estos personajes terminen asumiendo todo aquello que, en la duda, podría serle imputado a la divinidad. Por eso no es extraño leer o escuchar que la homosexualidad es demoníaca.
¿Qué dice la ciencia de nuestra sexualidad? Que es consecuencia de una memoria sexual (evolución genética) moldeada por múltiples procesos de socialización; o que es un producto sólo de los condicionamientos sociales y culturales o, finalmente, que es resultado de una capital biogenético pero que suele ser afectado intensamente por factores sicológicos o socioculturales. Sea cual fuese la respuesta correcta. ¿es posible que desde la doctrina del amor se excluya a quienes –sin más razón que el dogma– se considera desviados?
¡Qué lástima! Por enésima vez y sin aprender nada de la historia, estamos apretando los dientes y ojos para no aceptar lo evidente. No olvidamos que lo esencial es que sea cual fuese la creencia religiosa que se tenga o practique, ésta debe tener como fin lograr la convivencia de todos en un orden social justo y solidario. Para ello, entre otros objetivos, es imprescindible redescubrir la alteridad, un valor que ha sido ocultado por los ideólogos de la sociedad actual, ahogada en la ambición y el lucro. Se trata de la aptitud ética para reconocer en el otro –quien, por ejemplo, se distingue cultural, social, sexual o políticamente de nosotros– a una persona legítima y legitimada, con plenos derechos y facultades.
Probablemente ahora más que nunca es imprescindible acercar la moral a las profesiones, a la política, inclusive a la vida doméstica. Pero se trata, sin duda, de una moral social que construyamos a partir de nuestros actos, de nuestras ilusiones colectivas, de nuestra fe inquebrantable en un mundo sin injusticia y desigualdad, y no de aquella que se fundamenta y prestigia en un folio inmemorial manchado con sangre seca.
Por lo demás, la preocupación local por el contenido de la ley española es tardía. En el Perú ya se había dado un paso en tal dirección. El Código Procesal Constitucional (Art. 37, inciso 1.), vigente desde diciembre pasado, permite interponer Amparo a toda persona discriminada por su orientación sexual, lo que significa que ésta ya tiene sustento constitucional.
Finalmente, el tema no se reduce ni resuelve en el plano normativo. Es mucho más sencillo: sólo hace falta que cada persona reconozca que está presente en el otro la esencia de lo que ella es.
LECTURA: Destaque la intención del autor y ubique seis ideas que le parecen impresionantes
“Esta tierra del Perú –escribió en 1529 el cartógrafo portugués Diego Ribeiro– descubrió Francisco Pizarro en el año 1527 y aquí alló oro y plata que rescató. La gente es de más razón que los de otras partes. Tienen ovejas (se refiere el autor a llamas, alpacas, vicuñas) de que hazen paños. Tienen grandes ciudades muradas y grandes casas de oración, donde van a adorar los ídolos”.
El cuerpo del Perú es una intensa y dramática geografía que reúne cumbres nepalesas, selvas tropicales, desiertos saharianos, tundras siberianas, playas caribeñas y verdes valles, vegas y quebradas.
Tres cadenas de montañas, que se anudan en Pasco y Vilcanota, como un gigantesco quipus planetario, están formadas por una veintena de cordilleras con 174 nevados de más 5.000 m.sn.m. y unos 30 picos de más 6.000 m., casi todos en los 180 km. de la Cordillera Blanca. En ésta destaca la más hermosa montaña del mundo: el Alpamayo, de 6.120 m.
Con 1’285,215 km2, 1% de la superficie terrestre, el Perú es 3er país en extensión en Sudamérica, 6° en América y 18° en el mundo. En conraste con los desiertos costeños, posee 821, 515 km2 de bosques –64 % del país– 84.7% de ellos en la Amazonía.
Todo ello está
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