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Werther

kesigoInforme17 de Diciembre de 2012

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10 DE MAYO

«Reina en mi espíritu una alegría admirable, muy parecida a las dulces alboradas de la primavera, de que gozo aquí con delicia. Estoy solo, y me felicito de vivir en este país, el más a propósito para almas como la mía, soy tan dichoso, mi querido amigo, me sojuzga de tal modo la idea de reposar, que no me ocupo de mi arte. Ahora no sabría dibujar, ni siquiera hacer una línea con el lápiz; y, sin embargo, jamás he sido mejor pintor Cuando el valle se vela en torno mío con un encaje de vapores; cuando el sol de mediodía centellea sobre la impenetrable sombra de mi bosque sin conseguir otra cosa que filtrar entre las hojas algunos rayos que penetran hasta el fondo del santuario, cuando recostado sobre la crecida hierba, cerca de la cascada, mi vista, más próxima a la tierra, descubre multitud de menudas y diversas plantas; cuando siento más cerca de mi corazón los rumores de vida de ese pequeño mundo que palpita en los tallos de las hojas, y veo las formas innumerables e infinitas de los gusanillos y de los insectos; cuando siento, en fin, la presencia del Todopoderoso, que nos ha creado a su imagen, y el soplo del amor sin limites que nos sostiene y nos mece en el seno de una eterna alegría; amigo mío, si los primeros fulgores del alba me acarician, y el cielo y el mundo que me rodean se reflejan en mi espíritu como la imagen de una mujer adorada, entonces suspiro y exclamo: «¡Si yo! pudiera expresar todo lo que siento! ¡Si todo lo que dentro de mí se agita con tanto calor, con tanta exuberancia de vida, pudiera yo extenderlo sobre el papel, convirtiendo éste en espejo de mi alma, como mi alma es espejo de Dios!» Amigo... Pero me abismo y me anonada la sublimidad de tan magníficas imágenes,».

12 DE MAYO

«No sé si vagan por este país algunos genios burlones, o si sólo existe dentro de mí la vívida y celestial visión que da apariencias de paraíso a todo lo que me rodea. Cerca de la ciudad hay una fuente, donde estoy encantado, como Melusina con sus hermanas. Siguiendo la rampa de una pequeña colina se llega a la entrada de una gruta; bajando después unos veinte escalones se ve brotar entre las rocas un agua cristalina. El pequeño muro que sirve de cinturón a la gruta, los corpulentos árboles que le dan sombra, la frescura del lugar, todo atrae y todo causa una sensación indefinible. «Ningún día paso menos de una hora en este sitio, al que las muchachas de la ciudad acuden por agua: ejercicio inocente y necesario que en otro tiempo desempeñaban las mismas hijas de los reyes. Sentado aquí, pienso con frecuencia en las costumbres particulares, veo a los hombres de antaño hacer sus conocimientos y buscar sus mujeres en la fuente; sueño con los genios benéficos, moradores de los arroyos y manantiales. El que no sienta lo que yo siento no sabe lo que en un día de verano es la saludable frescura de un riachuelo después de una jornada penosa.»

13 DE MAYO

«¿Me preguntas si debes enviarme mis logros? ¡Por Dios, hombre, no me abrumes con ese aumento de equipaje! No quiero que me guíen, que me exciten, que me espoleen: aquí me basta mi corazón. Sólo echaba de menos un canto que me arrullase, y he encontrado en mi Homero más de lo que buscaba. ¡Cuántas veces templo con sus versos el hervor de mi sangre! Porque tú no conoces nada más desigual, ni más variable que mi corazón. Amigo mío: ¿necesitaré decírtelo, a ti que has sufrido más de una vez viéndome pasar de la tristeza a la alegría más alborotadora, y de una dulce melancolía a la pasión más violenta? Trato a este pobre corazón como a un niño enfermo, le concedo cuanto me pide. No se lo cuentes a nadie, que no faltaría quien dijese que con ello cometo un crimen.»

15 DE MAYO

«Ya me conoce y me quiere la gente humilde de estos lugares: sobre todo los niños. Cuando al principio me acercaba a ella, le dirigía amistosamente tal o cual pregunta, había quien, recelando que quería divertirme a su costa, me volvía la espalda sin pizca de urbanidad. No me desanimaba esto, pero me hacía pensar con insistencia en una cosa que antes de ahora he observado, y es que los que ocupan cierta posición social se mantienen siempre impasibles a cierta distancia de las clases inferiores del pueblo, como si temieran mancharse con su contacto, habiendo también calaveras y bufones que fingen acercarse a esta pobre gente, cuando su verdadero objeto es hacerle sentir con más fuerza el peso de la voluntad. «Bien sé que no somos iguales ni podemos serlo; pero, en mi opinión, el que cree preciso vivir alejado de lo que se llama pueblo para que éste le respete, es tan despreciable como el mandria que se oculta de sus enemigos por temor de que le venzan. «Hace poco estuve en la fuente y encontré en ella a una criadita, que, habiendo colocado su cántaro al pie de la escalinata, buscaba con la vista a alguna de sus compañeras para que le ayudase o colocárselo sobre la cabeza. Bajé, y fijando en ella mi mirada le dije: «¿Quieres que te ayude, hija mía?» «¡Oh señor!...», balbució, poniéndose roja como una amapola. «¡Bah!, fuera escrúpulos...» La ayudé a salir del apuro, me dio las gracias y se fue.»

17 DE MAYO

«He hecho conocimientos de todos géneros, aunque sin formar sociedad con nadie. Algún atractivo, que no me doy cuenta, debo de tener para muchas personas que espontáneamente se me acercan con deseos de intimar; por mi parte, siento el separarme de ellas cuando sólo un breve rato seguimos el mismo camino. Si me preguntas cómo es la gente de este país, te diré: «Como la de todos.» La raza humana es igual en todas partes. La inmensa mayoría emplea casi todo su tiempo en trabajar para vivir, y le abruma de tal modo la poca libertad de que goza, que pone de su parte cuanto puede para perderla. ¡Oh destino de los mortales! «Por lo demás, la gente es buena. Si algunas veces me entrego con ella a placeres que aún quedan a los hombres, como son el charlar alegre, franca y cordialmente en torno a una mesa bien servida, organizar una expedición al campo, un baile u otra diversión cualquiera, me encuentro en mi elemento, con tal que no se me ocurra entonces la idea de que hay en mí otra porción de facultades que debo ocultar cuidadosamente, por más que se enmohezcan no ejercitándolas. ¡Ah!, esto desgarra el corazón, pero el hombre nace para morir sin que le hayan conocido. ¡Ay! ... ¿Por qué no existe ya la amiga de mi juventud? ¿Por qué la conocí? Me diré a mí mismo: «¡Insensato! Buscas lo que nadie encuentra en la tierra.» Y, sin embargo, yo lo he encontrado; yo he poseído aquel corazón, aquella alma superior, en cuya presencia me figuraba ser más de lo que soy, porque era cuanto yo podía ser. ¿Qué fuerza de mi espíritu, Dios mío, estaba entonces paralizada? ¿No podía yo desplegar ante ella la maravillosa sensibilidad con que mi corazón abraza el universo? ¿No era nuestro trato una cadena continua de los más delicados sentimientos, de los ímpetus más vehementes, cuyos matices, hasta los más superficiales, brillaban con el esmalte del talento? Y ahora..., ¡ay! Tenía algunos años más que yo, y ha llegado antes al sepulcro. Jamás olvidaré su privilegiada razón y su indulgencia más que humana. Hace algunos días encontraré a M. V., joven franco y expansivo, y de una fisonomía que revela felicidad. Ha acabado sus estudios y, sin presumir de genio, está convencido de que no todos valen lo que él. Mis observaciones atestiguan que es laborioso; en resumen, sabe algo. Habiendo averiguado que dibujo y poseo el griego (dos fenómenos en este país), cultiva mi amistad alardeando frecuentemente de erudito, pasa revista desde Bateux hasta Wood, desde Piles hasta Winkelmann, y me ha asegurado que conoce la primera parte de la teoría de Sulzer y que tiene un manuscrito de Heine sobre el estudio del arte antiguo. Yo le dejo hablar. «También he hecho conocimiento con el juez, hombre excelente y de un carácter abierto y leal. Dicen que es delicioso verle rodeado de sus nueve hijos, y todo el mundo se hace lenguas de la hija mayor. Me ha ofrecido su casa, y un día de éstos le haré mi primera visita. Por permiso que le han concedido después de la muerte de su mujer, vive en una casa de campo, del príncipe, a legua y media de la ciudad. Ésta y la morada que en ella tenía habían llegado a serle insoportables. Por último también he encontrado aquí algunos entes en los cuales todo me parece fastidioso, y más fastidioso que nada, sus demostraciones de afecto. «Adiós: esta carta te agradará; es historia desde el principio hasta el fin.»

22 DE MAYO

«Muchas veces se ha dicho que la vida es un sueño, y no puedo desechar de mí esta idea. Cuando considero los estrechos límites en que están encerradas las facultades intelectuales del hombre; cuando veo que la meta de nuestros esfuerzos estriba en satisfacer nuestras necesidades, que éstas sólo tienden a prolongar una existencia efímera; que toda nuestra tranquilidad sobre ciertos puntos de nuestras investigaciones no es otra cosa que una resignación meditabunda, y que nos entretene-mos en bosquejar deslumbradoras perspectivas y figuras abigarradas en los muros que nos aprisionan; todo esto, Guillermo, me hace enmudecer. Me reconcentro en mí mismo y hallo un mundo dentro de mí; pero un mundo más poblado de presentimientos y de deseos sin formular, que de realidades y de fuerzas vivas «Cuantos se dedican a la enseñanza convienen en que los niños no saben darse cuenta de su voluntad; pero, por más que para mí sea una verdad inconcusa, no creerán muchos que los hombres como los niños, caminando a tientas sobre la tierra, ignorando de dónde vienen y adónde van, son poco menos que autómatas y, exactamente como los niños, se dejan gobernar con juguetes, confites y azotes. «Te

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