Geografía espacial de una ciudad nuclear, La Obra del Siglo
Danil MassipEnsayo7 de Noviembre de 2019
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Danil Massip Formenov
Professor Carolyn Fornoff
SPAN 468
6 May 2019
Geografía espacial de una ciudad nuclear, La Obra del Siglo
“Earth, we might say, is a single reality composed
of a diversity beyond all understanding or description”
Thomas Berry
Introducción
El “cosmos” es comúnmente imaginado y recreado como el espacio exterior al planeta Tierra, donde su inescrutable inmensidad es interpretada por narrativas de ciencia ficción, en su mayoría futuristas. El espacio singular del “cosmos” pocas veces es analizado desde la memoria, desde el recuerdo de una época espacial gloriosa ubicada en la memoria colectiva de una nación. Cuba, durante su amistad con la Unión Soviética jugó algunos roles históricos relevantes durante la Guerra Fría y llegó a alcanzar el espacio estelar. El objetivo de este ensayo, sin embargo, es explorar el espacio “cosmos” como significante de otros ámbitos sociales desde una perspectiva ecocrítica, cultural y geográfica; a la vez que el espacio físico de una pequeña ciudad, “ambiente construido” por el ser humano, ayudará a entender los comportamientos particulares que existen en individuos de diferentes generaciones. En particular revisaré cómo el concepto “cosmos” adquiere diferentes connotaciones en la formación de identidad nacional y su interrelación con el ambiente natural y social en la película cubana La Obra del Siglo (2015).
Entre las diferentes lecturas de “cosmos” se hallan tres semánticas esenciales: primero, cosmos como espacio extra terraqueo; segundo, como lo opuesto al caos, orden, organización; y por último, “cosmos” como mundo o civilización. En su libro “Cosmos and Hearth” (1996), el geógrafo Yi-Fu Tuan afirma que la ciudad representa la imagen más poderosa de ‘cosmos’ y como tal se encuentra diametrálmente opuesta a la naturaleza terrestre en dos aspectos principales: organización estructurada y vida orgánica pura. Para Tuan “cosmos” representa sociedad, civilización, mundo, y es este espacio el cual necesita una estabilización para entrar en balance con el hogar y la naturaleza (p. 14). Esta acepción de “cosmos” guiará parte de este ensayo en cuanto al análisis social del pequeño espacio, hábitat de no más de diez mil humanos, de Ciudad Electro-Nuclear (CEN), acercando el poblado de edificios a dinámicas de conducta intergeneracionales y de su memoria fundacional.
De igual manera, y con distinto enfoque, tiene reflexionar sobre el “cosmos” como espacio geográfico. Sam Mickey (2018), ofrece una visión amplia del “cosmos” como categoría de estudio científico y aclara “ecology is cosmology functioning at the scale of terrestrial coexistence” (p. 153); de esta forma, ubica a la ecología junto a la cosmología como ramas de estudio cruciales para el entendimiento del planeta y de los procesos de equilibrio entre sociedad y naturaleza a los cuales se refiere Tuan. Cierto es, que detrás de toda ciencia hay una forma de pensar y ver el mundo, la cosmología no escapa a esta afirmación; al respecto Mickey (2018) señala: “The complicated challenge of coordinating human-Earth relations into a just and sustainable planetary civilization is the focus of cosmopolitics” (p. 155). La cosmopolítica es una de las filosofías que da orden y entendimiento al actuar humano en la era del Antropoceno, esta arrojará algunas luces en la interpretación a los viajes espaciales que figuran metafóricamente en La Obra del Siglo. Mickey y Tuan concuerdan en el desbalance existente entre el andar humano y la naturaleza. El “cosmos” para ellos ofrece la posibilidad de entendimiento y equilibrio en esta relación convulsa.
Aunque La obra del Siglo no es un texto ecológico tradicional la exploración que ofrece del espacio cercano, la casa; del espacio exterior, la sociedad; y del cosmos espacial, en relación con la memoria histórica cubano-soviética, nos permite indagar en la construcción humana de espacios, ciudades y realidades rurales en abandono.
La historia cinematográfica y su contexto histórico
El segundo largometraje de Carlos M. Quintela La Obra del Siglo, ganadora del Hivos Tiger Award en el Festival de Cine de Rotterdam 2015, narra la historia de una familia de tres hombres de diferentes generaciones Abuelo, Padre, hijo, que viven bajo un mismo techo y junto a Benjamín, el pez. Viven en la Ciudad Electro-Nuclear: “En 1976 Cuba y la Unión Soviética firmaron un acuerdo para construir dos reactores nucleares en la región de Juraguá, Provincia de Cienfuegos . . . Esta historia transcurre en la Ciudad Electro-Nuclear (CEN), residencia construida para los futuros trabajadores de la Planta Nuclear de Juraguá,” se lee en el intertítulo introductorio del film, los cuáles con su estética computarizada de los años 80´s y el sonido de tipeo digital electrónico nos invitan desde el primer momento a pensar en las tecnologías futuristas del pasado, ubicando así al espectador en un entorno cinematográfico ambiguo.
La historia de esta pequeña ciudad es contada en el presente a través de los tres personajes principales y en el pasado a través de videos de archivo de televisión local. Esta forma de representación de la memoria define la dualidad genérica del filme, sobre lo cuál su director Machado Quintela precisa, “que sea un híbrido la hace menos accesible . . . Y llega un momento en que se hace un nudo y los dos ámbitos son lo mismo. Todo es ficción, todo es documental, todo es un proyecto.” Híbrido podría ser el término que da exactitud a la ambigüedad de esta ciudad, pues no constituye una urbe cosmopolita pero támpoco es un típico pueblo de campo con casas, parcelas y terrenos. El bizarro espacio es un conjunto de edificios levantados en una llanura estéril entre el mar y una planta de energía nuclear.
La narración principal transcurre en un tiempo reciente, año 2012 según un subtítulo inicial. Esta, se cuenta con imagen en blanco y negro, o mejor decir, escala de grises, decisión estética que contrasta con los videos de archivo en color, acercando ese pasado televisivo lleno de idealismo triunfalista típico de aquellos tiempos, y con esto permite que la memoria sea más vívida y cercana en relación al dramatismo monocromo de Ciudad Electro-Nuclear en la actualidad, donde la monotonía, la escasez material y decadencia llenan la realidad del presente gris de esta urbanidad.
Durante los casi treinta años que Cuba obtuvo la ayuda económica, política y militar de la Unión Soviética, también los cubanos llevados de la mano por los soviéticos miraron al cosmos. Miraron como quien observa un triunfo colonizador, símbolo del avance tecnológico, económico y social de la isla en la esfera internacional. Este capítulo de la historia se cuenta en la película a través de los videos de archivo donde se ve al primer cosmonauta de América Latina, el cubano Arnaldo Tamayo, que junto a una expedición rusa en 1980 llegó a visitar el espacio exterior y estuvo durante siete días en la estación espacial Saliut 6.
Luego de la caída del campo socialista, este hecho fue visto en el imaginario popular como una anécdota cuasi-humorística de un pasado ajeno a la realidad cubana y la forma en que es narrado por Quintela, acompañando las imágenes de una música electrónica de la época con tono jubiloso así lo reafirman. Un plano de un alto edificio multifamiliar abandonado abre y cierra la secuencia, simulando el despegue de un cohete a través del sonido extra-diegético de motores de propulsión y cuenta regresiva en idioma ruso. La imagen o mención al cohete inter-espacial se repite en varias ocasiones durante película, sugiriendo así un viaje, una salida o un escape al tiempo, al espacio a la memoria. Sin embargo, y el mismo astronauta uniformado lo cuenta en las imágenes de archivo insertadas: el acontecimiento del primer cosmonauta cubano en el cosmos más allá de la unión y máxima extensión de colaboración científico-técnica de dos países socialistas en diferentes hemisferios del mundo significó un triunfo político de la guerra fría. Teniendo esto en cuenta, algunas preguntas invitan a la reflexión: ¿cuál es la relación del viaje cósmico sugerido en “La Obra del Siglo” con la sociedad cubana de hoy? ¿cómo un época cosmológica en la memoria colectiva histórica nos ayuda a entender a los personajes de Ciudad Electro-Nuclear?
La casa, geografía extraviada de tres generaciones.
En un extremo opuesto al cosmos (ciudad, civilización) se ubica el hogar, “hearth” para Tuan, quien además afirma que “the life path of a human being moves naturally from “home” to “world”, from “hearth” to cosmos” (p. 2). La Obra del Siglo ejemplifica esta transición natural entre el “espacio hogar” y el “espacio ciudad” narrando la compleja interacción entre los habitantes de esta casa y sus diferentes posiciones frente al “cosmos” ciudad que representa Ciudad Electro-nuclear.
Rafael, el protagonista, un ingeniero graduado en la URSS, personifica la generación intermedia, aquella que eran niños o estaban por nacer a la llegada de la Revolución Cubana. Él, es el puente entre el pasado pre-revolucionario encarnado por la figura de Otto, su padre, y la generación más joven representada por su hijo, Leo, la cual creció en la era post-perestroika. Esta última generación es más abierta hacia el mundo exterior y desnaturalizada del sentido de la revolución socialista; sus ambiciones se encuentran fuera del espacio “hogar” y desconectado del sentir revolucionario. Leo quiere tatuarse otro “muñequito”, como le dice el abuelo a sus tatuajes, uno donde se lea Uranio-235, el “átomo mineral radiocativo” que debió constituir combustible nuclear de la planta energética. El joven regresa a su ciudad involuntariamente tras romper con su novia, y a pesar de no ver futuro en el sitio donde creció, marcar su antebrazo visiblemente con el elemento químico que dió origen a la energía, a la central y a la ciudad, crea una conexión localista-corporal con su tierra natal. Para Tuan (1977), “homeland” es un lugar indeterminado entre el “hogar” y el “universo”, “is an important type of place at the medium scale” (p.149). Este sitio intermedio y confuso denota la ambigua interacción de Leo con su tierra, alegoría del doble sentimiento amor-odio de la generación cubana post-perestroika. Estos, por un lado rechazan el sitio donde viven, y escapan; al mismo tiempo, se apropian de los símbolos locales como parte su identidad. Una actitud que reniega su espacio originario pero del cuál dependen simbólica e identitariamente para ser si mismos.
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