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Lo simbolico como medio de aproximación al paisaje


Enviado por   •  8 de Abril de 2020  •  Ensayos  •  2.190 Palabras (9 Páginas)  •  136 Visitas

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Lo simbólico como medio de aproximación al paisaje.

En la última mitad de los años sesenta, la recuperación del paisaje aparece en la obra de numerosos artistas, especialmente en los minimalistas, earthprojects, obras donde el arte y el entorno se unen inextricablemente. El paisaje no constituye únicamente el tema de este tipo de arte, sino también su locus y su materia prima. Podemos encontrar en la obra de los artistas que abordan esta temática una búsqueda en la creación de símbolos que afirmen su obra con el paisaje circundante. Cuando nos referimos al paisaje incluimos un estrecho vínculo con la cultura y las personas, podríamos decir que el paisaje es la sumatoria de la cultura y el territorio.

En relación a esto, se analizará la obra del artista Andy Goldsworthy y la obra del arquitecto Peter Zumthor, dos autores en cuya obra podemos encontrar una interesante búsqueda de aproximación al paisaje.

La sugerencia de que el arte puede inspirarse en aspectos de forma, materia y contenido del contexto topográfico y cultural donde se ubica contribuyó al desarrollo de un fenómeno conocido como “escultura específica del lugar”

La arquitecta Alessandra Ponte[1], autora de ensayos sobre paisajes extremos en América del Norte, sugiere que “estas obras, que relativizan la comprensión del espacio, representan un papel tradicional: la expresión/representación de una relación cultural entre el hombre y el entorno, el hombre y la naturaleza, lo construido y lo no construido”

“El arte generado a partir de un lugar, que algunas veces parece un  cruce entre escultura y arquitectura del paisaje, juega un papel cada vez más determinante en el espacio público contemporáneo”

La consagración de la primavera: Land Art y pensamiento salvaje.

“... Para los primitivos, los minerales (sobre todo las piedras y las rocas) son algo muy distinto que para nosotros. Según los indígenas de las indias holandesas (...), los animales y las plantas mueren, pero no las piedras. Ellas participan pues de su naturaleza y tienen derecho al mismo respeto que aquélla (...). El primitivo pasará cerca de una roca o de una piedra cualquiera sin prestarle atención. Pero por poco que alguna cosa de la misma detenga su mirada y dañe su imaginación, bien porque la forma sea extraña, su posición curiosa, o su dimensión anormal, el acto revestirá el carácter que los papúes del delta del Purari denominan imunu. Estos objetos, por estar cargados de fuerza mística, pueden ejercer sobre la suerte del indígena y de los suyos una influencia dichosa o nefasta. Probará, según sea el caso, de evitarla, conciliarse con esa fuerza o incluso captarla. Si llega a apropiarsela, aumentará por ello su propio imunu”.

Lucien Lévy-Bruhl, El alma primitiva (1927).[pic 1]

Cuando el primitivo es capaz de captar objetos o fenómenos dotados de una fuerza mística, se estaría apropiando, según Lévy-Bruhl[2], de la energía, del misterio de imunu, de todo aquello que lo sobrepasa, momento a partir del cual sería capaz de establecer un diálogo que más tarde pasará a ser un juego alternativo de mutuos dominios.

En la imagen de la izquierda se observa una obra de Andy Goldsworthy (Arch, 1982) la cual muestra un paisaje presidido por una compleja construcción a base de piedras planas, donde parece que la energía de la piedra no sólo ha sido ya trasvasada a quien ha sido capaz de captarla, sino que éste es capaz a su vez de devolvérsela por medio de la creación de una estructura sustentable, un arco, fruto de su pericia genuina, y que además se pone al servicio de la construcción de un paisaje: el primer arco, una estructura tremendamente audaz basada en un manejo estrictamente empírico de la piedra, pero dotado también de una dimensión estética.

Así de manera que el hombre primitivo utiliza las piedras como una forma de trascender en el tiempo, de perpetuar un mensaje, Andy Goldsworthy, toma esta premisa e interviene el paisaje desde una reinterpretación de las piedras, logra relucir, poner en evidencia la energía que llevan con sigo, sin romper la armonía propia de un paisaje natural, compone una nueva pieza que encaja en el mismo.

Contrasta con la eternidad misma de las piedras puesto que la obra de Goldsworthy no trasciende en el tiempo, de hecho, muchas de sus obras se consideran arte efímero, desaparece por acción de la naturaleza, una rafaga de viento, el sol que calianta sus obras en hielo y las convierte en agua, la marea que sube y arrastra su escultura… es decir, desaparece debido a la interacción misma que tiene la obra con el paisaje.

La obra de Andy Goldsworthy establece una simbiosis con el paisaje y entorno donde se encuentra, esta compuesta por elementos del mismo entorno, es una obra viva, tiene un momento determinado de creación, un principio, un acotado tiempo que está en pie y finalmente se volatiliza con la acción del mismo entorno con la cual fue creada. Su obra nace, alcanza su máximo esplendor y finalmente se marchita, como si de un ciclo vital se tratase.

Cuando se le pregunta al autor sobre la característica efímera de su obra y su ciclo de vida él responde:

“... Cada obra tiene su una vida. Pienso que hay un momento en el que alcanza su cima y, si fracasa antes de alcanzar ese momento, es una vida terrible. Es la peor pérdida. Cuando se hunde después de estar acabada, la pérdida es también muy dolorosa, pero aceptable. Y el reto consiste en ver la belleza en esa pérdida. De hecho, el viento que la convierte en líneas se vuelve hermoso a medida que la obra se desintegra lentamente. Tanto, que es difícil calificarlo de mera decadencia. (...) Es interesante que los grandes proyectos que llevamos a cabo a menudo (...) cuando están acabados, es el momento en el que empieza a decaer y cambiar. Cuando yo acabo los proyectos es cuando ellos empiezan su vida. Y son igualmente vulnerables al futuro. Nunca sabes qué tipo de vida va a tener la obra. (...) Hago un seguimiento de estas esculturas y veo cómo cambian. En algunos lugares, las esculturas tienen una fuerte naturaleza social.” [3]

Andy Goldsworthy, 2017

Arquitectura como entorno.

“Me encanta la idea de hacer un edificio (...) que se convierta en parte de su entorno. (...) Se trata, para mí del entorno que pasa a ser parte la vida de la gente.(...) Quizá, 25 años más tarde, se acuerden inconscientemente de algún edificio en particular, (...) sin saber quiénes son sus arquitectos, (...). Peso si la imagen e que las cosas están ahí (...) pero que te han conmovido o ayudado.”[4]

Peter Zumthor, 2006

La capilla Bruder Klaus, obra de Zumthor, se trata de un monolito vertical de 12 metros de altura en el que su forma fuerte hace que se distinga desde lejos. Su peculiar geometría propone así una experiencia perceptiva. Su estructura se construyó mediante un encofrado elaborado con troncos procedentes de la zona, remontando a una variante del sistema ancestral de construcción de tienda de campaña, que se retoma aquí con materiales de bajo impacto ambiental y métodos naturales. El hormigón se elaboró con grava de río, cemento blanco, agua y arena amarilla rojiza para lograr los distintos tonos del hormigón.

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