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Memorias De Un Loco


Enviado por   •  30 de Noviembre de 2013  •  778 Palabras (4 Páginas)  •  493 Visitas

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“Memorias De Un Loco”

Nicolai V. Gogol

La única diferencia entre un loco y yo, es que el loco cree que no lo está, mientras yo sé que lo estoy. Salvador Dalí

Una vez más, como debe de ser con cualquier obra espléndida, es puesta en escena el monólogo de Gogol, pero en esta ocasión adaptada e interpretada por Luis Beltrán en el recinto Felix Azuela. Escrita entre los años de 1834 y 1842, Gogol crítica en ella el sistema tan capitalista, burocrático y social en ese entonces, y en el que lamentablemente ahora, nos encontramos, de ahí es que puede llegar a ser contemporánea. También lo recalca Beltrán de manera más explícita a lo largo de la obra.

Un actor solo, una escenografía simple, idónea para lo que estamos por presenciar sobre el escenario. Estos son los elementos que nos transportan a la geografía de la mente de un hombre, la cual se desdibuja bajo el peso de una sociedad rígida y aplastante. Un ser que frente a sus obsesiones -o por efecto de ellas- ve cómo los puentes imaginarios que nos unen con una realidad única y definida se van esfumando.

Al inicio de la puesta en escena el actor sigue, de forma realmente evidente, y como todos esperarían, la forma cronología, e incluso gran parte del léxico, de la traducción de la obra. Con lo anterior nos podíamos adelantar en que el espectáculo, al igual que en el cuento sería, realmente vistoso. Aunque se pudiese observar fallos realmente colosales en la iluminación, se podrían ignorar fácilmente gracias a la actuación, inicial, del ponente.

El actor con una amplísima gama de matices dramáticos se mueve por todo el escenario y se sumerge, y con él al público, por los caminos atormentados de la vida de Poprishchin. Un burócrata que, como una roca sometida al constante choque de los elementos, se va erosionando; la cordura del personaje de este monólogo de Nikolai Gogol se desintegra ante nuestros ojos. En una Rusia, en donde la sociedad se mueve entre vicios y acciones que se parecen peligrosamente a los que todavía hoy vivimos, vemos a Luis Beltrán interpretar, dueño absoluto del escenario, a un personaje que se deja llevar, preso solamente de fragmentos de realidad que ya han sido arremetido por el gran caudal del rio desbocado de su mente.

Conforme avanzaba la presentación se puede observar, al principio de una forma muy tenue y posteriormente de forma totalmente drástica, los cambios que tuvo que realizar el actor para atraer la atención de su joven público. Al principio fue divertido, hizo jocosa y amena una puesta en escena que no lo necesita. Sin embargo no todo podía ser así de bueno.

Un funcionario de la burocracia ucraniana del siglo XIX nos va mostrando, a través de las anotaciones en su diario íntimo, cómo en medio de la rutina de su trabajo y las pequeñas humillaciones cotidianas

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