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Oxfrod en Todas las Amas. La polémica por "El Último Viaje de Robert Ryland"

dsanapaEnsayo19 de Marzo de 2022

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OXFORD EN TODAS LAS ALMAS. LA POLÉMICA POR “EL ÚLTIMO VIAJE DE ROBERT RYLAND”

Cuando uno lee la obra de Javier Marías, Todas las Almas, y por otro lado ve la película dirigida por Gracia Querejeta El último viaje de Robert Rylands, le es difícil creer que el filme estuviese inspirado en la novela del autor madrileño. Lo cierto es que sí, la película de Querejeta está basada en esa obra, es una “adaptación libre” según se nos indica en los créditos. Primeramente, sería bueno saber qué es lo que hace que una adaptación sea fiel o no. Es un tema complicado, pero lo que todos entendemos por fidelidad en estos casos es, básicamente, la exactitud con la que una obra reproduce lo que pasa en otra. Ciñéndonos a esto, sería realmente aberrante decir que El último viaje de Robert Rylands es fiel a Todas las almas. Y tras acabar de verla uno piensa: se trata, efectivamente, de una adaptación muy libre. La película difiere enormemente de la novela y no es de extrañar que productor y directora por una parte y escritor por otra hayan terminado en los tribunales. Lo que intentaremos será analizar en qué consisten esas diferencias, es decir, cuál era la intención de Marías, cuál la de Querejeta, qué es lo más importante en la trama de la novela, cuál es el tema fundamental en la obra, cómo se nos describen los espacios en los que ocurre la historia

Lo común entre los dos textos es que la acción se sitúa en Oxford y que uno de sus protagonistas es español. A parte de eso, todo lo demás está bastante desvinculado. Entonces, ¿por qué se conoce la película como una “adaptación” de la novela? ¿Hasta qué punto puede alguien llamar a su obra “adaptación” (aunque sea libre) de algo de lo que sólo toma un par de nombres y una vaga localización? Esta localización, Oxford, será la primera gran cuestión que analizaremos en el trabajo: cómo está representada en la novela y cuál es su correspondencia en la película. Oxford, en la novela, juega un papel fundamental. Se describe con mucha riqueza, puesto que las vivencias de nuestro protagonista tienen lugar, en su gran mayoría, en las calles, en la universidad y en algunas casas de esta ciudad inglesa. Oxford se concibe como un lugar opuesto a la ciudad natal de nuestro principal personaje. Localizado en una isla, simboliza esa antítesis que se traduce en el malestar del personaje, algo, sin duda, fruto de la diferencia entre los dos lugares y la distancia. En Oxford, “el español” es un extranjero, alguien del que no se conoce ni su infancia ni su juventud madrileñas, algo que, a pesar de que al principio pudiera ser incluso apetecible por el hecho de pasar desapercibido, se transforma en un sentimiento de extrañeza y en incluso el hastío que siente el narrador de la novela. Para él Oxford representa un mundo aparte, es una ciudad estática con unos habitantes estáticos, que no cambian. Esto está muy bien representado en la figura de Will, el portero del “college” al que acude nuestro protagonista a impartir sus clases. Éste, dependiendo del día, se sitúa en una época distinta, y llama a la misma gente con diferentes nombres. Es como si estas nuevas personas que entran al “college” no avanzaran, es como si fueran siempre aquellos personajes de hace siglos que el anciano se encarga de rememorar día sí y día también. De ahí la idea de ciudad estática o habitantes estáticos. También es estático el gris del cielo de Oxford, lo cual se convierte en otra oposición con respecto a Madrid, otra de tantas.

Lo que también es curioso sobre la ciudad de Oxford en la novela es el nuevo punto de vista que Javier Marías nos aporta. La idea tradicional que se tiene en España sobre esta ciudad inglesa es la de una ciudad ejemplar, una ciudad que cuenta con una de las universidades más prestigiosas de todo el mundo y donde todo parece “estar hecho bien”. Es decir, aquí, por lo general, la gente toma Oxford como un ejemplo a seguir en el camino hacia la erudición y el buen hacer. ¿Qué queda de esto en Todas las Almas? Más bien poco. Lo que queda, sobre todo, es la sensación de que allí cosas tan “reprobables” como fisgonear es de lo que más gusta hacer, de todo el asunto académico nuestro narrador nos cuenta muy pocas cosas e incluso nos dice que allí trabajar se trabaja poco; suponemos que por algo será. Para empezar, los banquetes (high tables) que se dan alumnos y profesores (sobre todo estos últimos, parece ser) son un auténtico espectáculo en el sentido más peyorativo de la palabra. Conversaciones absurdas, protocolo aún más inverosímil, profesores laureados y sumamente respetables borrachos a más no poder, etc. Todo ello muy ejemplar, al igual que las relaciones entre profesores, llenas de celos, competitividad extrema, hipocresía y demás sentimientos positivos. No se trata de poner a Oxford a la altura del betún, sino de dar una visión más realista que contraste con la idealización que en España se tiene de aquel lugar. “No es oro todo lo que reluce” vendría muy bien a este caso, como a la relación entre Edward Bayes y Clare Bayes por ejemplo, adúltera por completo, cosa que discutiremos más adelante.

Siguiendo con esta nueva perspectiva que se nos ofrece de Oxford, podemos decir que lo que diferencia a nuestro protagonista de la gente, de las almas que habitan Oxford, es el hecho de que él no va a quedarse allí. Es decir, él puede imaginar cómo será su vida fuera de esa ciudad, cuando vuelva a Madrid. Los que están allí no, ellos permanecerán en esa ciudad estática, totalmente privados de fantasear con lo que vendrá después, pues lo que vendrá después seguirá siendo el mismo Oxford de siempre. El narrador no, pues fantasear con qué pasará, qué será de su futuro lejos de allí es lo que le da vida y no lo convierte en otra alma muerta más (aunque en sus dos años de estancia se acercara a ello), enterrada en la vieja y constante Oxford. Un claro ejemplo de este acercamiento a ser un alma sin vida queda reflejado en los pensamientos del protagonista sobre el cubo de basura. ¿Qué sentido tiene pensar que lo que vamos echando en el cubo de basura día a día constituye una obra de arte? Éste es un claro síntoma de que la rutinaria y cíclica vida oxoniense está haciendo mella, porque tratar de buscarle sentido a la vida a través de un cubo de basura no puede significar nada bueno. Se trata simplemente de una metáfora que refleja “ese algo” de la vida que nos hace aferrarnos a ella. En Oxford había que buscar ese algo, y eso es precisamente lo que trataba nuestro protagonista a través de pensar filosóficamente sobre un cubo de basura y buscando libros antiguos de forma obsesiva por las viejas librerías de la ciudad. Todo esto, sobre todo ir de librería en librería, le ayudaba a evadirse de esa monótona realidad que iba apoderándose de él.

Llegados a este punto, ¿cómo podemos comparar el Oxford de la novela con el Oxford de El último viaje de Robert Rylands? Se hace complicado, porque poco tienen que ver uno con otro. El Oxford descrito por Javier Marías es demasiado complejo como para poder ser llevado al cine de una forma totalmente fiel. En la película, como ya dijimos antes, Oxford es una simple localización para que los hechos se puedan producir, y todo ese significado metafórico de la monotonía, lo estático, y su comparación con Madrid brilla por su ausencia; no hay apenas rastro del Oxford de la novela. La película se desarrolla en Oxford pero podría haberse ambientado en cualquier ciudad inglesa que contara con una universidad, pues lo que vemos de Oxford es precisamente el “college” donde Juan “el español” da clases, un par de casas y zonas verdes con ríos atravesándolas. Esta comparación (si se puede considerar comparación) nos lleva al segundo gran bloque de este trabajo: intentar comparar diversos aspectos entre la novela y la película para posteriormente establecer cuál es el grado de fidelidad de esta última con respecto a la primera.

Ya hemos visto que poco tiene que ver el espacio en el que se desarrolla la obra con el de la novela, a pesar de tratarse de la “misma” ciudad. Lo que compararemos ahora será la trama de la historia en sí, dejando Oxford a un lado. ¿Cómo se nos cuenta la historia? ¿Cómo actúan los personajes? ¿Qué relaciones se establecen entre ellos? Para empezar, Todas las almas cuenta la historia desde la primera persona, desde el punto de vista del hombre español que está dos años impartiendo clases en Oxford. Esto no ocurre en la película, sino que el español es sólo otro personaje más, sin mayor importancia sobre el resto. Es Robert Rylands, sin embargo, el que parece adoptar esa figura de “narrador”, de protagonista en la película. Siguiendo por este camino, las historias de los demás personajes apenas se corresponden. En la novela, Clare Bayes es un personaje muy importante puesto que la mayoría de los pensamientos de nuestro protagonista se centran en ella, pues es su amante durante su estancia en Oxford. Clare es, a su vez, la mujer de Edward Bayes. Este último tampoco existe en la película, es más, lo más cercano a Clare en el filme sería Jill pero en realidad no tiene nada que ver con ella. Jill es presentada como una madre soltera que guarda un terrible secreto: el padre de su hija es el mismísimo Robert Rylands, quien la dejó embarazada años atrás. La película finaliza con el asesinato de Alfred Cromer-Blake por parte de Robert Rylands. Según ‘los Querejeta’ son muchas las cosas que la novela no dice, en especial, acerca de la enfermedad incurable de Cromer-Blake. De ahí la invención de una historia que se desarrolla acerca de la muerte de este y de cómo se llega a esa situación en la cual un hombre decide matar a otro por amor. (Heredero1999: 284). Esto en realidad no tiene que ver nada con la novela. En la película Robert Rylands, historiador y arqueólogo, vuelve a Oxford después de diez años de ausencia. El hilo conductor de la historia viene marcado por sus declaraciones ante el comisario Archdale, a quien, durante una sola noche confiesa cómo ha llegado a la decisión de matar a Alfred Cromer-Blake. En la película se nos indica que Rylands y Cromer tuvieron una relación amorosa en el pasado, y como colofón, asistiremos a cómo Rylands mata a Cromer por amor, estando este último desesperado por su delicado estado de salud. No es un argumento que carezca de sentido, al contrario, el problema es que en la obra de Marías estas aventuras no existen. En la novela, Clare Bayes, además de tener marido (a pesar de serle infiel), no guarda ningún tipo de parentesco con Cromer, no son hermanos ni nada parecido. Tampoco es Rylands quien deja embarazada a Clare, y no se hace en ningún momento alusión a la relación entre Robert y el señor Cromer. Sí se nos deja entrever que Cromer-Blake es homosexual, pero no hay certeza alguna de que existiese alguna relación entre éste y Rylands. En la versión cinematográfica Alfred Cromer-Blake esta muriéndose de un tumor cerebral y no, como deja sospechar la novela, de SIDA. Esta enfermedad y su relación con Robert Rylands se convierten en los temas centrales, alrededor de los cuales se sitúan las historias de los demás protagonistas. La relación entre ellos dos y la terrible verdad sobre la paternidad de Rylands son la razón de ser del filme, algo que por supuesto no tiene nada que ver con el libro. En la película no queda nada de esas largas caminatas del narrador de Todas las almas, tampoco se describe la relación entre el protagonista y Clare Bayes, ni sus viajes a Brighton o a Londres. Otro personaje importante por lo que representa y que no aparece en la película sería Will, el anciano portero universitario que se halla embarcado en un difuso viaje temporal en el que pasado y presente se mezclan constantemente, convierte a Oxford en un lugar mítico cuyos visitantes son intercambiables. Tampoco encontraremos en la película una figura de vital importancia en la novela; el escritor, John Gawsworth, cuya auténtica vida es absolutamente novelesca, el narrador ofrece una biografía fascinante: su ocioso vagabundeo por Oxford y el vagabundeo de un sin número de mendigos borrachos; el desolado epílogo del mendigo y borracho John Gawsworth y el imaginario epílogo no menos triste del propio narrador, que con él parcialmente se identifica. No hay ni rastro de las high tables, ni de la chica de la estación de Didcot, ni de los vagabundos de Oxford, ni de la florista gitana… y aún podríamos seguir. Prácticamente todo en la película está alterado, trastocado al gusto de una historia que conforme pasan los minutos se va alejando más y más de la original. Es aquí cuando retomaremos lo dicho al principio de este texto en cuanto a la fidelidad de la película. Es decir, valoraremos si una obra es fiel o no, independientemente de si el que ejecuta dicha obra la haya llamado “adaptación”, aunque sea libre. Esto, inevitablemente, enlaza con los procesos judiciales a los que se han enfrentado Elías y Gracia Querejeta por las demandas de Javier Marías.

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