Puntos De Encuentro Entre Literatura Y música En Lo Cubano
tarumbero4 de Noviembre de 2012
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Puntos de encuentro entre literatura y música en lo cubano
Cristóbal Díaz-Ayala*
Pudiera pensarse que en un país tan dado a lo musical como el nuestro, estas reuniones deben haber sido muy frecuentes, pero no es así. Y estamos hablando de las ocasiones en que la literatura acude a lo musical, para usarlo como referencial de un ambiente, de una época, bien sea a los efectos de historiar o novelar. No vamos referirnos al caso contrario, cuando la música toma prestado el documento literario, para completar lo estrictamente musical, que de otra manera sería sencillamente instrumental. Por supuesto, por definición toda letra de una canción, por vulgar o cursi que sea, es un documento literario; malo, pero existente.
Pero esto último es harina de otros costal, que quizás tratemos otro día. Vamos a ver qué pasa cuando lo literario se topa con lo musical. Gracias a los cronistas de Indias, comenzando por el Almirante Cristóbal Colón y siguiendo con el padre Bartolomé de Las Casas y Fernando de 0viedo, tendremos breves descripciones del areyto, el baile y canto religioso de los aborígenes cubanos. No pasará mucho más en el siglo XVI, en que documentos oficiales y crónicas nos hablarán de tierras, ganado, oro, esclavos y otras cosas importantes. Poco tiempo había para musicar, y si alguno se dedicará principalmente a la música militar y la religiosa. No hay espacio de holgar en este azaroso siglo de piratas, asaltos, naufragios e incendios. Pero precisamente serán los piratas los que darán motivo a la existencia de un cuerpo literario que dará pequeña, pero alguna importancia, a lo musical.
Nos referimos al poema épico Espejo de paciencia, que seguimos aceptando mientras no se pruebe lo contrario, como escrito en la primera década del siglo XVI por Silvestre de Balboa y Troya de Quesada, canario acriollado en Puerto Príncipe, que lo dedica a contar el rescate del obispo Fray Juan de las Cabezas y Altamirano de manos del pirata francés Gilberto Girón, y la muerte del mismo. Cuando va relatando en sus décimas el retorno del obispo, y en la prolija descripción de la flora y fauna que salen al paso del ilustre prelado, al detalle de frutas y animales, de ríos, selvas y montañas, incluye dos décimas en que interviene lo musical:
Después que la silvestre compañía
Hizo al Santo Pastor su acatamiento,
Y cada cual le dio lo que traía
Con amor, voluntad, gozo y contento,
Al son de una templada sinfonía,
Flautas, zampoñas y rabeles ciento,
Delante del Pastor iban danzando,
Mil mudanzas haciendo y vueltas dando.
Era cosa de ver las ninfas bellas
Coronadas de varias laureolas.
Y aquellos semicapros junto a ellas
Haciendo diferentes cabriolas.
Danzan con los centauros las más bellas
Y otros de dos en dos cantan a solas;
Suenan marugas, albogues, tamboriles,
Tipinaguas y adulfes ministriles.
Las estrofas anteriores, habían ido describiendo la llegada a Yara, del sacerdote salvado, pasando entre prados, frutas, peces, y gentes reales o fabulosas que le saludan y veneran, pero estos últimos versos son como el climax del recorrido; aquí se habla de baile y canto, se mencionan flautas, y otros instrumentos de cuerda o percusión; hasta nos relatan el rústico bailable que van haciendo a lo largo del camino, en resumen, es la primera descripción de un guateque cubano, perfectamente enlazado en la trama dramática de la obra.
Como se sabe, el Espejo se divide en dos cantos; el primero, que narra el regreso del Obispo de su secuestro, y el segundo, en que los cubanos asaltan y matan a los piratas, trayendo la cabeza de Girón como colofón de su hazaña: el poema nos cuenta que los vencedores regresaron a Bayamo, donde les esperaban el Cabildo, los Regidores, los frailes y toda la clerecía; en fin, todo el pueblo:
Encuentranse con ellos en Manegua,
Ameno sitio, rico de labranzas,
Donde al corto camino ponen tregua
Mientras duran abrazos y alabanzas.
Luego caminan la pequeñ legua
Con músicos a coros y mudanzas,
Hasta que todos vieron del Bayamo
El ameno lugar que tanto amo.
O sea, segundo guateque mencionado, ahora para celebrar la muerte del pirata. El poema termina contando la misa con Te Deum en la iglesia de Bayamo, allí cantará Guerrero:
Con la dulce voz de que se precia
Con los cantores de su gran capilla,
A este motete dió principio y gracia,
Cual el famoso músico de Tracia.
Y precisamente con estos versos, termina el poema. Primero lo popular, y luego lo religioso.Desgraciadamente el resto del siglo y el siguiente, el XVIII, íbamos a estar muy ocupados ayudando a España a terminar la conquista de América, peleando o contrabandeando con corsario y piratas, para dedicarnos a escribir, y menos sobre música.
Habría que esperar al siglo XIX., con el habanero Manuel de Zequeira y Arango (l764-l846), considerado el primer poeta cubano en el tiempo, para que se produzca un mínimo encuentro de letra y música; será en dos de sus “Décimas” , en que toma la forma disparatada, muy de nuestros juglares populares, (quizás influencia africana) de usar esta redacción casi surrealística:
Yo ví por mis propios ojos
(Dicen muchos en confianza)
En una escuela de danza
Bailar por alto los cojos;
Hubo ciegos con anteojos
Que saltaban sobre los zancos,
Y sentados en los bancos
Para dar mas lucimientos
Tocaban los instrumentos
Los tullidos y los mancos.
Dejó luego el abanico
Una negra conga y sucia,
Y entre ella y el Rey de Prusia
Bailaron el zonzorico:
Un musulmán de Tampico,
Que era ciego con carbón
Dibujó a la perfección
Lo que observó en el estrado,
Y en un círculo cuadrado
Le envió el mapa a Salomón.
Curiosamente, se escribía más de los géneros musicales posiblemente nacidos en Cuba en España, que en la isla: los grandes escritores españoles del siglo de Oro hablan y usan en sus versos la gayumba, la chacona, el zarambeque, mencionado por Villaviciosa en l66l.
Los viajeros que nos visitan en el siglo XIX, sí hacen muchas veces menciones en sus libros de viajes o crónicas, a aspectos de nuestra música vengan de la lejana Europa o de los Estados Unidos. Pero esto no es literatura, sino historia de la música. En ese aspecto algunas de sus observaciones son importantes, Gooodman, un pintor escocés que estuvo en Cuba entre l864 y 1869, en su obra Un artista en Cuba nos dejó importante información sobre la música, los bailes y carnavales.
El norteamericano Dr. Wurdeman, que pasa cinco inviernos en Cuba entre l838 y l844, describe en sus memorias un baile popular visto en las afueras de Matanzas en que pueden identificarse elementos de la genuina rumba cubana (Garden of Eden or Pictures of Cuba); y mejor todavía, otro norteño, James Steele (Cuban sketches, l885) describe graciosamente una rumba con vacunao, el sexual movimiento en que se unen las pelvis de ambos bailadores en el guaguancó.
La Condesa de Merlín, la bella y talentosa cubana que desenvuelve gran parte de su vida en París, al escribir las Memorias de un viaje a Cuba, l841, describe de esta forma el bolero cubano: “son aires melancólicos que llevan perfectamente el sello del país”.Y esta simple nota,al parecer inadvertida hasta ahora por nuestros musicólogos, echa por tierra la teoría de que el bolero surgió en Oriente casi a fines del siglo XIX; ya estaba mucho antes endulzando la vida de los habaneros, tocado por los caleseros en sus tiples.
Los autores cubanos del siglo también escriben sobre la música: Serafín Ramírez publica en l89l La Habana artística, apuntes históricos, y Laureano Fuentes Matons en l893, Las artes en Santiago de Cuba. Ramírez, muy prejuiciado contra lo afrocubano, prefiere hablar de música clásica; pero sí resalta el carácter de bailador sempiterno del habanero, aunque protesta de la africanía del danzón. Fuentes Matons de soslayo habla del bolero, pero también en forma desdeñosa. Esteban Pichardo en su Diccionario casi razonado de vozes y frases cubanas, 1836, por lo menos reconoce la existencia del punto cubano, creado ya desde el siglo anterior, habla más extensamente de la danza, y define la guaracha como baile de la gentualla casi desusado.
Pero todo lo anterior es usar una forma literaria, el ensayo, para hablar de la música.No es lo que buscamos.
El XIX es un siglo de escritores costumbristas en la literatura española, y también los hubo en Cuba. Quizás el más destacado lo fuera José Victoriano Betancourt (Guanajay, l8l3-México, l875) Sin embargo,entre sus Artículos de costumbres, solo hemos encontrado uno en que mencione con alguna extensión nuestra música: es el titulado Velar un mondongo publicado en l838.
Los arrendatarios y propietarios de las estancias y sitios de labor colindantes, se reúnen bien en el cumpleaños de alguno de ellos, bien en las pascuas para disfrutar de algún placer tras las diarias fatigas. Júntanse a este efecto las familias bajo la casa de guano que se eligió para la reunión, y ya se adivina que para llenar tantos estómagos se necesita matar un lechón y una ternera.
Así comienza la fiesta en que se usarán las entrañas de ambos animales para preparar el mondongo. Llega Pepe, campesino trovador que arrea maloja dos o tres días al
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