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Ensayo Entre Puntos Y Rayas


Enviado por   •  7 de Mayo de 2012  •  1.913 Palabras (8 Páginas)  •  7.941 Visitas

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Entre puntos y rayas - Ignacio Dobles Oropeza (Costarricense)

¿Qué son los territorios, qué son las fronteras? Evidentemente, algo más que puntos y rayas en un mapa que parece un telegrama, como cantara hace años Soledad Bravo. Se mata, desde hace siglos, por estos puntos y rayas, que a la vez ayudan a definir lo que somos, o lo que creemos ser. Pero, ¿ donde están esos territorios, esas fronteras? No están, de por sí, por obra divina, en los ríos o las montañas. Territorios y fronteras marcan diferencias, nos encierran en lo que reconocemos biográficamente similar a otros, nos separa de lo que consideramos diferente, y obviamente, esto no es solamente un asunto de nacionalidades: los territorios, las fronteras, las demarcaciones están también dentro de nosotros, y condicionan nuestras acciones…

En asuntos de territorios y fronteras, podemos considerar, como lo hizo un ex-presidente, que Costa Rica es víctima de un accidente geográfico, que le impidió tener vecinos que no merecía (accidente de los puntos y rayas), podríamos sentirnos, tal vez, más afín con los puntos y las rayas de Miami que con los maltrechos poblados. Podemos preguntarnos, asimismo, cuáles son las fronteras, los territorios que separan a barrios marginales en Pavas de Rohrmoser: en distancia un par de kilómetros, social y económicamente: distancias interplanetarias. Y podemos preguntarnos, ¿en qué nos identificamos, biográficamente, con esos habitantes de Limón- a quienes hace no demasiado tiempo se les limitaba en su posible desplazamiento en el territorio nacional, como se ha hecho en épocas más reciente con poblaciones indígenas-que de vez en cuando no aceptan la suerte del abandono y la pobreza, y deciden dedicarse, según nos dicen los medios de difusión con tozuda insistencia, al desorden y al caos?

La verdad sea dicha, esos puntos y rayas en los mapas, y esos territorios y fronteras que construimos, y que construyen todos los días, que no respetan demarcaciones nacionales, coadyuvan a la conformación de

identidades sociales, que nos sirven para identificarnos con unos y para separarnos de otros, también para antagonizarnos, y que como construcciones ideológicas que son también sirven para fomentar determinados intereses, son construcciones fácilmente instrumentalizables…En las dictaduras de la llamada “seguridad nacional “, recordemos, las doctrinas y actuaciones militares se definían ya no frente a las amenazas externas, sino frente al “ enemigo interno “, a quienes se le negaba, por definición, todo atributo de ciudadanía y, no pocas veces, de humanidad.

Estas representaciones no requieren más que la confirmación del “ sentido común “, de las conversaciones y las comunicaciones de todos los días, y se refuerzan y reproducen, por ejemplo, cada vez que ocurre un crimen violento y de inmediato se llega a la conclusión de que tenía que ser un “ nica “.

Acuérdense del alivio generalizado entre sectores importantes de la ciudadanía cuando se supo, contrario a las informaciones iníciales, que los secuestradores de la Corte eran costarricenses y no colombianos. Por supuesto, ellos son los violentos, los que no saben resolver las cosas civilizadamente. No son “gente como uno “.

Las identidades sociales son representaciones construidas socialmente, abstracciones, ya que unifican en ciertos rasgos lo que en la realidad se caracteriza por la diversidad y la contradicción. Son abstracciones, pero que matan, como lo demuestran tantas confrontaciones religiosas, políticas, étnicas o nacionales. Estas identidades sociales, además de aprehenderse casi intuitivamente, suelen definirse no sólo por lo que se identifica en común con quienes se comparten biografías, siguiendo el pensamiento de Montero, sino también frente a otros u Otros significantes. Sí otros con minúscula, ante los cuales nos sentimos superiores, ante los cuales afirmamos supuestas ventajas comparativas, y Otros con mayúscula, que definen situaciones de altercentrismo, en las cuales al contrario del etnocentrismo, la verdad, el poder, lo deseable, está en el otro grupo y no en el propio.

En el ámbito de las mediciones empíricas sobre la autoimagen nacional, que se han venido desarrollando en la Psicología Social desde fines de los años 70, el caso costarricense resulta atípico.

Así, encontramos que las indagaciones realizadas en diversos países del continente nos señalan como una excepción, en tanto se presenta en los habitantes de nuestro territorio una autoimagen no minusválida, desfavorecida en relación con otros, sino más bien positiva. El único caso que se le parece es el de la autoimagen de los brasileños. Un “dechado de virtudes como encabezara el seminario Esta semana los resultados de un estudio que efectuaremos en 1989 y cuyos resultados han sido respaldados por indagaciones posteriores. Así, ¿cómo no?, los ticos nos consideramos pacíficos, generosos, buenos, alegres, cooperadores, conformistas, valientes, responsables, honrados, aunque también algo machistas (algún defecto hay que tener). Sin embargo, a pesar de esta aparente bonanza en bondades, vista más a fondo resulta una autorepresentación contradictoria, compleja, que revela varias dimensiones, no sólo la de que seamos “buena gente”.

Así, en otro esfuerzo investigativo llevado a cabo en 1989, medimos mediante escalas multidimensionales las atribuciones brindadas por empleados públicos y estudiantes universitarios a 12 nacionalidades. Luego analizaremos estos datos con procedimientos estadísticos multidimensionales, y llegamos a la conclusión de que se podían agrupar los datos en dos dimensiones: en juna encontrábamos, claramente, a “estadounidense” y “soviético” (todavía existían, en ese entonces, esos puntos y esas rayas) en un polo, y al resto de las nacionalidades en el otro. Esto lo identificamos como una dimensión de poder.

En la otra dimensión, en el espacio multidimensional, encontrábamos dos extremos claros: “costarricense” en uno, “nicaragüenses” en el otro.

Nosotros: los buenos; los nicaragüenses: los malos. Este mismo tipo de estudio ha demostrado consistentemente que nos vemos como “mejores”

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