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Algo Va Mal


Enviado por   •  3 de Septiembre de 2014  •  1.463 Palabras (6 Páginas)  •  222 Visitas

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ALGO VA MAL, TONY JUDT

Tras la catástrofe que fueron las dos Guerras Mundiales, Estados Unidos y Europa llegaron a un consenso: el Estado podía y debía intervenir “para compensar las insuficiencias del mercado”, cuenta Judt. Los actores de tal consenso no eran gente que hoy consideraríamos progresista sino hombres de instinto conservador y elitista –Keynes, Attlee, Roosevelt, De Gaulle– que habían sentido un genuino horror ante la inestabilidad social provocada por las guerras, y que comprendieron que el mejor modo de cancelar la posibilidad de un retorno a ese infierno era reducir la desigualdad, el desempleo y la inflación al mismo tiempo que se mantenía un gran espacio para el mercado y las libertades públicas, todo ello bajo estricta regulación estatal. Durante los treinta años siguientes –los Treinta Años de Oro– ese consenso se mantuvo: fueran demócratas o republicanos quienes gobernaran en Estados Unidos, o socialdemócratas o democratacristianos quienes lo hicieran en los países de Europa, no hubo grandes disensiones: los Estados –cada uno en mayor o menor medida, naturalmente, dependiendo de su cultura política y sus posibilidades– debían proveer infraestructuras, medios de transporte públicos, subsidios al desempleo, viviendas protegidas, sanidad subvencionada, acceso a la cultura, límites de precios y mecanismos de ascenso social a todos los ciudadanos. La fórmula funcionó, afirma Judt: en Estados Unidos y Gran Bretaña se redujo la brecha entre ricos y pobres, Alemania se levantó de dos derrotas en una sola generación, Francia vio cómo el empleo se volvía seguro y en el norte de Europa se forjaron sociedades muy estables.

Pero ese consenso, prosigue, se rompió en el transcurso de una sola década, entre mediados de los sesenta y mediados de los setenta. Por un lado, los jóvenes de la Nueva Izquierda, con su confusa amalgama ideológica de maoísmo, libertad sexual, ecología y psicoanálisis, se hartaron del paternalismo del Estado, del bienestar adocenado, de los maestros autoritarios, y rompieron con la socialdemocracia. Era el 68 y sus aledaños. Por otro lado, en el extremo opuesto del arco, una parte de la derecha –llevada por las ideas de los pensadores austriacos, que tras su experiencia con el nazismo y el comunismo consideraban toda injerencia del Estado una pendiente hacia el totalitarismo– vio en los subsidios una recompensa a la inactividad, en las empresas públicas un monumento a la ineficiencia, y en la burocracia una tortura. Era la grieta que dividiría la derecha entre conservadores y neoliberales. Separadas y unidas, la nueva izquierda y la nueva derecha acabaron con el orden de las cosas que se había mantenido desde la posguerra y alumbraron nuestro mundo. Por un lado, la economía de Reagan y Thatcher. Por el otro, una izquierda hedonista y más preocupada por las identidades minoritarias que por el proletariado. El resultado de esta simbiosis, en la que desde entonces nos manejamos políticamente, dice Judt en la primera frase de Algo va mal, es que “Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy”.

Algo va mal es la más sólida, razonada y hasta emocionante defensa de la socialdemocracia que uno puede leer en nuestros días. Su reconstrucción histórica del papel del Estado del Bienestar en la formación de las sociedades ricas de Occidente es breve y bella, como lo es su reiterado homenaje a la vieja y buena tradición liberal. Sin embargo, Algo va mal no es solo una historia de la filosofía y la práctica políticas de los últimos 65 años. Es también un análisis del devenir de la izquierda democrática desde sus años de mayor esplendor y un ensayo sombrío sobre el estado del mundo hoy. En esto último, Judt ya no es tan convincente.

Es muy difícil acusar de catastrofista a un libro cuando grandes partes del mundo –incluidas grandes partes del mundo rico– se hallan en un estado tan calamitoso como el de nuestros días. Los índices de desempleo son brutales, las desigualdades vuelven a crecer, los ricos parecen más una casta que una clase permeable y los jóvenes ven interrumpido el horizonte asumido de que, con trabajo duro, vivirían un poco mejor que sus padres, y de que ese ciclo se repetiría eternamente. Para Judt, está claro que eso se debe al retroceso

del papel del Estado en la economía de las naciones –a la desregulación de las finanzas, a la asunción dogmática de que toda privatización de empresas públicas es una

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