Conocimiento
chrysyridia24 de Marzo de 2015
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I. Ver a los niños como aprendices que nos imitan: la adquisición del “saber hacer”.
Para aprender por imitación, el niño debe reconocer los objetivos que busca el adulto, los medios empleados para alcanzar estos fines y el hecho de que la acción demostrada lo llevará con éxito a esa meta. Este modelo trata de transmitir una habilidad, que ha adquirido por medio de la práctica repetida, a un aprendiz que, a su vez, debe practicar el acto así enseñado, si quiere tener resultados. Demostrar e imitar hacen posible la acumulación de conocimiento que tiene pertinencia cultural. El empleo de la imitación como medio de enseñanza incluye una suposición acerca de la competencia humana (talentos, destrezas y habilidades). Según la idea imitativa, la competencia sólo se logra por medio de la práctica; el conocimiento “simplemente crece como un hábito” y no está vinculado ni con la teoría ni con la transacción, o la discusión. Se ha demostrado que aprender sólo cómo hacer las cosas hábilmente, no nos conduce al mismo nivel de capacidad flexible que cuando se aprende mediante una combinación de práctica y de explicación conceptual.
II. Creer que los niños aprenden con base a la exposición didáctica: La adquisición del conocimiento proposicional.
La enseñanza didáctica suele basarse en la idea de que a los educandos se les deben exponer hechos, principios y reglas de acción que tienen que aprender, recordar y después aplicar. Se concibe que lo que deberá aprender el discípulo está “en” la mente de los maestros, así como en libros, mapas, bases de datos, etc. Al conocimiento simplemente se le debe “ver” o “escuchar”. Según este prototipo de enseñanza, las capacidades ya no se conciben en cómo saber hacer algo de manera hábil, sino antes bien como la capacidad de adquirir un conocimiento nuevo mediante la ayuda de ciertas “capacidades mentales”. En lo que debemos concentrarnos aquí es en la concepción de la mente del niño que la visión didáctica impone a la enseñanza: su pedagogía de uso común. Se considera que el conocimiento puesto en la mente es acumulativo, y el conocimiento posterior va edificándose sobre el conocimiento ya existente. La tendencia didáctica mira al niño desde el exterior, desde la perspectiva de una tercera persona, en lugar de tratar de “penetrar en sus pensamientos”. En semejante esquema, si el niño no aprende de manera adecuada, sus insuficiencias pueden explicarse por su falta de “capacidad mental”, y con ello los educadores se lavan las manos.
III. Ver a los niños como pensadores: el desarrollo del intercambio intersubjetivo.
El maestro debe de tratar de penetrar en lo que el niño piensa y en cómo llega a lo que ahora cree. La pedagogía consiste en ayudar al niño a comprender mejor, de forma menos unilateral, esta comprensión se favorece mediante la discusión y colaboración; se alienta al niño a expresar sus propias opiniones para lograr el contacto con mentes de otros que puedan tener diferentes ideas. Semejante pedagogía de la acción mutua presupone que todas las mentes humanas son capaces de tener creencias e ideas que, mediante discusión e interacción, pueden avanzar hacia algún marco de referencia compartido. Deben llegar a reconocer que las diferentes opiniones pueden estar basadas en razones reconocibles, y que estas razones constituyen la base para hacer un juicio sobre las creencias opuestas. Se considera que el niño ha elaborado unas “teorías” más o menos coherentes, no sólo acerca del mundo sino acerca de su propia mente y de cómo funciona. Las verdades son producto de la evidencia, del argumento y de la construcción, y no de una autoridad, sea textual o pedagógica. Cuatro líneas de investigación han enriquecido esta perspectiva sobre la enseñanza y el aprendizaje: la primer línea tiene que ver con la manera en que los niños desarrollan
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