Por qué los hombres no contratan mujeres
Lene200Ensayo21 de Agosto de 2020
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¿POR QUÉ LOS HOMBRES NO CONTRATAN MUJERES?
Esperanza Marlene Zapata Carnaqué
El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral. El primer e indispensable paso en esta dirección es la posibilidad concreta de acceso a la formación profesional. El reconocimiento y la tutela de los derechos de las mujeres en este ámbito dependen, en general, de la organización del trabajo, que debe tener en cuenta la dignidad y la vocación de la mujer, cuya “verdadera promoción... exige que el trabajo se estructure de manera que no deba pagar su promoción con el abandono del carácter específico propio y en perjuicio de la familia, en la que como madre tiene un papel insustituible”. Es una cuestión con la que se miden la cualidad de la sociedad y la efectiva tutela del derecho al trabajo de las mujeres. La persistencia de muchas formas de discriminación que ofenden la dignidad y vocación de la mujer en la esfera del trabajo, se debe a una larga serie de condicionamientos perniciosos para la mujer, que ha sido y es todavía “olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud”. Estas dificultades, desafortunadamente, no han sido superadas, como lo demuestran en todo el mundo las diversas situaciones que humillan a la mujer, sometiéndola a formas de verdadera y propia explotación. La urgencia de un efectivo reconocimiento de los derechos de la mujer en el trabajo se advierte especialmente en los aspectos de la retribución, la seguridad y la previsión social.
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia #295
- PRESENTACIÓN
Continuando con la metodología “Signos de los Tiempos”, para el trabajo de esta semana he elegido el #295 del Compendio de la DSI que habla ampliamente de las mujeres y el derecho al trabajo. Los tiempos cambian, las mujeres cada vez tenemos más acceso al estudio y al trabajo, sin embargo; aún nos resulta difícil acceder a puestos laborales especialmente a los de mayor nivel jerárquico y ser como dicen los evangelios “medidas con la misma vara”, bajo premisas erróneas que somos débiles, que no estamos capacitadas para ciertos trabajos o que –si somos mamás– vamos a descuidar el trabajo por los hijos.
Definitivamente, hombres y mujeres somos distintos. Según el estudio titulado “Sex differences in the structural connectome of the human brain” realizado por investigadores de la Universidad de Pennsylvania y publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences el año 2014 en el que se estudiaron 521 cerebros femeninos y 428 masculinos de sujetos entre los 8 y 22 años se concluyó que en los cerebros de hombres y mujeres existen diferencias cerebrales de conectividad: Los hombres mostraron conexiones más fuertes entre la parte delantera y la parte trasera del cerebro, lo que sugiere que son más capaces de conectar lo que ven con lo que hacen, debido quizá a su necesidad de lograr la presa en tiempos donde la caza aseguraba la subsistencia del clan; mientras que las mujeres tenemos más conexiones entre el hemisferio derecho e izquierdo del cerebro, esto se traduce como la facilidad de hacer varias tareas simultáneas más aún aquellas que implican el uso de los sentidos y las emociones. Esta investigación reveló también que las mujeres somos superiores a los hombres en cuanto a la capacidad de atención, la memoria de las palabras y de los rostros, además de las pruebas de inteligencia social, pero los hombres nos superan en capacidad y velocidad del tratamiento de la información.
Todo esto llevado a la organización concluye que en rendimiento de equipos, por ejemplo; ha quedado demostrado que los equipos mixtos de hombres y mujeres son más generosos, más igualitarios, y que los equipos con un mayor porcentaje de mujeres tienen mejores rendimientos porque construyen relaciones de calidad y procesos de trabajo exitosos. La Revista de Negocios de la Universidad de Harvard (HBR por sus siglas en inglés) dio un paso adicional y demostró que los equipos con un mix de mujeres y hombres de hasta un 50% tenían mejor rendimiento en términos de ventas y beneficios que los equipos compuestos únicamente por hombres.
Un análisis de McKinsey & Company demuestra que las compañías cuya fuerza laboral es equilibrada en cuanto al género, son 15% más proclives a mostrar un mejor desempeño financiero; y aquellas con más mujeres en sus juntas directivas tienden a superar a otras compañías en un 53%. La misma consultora en su informe anual Women Matter ya demostró hace años que las mujeres aplican con más frecuencia cinco de los nueve comportamientos de liderazgo que más impactan en el rendimiento de una organización. En concreto, las mujeres aplican más, de una forma estadísticamente significativa, el desarrollo de las personas (siete puntos más), apostar por la confianza en los resultados de los colaboradores y otorgar recompensas (cuatro puntos más) y actuar como role models (cuatro puntos más). Por el contrario, aplican menos la toma individualista de decisiones (cuatro puntos menos) y el control y la acción correctiva (nueve puntos menos). Todo ello conduce a que las mujeres contribuyen a reforzar las características más determinantes del rendimiento de la organización, en concreto; valores y el entorno de trabajo, responsabilidad y liderazgo de equipo.
En el año 2017, el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG) parte de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en la Nota para la igualdad N° 22 titulada “Mujeres: Las más perjudicadas por el desempleo” establece que si bien durante la última década los indicadores del mercado de trabajo habían mostrado una evolución positiva, la tasa de participación laboral femenina se ha estancado en torno al 53% y, el 78,1% de las mujeres que están ocupadas lo están en sectores de baja productividad, lo que implica peores remuneraciones, baja cobertura de la seguridad social y menor contacto con las tecnologías y la innovación. Asimismo, las tasas de desempleo de las mujeres son sistemáticamente mayores que las de los hombres siendo que, entre los años 2002 y 2013, la tasa de desempleo en América Latina acumuló un descenso de 2,8 puntos porcentuales, pero a partir de 2015 esta tendencia se ha revertido. Según el informe Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe, en 2015 la tasa de desempleo alcanzó 7,4%, siendo las mujeres las más perjudicadas: El 8,6% de ellas estaba desempleada en comparación con el 6,6% de los hombres.
El Banco Interamericano de Desarrollo ha elaborado un índice de los mejores trabajos el cual mide cómo son los empleos de los países a través de dos dimensiones: Cantidad y calidad. La dimensión de cantidad está compuesta a su vez por dos indicadores: La tasa de participación laboral y la de ocupación. La de calidad, por su parte, se construye con las tasas de formalidad y de trabajos con salario suficiente para superar la pobreza. Así, el índice es la media ponderada de estos cuatro indicadores y sus puntuaciones van de 0 a 100. Para que un país obtenga 100 puntos, todas las personas que participan en la fuerza laboral deben estar empleadas con un trabajo formal que les aporte un salario suficiente.
Los datos del Índice de Mejores Trabajos concluyen que los hombres de la región tienen más trabajos y de mejor calidad que las mujeres. El índice permite identificar el tamaño de esta brecha para cada país. Así, se observa que la mayor brecha de género se encuentra en Guatemala y la menor, en Uruguay. Esto coincide, justamente, con el resultado general del índice: Uruguay es el país con mejores trabajos y Guatemala, el último clasificado. Asimismo, establece que, en promedio, la diferencia de puntuación entre hombres y mujeres en América Latina es de 22,5 puntos (en Uruguay es de 15,6, mientras que la de Guatemala alcanza los 33 puntos). En todos los países, la brecha de género es mayor en la dimensión de cantidad (que mide la participación laboral y ocupación) que en la de calidad (que incluye formalidad y salario suficiente para superar la pobreza). Como los datos son comparables entre países y también a lo largo del tiempo, se observa que la brecha de género en la región apenas se ha reducido seis décimas desde el año 2010.
Finalmente, en el caso específico del Perú, un país con amplia tradición machista y cultura patriarcal enraizada y muy fuerte, la mujer se enfrenta a “techos de cristal” que parecen irrompibles ya que desde tiempos inmemoriales hemos estado culturalmente asociadas al plano afectivo y subjetivo, al espacio doméstico y a las actividades de cuidado, mientras que los hombres al estar vinculados por nuestra sociedad a la fuerza física y la racionalidad, al espacio público y a la calle tienen el rol de proveedores económicos pues son ellos los que mantienen el hogar. Entonces las mujeres dedicadas a las tareas del hogar, tuvimos históricamente menos oportunidades que los hombres para desarrollarnos, aprender y valernos por sí mismas, con autonomía y, por consiguiente, el hombre se sintió con el derecho de ocupar mejores posiciones y de ganar más.
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