TERCERA JORNADA DE EXTENSIÓN DEL MERCOSUR
Julieta PaulettiApuntes26 de Octubre de 2022
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TERCERA JORNADA DE EXTENSIÓN DEL MERCOSUR
Tandil, 10 y 11 de abril de 2014
- Eje temático: Políticas Públicas para la promoción y la inclusión social
- La escritura ficcional como vía para la reconstrucción subjetiva
Lic. Cristina Blake (Universidad Nacional de la Plata- Argentina y Universidad Nacional de San Martín- Argentina/ Directora del proyecto Grupo Vuelo-UNLP) y Prof. Carolina Mathieu (Universidad Nacional de La Plata- Argentina-Miembro del proyecto Grupo Vuelo-UNLP )
cristinaeblake@gmail.com// carolinaprofemathieu@gmail.com
RESUMEN
En el marco de las actividades desarrolladas en el proyecto de Extensión de la Universidad Nacional de La Plata, “Lectura y producción de diversos objetos culturales-Vías para la reconstrucción subjetiva y transubjetiva en contextos vulnerables”, nos interesa detenernos en aquéllas donde la escritura ficcional fue una llave para ficcionalizar la memoria de un hecho fatídico como la inundación del 2 de abril en el barrio de Ringuelet de la ciudad de La Plata.
La escritura de textos ficcionales tuvo un lugar privilegiado en las propuestas para los talleres presentadas por los voluntarios quienes tomaron el desafío previendo resistencias. Efectivamente en la práctica, la relación con la escritura cambió paulatinamente cuando la palabra simbólica no sólo fue escuchada y leída, sino escrita en textos propios reconocidos como ficcionales.
Por ello, en esta ponencia analizaremos, inicialmente, estas textualidades escritas en relación a las consignas de invención que hilvanaron pasajes de operaciones ficcionales simples a complejas: desde la descripción a la narración, desde la palabra al minirelato, desde la narrativa a la poesía, desde un cuento a la escritura de una obra de teatro. Y posteriormente, reflexionaremos sobre la función de la escritura como vía de reconstrucción subjetiva e intersubjetiva ante situaciones críticas.
“A veces, la vida se comporta como el viento: desordena y arrasa.
Algo susurra, pero no se le entiende.
A su paso todo peligra; hasta aquello que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo.
O las costumbres cotidianas.”
(Liliana Bodoc, Amigos por el viento)
Empezar a compartir nuestra experiencia de Extensión Universitaria con la cita de la escritora Liliana Bodoc tiene la intención de colocar en el centro de nuestra reflexión los efectos que resultan del trabajo con un lenguaje que acaso -muchas veces- se comporta como el viento: desordena, arrasa, pone en peligro, susurra y -a veces -no se le entiende. La literatura, como lenguaje artístico- simbólico nos interpela para con-movernos, para desplazarnos de aquellos sitios que, por ejemplo, nos impone la violencia de la exclusión. Violencias que inundan el día a día, que van ahogando sueños y posibilidades de ser.
El desafío fue y sigue siendo incluir a todos en el “derecho a la metáfora” -diría Michel Petit- especialmente pensando que los chicos de 2 a 13 años con quienes hemos trabajado en los talleres fueron víctimas directas de la terrible inundación que azotó a la Ciudad de La Plata, el 2 de abril del año próximo pasado. Pero, fundamentalmente, son chicos que ya habitan en el contexto vulnerable de “la villa” en el barrio de Ringuelet la cual está pegada al arroyo “El gato”. Ellos asisten a la escuela y, en el contraturno, comen y están juntos en la Casa del Niño Belén, lugar que fue refugio para ellos y sus padres el mismo día que las aguas bajaron, porque también, en parte, “La casita” se inundó. Así llaman los chicos a este espacio: “La casita” y, posiblemente, esa fue la primera metáfora que escuchamos entre la metonimia (una parte del todo de su nombre “oficial”) y en diminutivo afectivo.
En este contexto nos acercamos, miramos, registramos etnográficamente lo que sucedía entre ellos y nosotros, los docentes y alumnos voluntarios de la Universidad. Allí, la palabra muchas veces parecía enmudecida, amordazada entre los golpes, las amenazas, los empujones, las cicratices, los moretones o los insultos que replicaban voces de adultos. Había claramente marcas en los cuerpos de una infancia insultada, de una infancia que se resiste a ser fabricada como objeto (Meirieu, 1998) y así comprobamos que (citamos) “Lo más complicado son los lunes por la mañana, los chicos llegan con la violencia familiar del fin de semana”- dice Mónica (coordinadora multifuncional que trabaja hace veinte años en la Casita y vive en la villa) refiriéndose a las mamás de los chicos como “víctimas de la violencia de género”.
Apostar al trabajo con la literatura es creer que -a pesar de las resistencias y las violencias- se vuelve imprescindible habilitar otros mundos, es decir, ser otros en medio de verdades impuestas, de aquellos determinismos sociales, mediáticos, familiares, escolares que nos obligan a aquietarnos y obedecer. Por eso, además, pensamos en talleres no sólo como modalidad didáctica sino como forma de interactuar y de moverse entre lo concreto, los dibujos y la palabra simbólica. En este sentido el taller con la literatura se abrió para escuchar un texto, para narrarlo, actuarlo, para inventarlo, modificarlo, alterarlo, porque cuando intervenimos en y con los textos ampliamos nuestros modos de apropiación del mundo real y del posible.
Sabíamos de las resistencias y del juego de respresentaciones culturales que se iban a poner en debate, como las manifestas por Brian a Daniela, una de las estudiantes cuando le confesó: “Yo no puedo imaginar, me gusta hablar”. Y con esa frase Brian daba cuenta de una tensión de representaciones y mandatos socioculturales sobre quiénes pueden o no imaginar, qué es imaginar, sumado a creer que la imaginación habita en la escritura vedada para Brian al que sólo le es posible oralizar. Su tensión y prejuicio delineó una hoja de ruta, para “hacer sitio” a consignas de trabajo entendidas como accesos a la invención, como modalidades diferentes para que los chicos busquen la palabra singular, la palabra propia en la oralidad y en la escritura ficcional. Especialmente en la escritura de invención porque, como plantea Maite Alvarado, “(…) la escritura levanta o por lo menos alivia las barreras de la represión y los textos que los chicos escriben podrían decir cosas inquietantes (….) Es una censura de la palabra la que se ejerce cuando se le impide a un chico escribir.” (2013: 94)
En este sentido el alcance fue muy alto porque, fundamentalmente con Lautaro nos pasó algo llamativo. En un primer encuentro una de las voluntarias muestra una serie de fotografías al grupo de chicos de 10 a 12 años, entre ellas había una imagen de un basural, otra de un paisaje bucólico, una imagen de inundación, otra de montañas. La consigna inicial fue que debían mirar una en 10 segundos, decir dos palabras que les surgiera en la inmediatez y escribirlas en el pizarrón para que todos las visualicen. Llegó el turno de Lautaro, quien vociferó rápidamente las dos palabras y en voz baja, comentó que no sabía escribir. Además de las dos voluntarias, yo estaba ahí como directora del proyecto y especialmente como puente entre La Casita ( que conozco desde hace mucho tiempo) y la Universidad. De todos modos me sorprendió que Lautaro no estuviese alfabetizado, pero, no dudé en darle la tiza y deletrearle sus palabras. Con esas primeras letras, Lautaro escribía por primera vez y traspasó sus vocablos a un papel que le fue a mostrar a Mónica. Fue ella quien nos contó que iría a la escuela con sus padres porque a principio de año habían sugerido que Lautaro pasara a una escuela especial. Si hay algo que permitió este Proyecto, al menos, es que Lautaro termine en su grado, escribiendo y leyendo, incluso en pequeños grupos. Lautaro no necesitó un alfabetizador, necesitó un mediador que lo acompañe en su palabra singular.
Escribir ficciones e hilvanar la subjetividad
La escritura de textos ficcionales tuvo un lugar privilegiado en las actividades con los chicos y fue pensada como una llave para tramitar un conflicto (en este caso, la inundación) en forma singular y a la vez, intersubjetiva. Esta postura devino de una revisión de nuestra concepción de escritura ficcional y de mediación. Especialmente, porque muchas veces se le impone a la lectura y producción de objetos estéticos, en este caso, literarios convertirse en dispositivos de sanación, superación, evasión o mejora de un trauma. En este sentido fuimos tajantes, la literatura no es subsidiaria de ninguna otra disciplina ni debe ser instrumentalizada. Por ende, en los talleres la ficción literaria tuvo diversas entradas y su relación con la escritura cambió paulatinamente cuando la palabra simbólica no sólo fue escuchada y leída, sino escrita en textos propios reconocidos como ficcionales.
Así, podemos reconocerlo en el juego que Gero estableció con su texto. Luego de haber visto las fotos, la consigna presentada por la voluntaria fue escribir una breve historia de un máximo de diez líneas, en la que transcurriera una escena similar a la de alguna de las imágenes que habían comentado. Gero primero quiso recitar “la poesía de María Cristina” que sabía de memoria, refiriéndose a “Silencio” de María Cristina Ramos. Todos lo escucharon y lo felicitaron porque se había activado una escucha de la palabra poética que estaba ahí y fue el preámbulo para las producciones escritas de todo el grupo. Gero hizo una operación ficcional muy interesante copió la poesía por completo con una ortografía total, le colocó el título “Secreto” y la firmó bajo el pseudónimo de Thiago Lionel Messi. Más allá del juego ficcional con la autoría, de su impecable adecuación a las convenciones del género, de la parodia con el nombre del futbolista sobresale aquí lo que Gloria Fernández nos advierte : “(…) el lector plagiador es alguien que está haciendo suyo un texto cuyas ideas, historias, personajes o cuyo estilo o discurso lo han conmocionado como para desear ser su eco.” (2006: 35)
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