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Paranoia

serenelaMonografía31 de Agosto de 2015

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Las aquí denominadas "formas paranoides" son, para Shapiro, un continuum de un estilo suspicaz, que va de un polo a otro, sin constituir necesariamente una psicosis. Pueden ser rasgos aislados de una estructura hasta llegar a rigidizarse en un estado paranoide o ir mucho más lejos para ingresar en el campo de la psicosis. De este modo, podemos considerar de acuerdo al grado a lo largo de este continuum: Tendencia Paranoide, Estado o Carácter Paranoide y Paranoia Propiamente Dicha. Categorías que, en el presente trabajo, pretendemos contrastar y diferenciar de la Esquizofrenia Paranoide.

Para Noyes, la personalidad (Estado) Paranoide se caracteriza por mantener una conducta gobernada por la realidad y un afecto no empobrecido, aunque el sujeto emplee de manera constante la proyección y otras medidas defensivas. Cuando esta reacción se intensifica, exagerando los mecanismos observados en la vida cotidiana, puede hablarse de Paranoia Propiamente dicha. Este tipo psicótico manifiesta falta de lógica en sus creencias y cierta rigidez en las mismas, impidiendo su modificación.

El Carácter Paranoico, en cambio, es egosintónico con el yo; se caracteriza por presentar cierta rigidez en algunas funciones del yo pero sin generar un síntoma.

Por su parte, Shapiro hablará de estilos paranoides, concibiendo al estilo como un modo de funcionamiento más superficial que la estructura, identificable y observable en la conducta del individuo a través de sus actos específicos, generalizados y relativamente estables. No obstante, el paranoide es pensado dentro del campo más amplio de los estilos neuróticos, si bien el autor lo destaca como el estilo de mayor gravedad patológica, es el único que, en el polo más extremo, implica una pérdida psicótica de la realidad.

En el presente trabajo no se pretende considerar a las formas paranoides como entidades fijas a una determinada estructura. Si bien en la Paranoia Propiamente Dicha cabe suponer una estructura psicótica subyacente, tanto la Tendencia como el Estado o Carácter Paranoides pueden manifestarse en estructuras no psicóticas.

Tomaremos el concepto de estructura definido por Otto Kernberg, quien las concibe como "configuraciones relativamente estables de los procesos mentales" integradas por subestructuras que interactúan dinámicamente, y que conocemos como ello, yo y superyó, junto a las configuraciones cognoscitivas y defensivas del yo.

Utilizaremos los aportes de Shapiro para plantear los puntos en común de las tres formas mencionadas previamente.

La característica común a todas las formas paranoides es el pensamiento suspicaz, entendido como una anticipación desconfiada que, cuando no inhibe el comportamiento normal, tiene un aspecto adaptativo. Cuando no es meramente ocasional, sino crónica y habitual, describe un modo de pensamiento y conocimiento particular. Shapiro refiere a ciertas ideas, preocupaciones o aprensiones injustificables que le son propias, y que presentan una marcada rigidez.

En estos casos, se trata de sujetos que tienen de manera constante un objetivo en mente, una expectativa fija y una preocupada exploración en busca de "la clave". La clave será el punto nodal alrededor del cual se edificará la red de interpretaciones de la realidad y su consecuente plan de acción. Se trata de una perspectiva particular del sujeto, que no se puede persuadir con argumentos racionales, salvo aquellos que puedan emplearse para confirmar su criterio original. Se encuentra operando aquí una selectividad rígidamente intencional y activa: todo lo que no confirme la clave es mera apariencia y posee un significado oculto que el individuo busca descubrir a partir de los datos que la clave le proporciona, ejecutando su atención direccionada a tal empresa. Es una atención emparentada con la de la neurosis obsesiva, pero en las formas paranoides es mucho más grave por ser activamente escudriñadora e investigadora. A causa de este direccionalismo, el sujeto termina por imponer al mundo sus propias expectativas.

El objeto último de la búsqueda de la persona suspicaz es la clave, que para Shapiro constituye la evidencia confirmadora, quizás insignificante para cualquier persona, pero que el desconfiado capta y retiene, al tiempo que desecha todos los hechos modificadores que puedan rodearla. De este modo, el sujeto desconfiado posee una correcta percepción de la realidad pero yerra en el juicio (sentido de realidad).

Como consecuencia de este estado de cosas, la persona vive en un estado de alerta permanente, con su característica restricción, hipersensibilidad e hipervigilancia rígida y defensiva que sacrifica toda espontaneidad. Este modo de funcionamiento refleja una autonomía de gran fragilidad que lleva a estos sujetos hacia una rigidez exagerada, ocultando sus aspectos más vulnerables. Por tanto, la solución paranoide es la constricción en todas sus manifestaciones conductuales, afectivas y en el campo del pensamiento, con la consecuente pérdida del potencial adaptativo.

Considerando principalmente las clases de pensamiento y percepción, los modos de experimentar las emociones, las formas de la experiencia subjetiva en general y los tipos de actividad que van asociados a las diferentes patologías, que según Shapiro caracterizan y diferencian a los estilos, nos abocaremos al análisis del estilo paranoide.

Encontramos que éste último, en sus formas más extremas, implica una pérdida psicótica de la realidad.

El pensamiento suspicaz forma parte del modo cognoscitivo de los estilos paranoides. Al hablar de una persona suspicaz nos referimos a ciertas preocupaciones o ideas injustificables que le son propias, como por ejemplo una continua actitud de expectativa ante la trampa. Quedarnos con la definición anterior implicaría un análisis del contenido del pensamiento suspicaz. Es en el modo de pensamiento y conocimiento donde se diferencian los estilos paranoides.

Siguiendo las líneas anteriores, podemos considerar a este pensamiento suspicaz como excesivamente rígido, debido a ciertas características del modo en que conoce y piensa el sujeto. Aparece entonces el concepto de direccionalismo, el cual evidencia una atención extremadamente rígida y tensa. Si nos referimos a una persona paranoica, esta intensidad de atención responde sólo a circunstancias que presenten amenazas o peligros externos. Ahora bien, al concebir que cualquier persona pudiera responder similarmente ante este tipo de circunstancias, nos conduce a destacar que en el caso de un estilo paranoide esta intensidad y agudeza de la atención no es ocasional o esporádica, sino que ocurre en forma continua. Esta continuidad implica que la atención siempre posee un objetivo, un propósito, la búsqueda de algo que permita anticiparse a la situación y que posibilite por un lado la confirmación de las anticipaciones, y por el otro la desautorización de la contradicción evidente en la misma.

Es entonces como gracias a la hipervigilancia, la persona suspicaz está lista para cualquier cosa inesperada, dejando en claro la conclusión de que lo que más atemoriza al sujeto no es el peligro concreto sino el factor sorpresa que ello podría conllevar.

En relación a la experiencia subjetiva, el estilo paranoide presenta una clase especial de distorsión de la autonomía normal, que implica cierta debilidad de la misma. Es importante destacar que el modo de pensar, al igual que la vigilancia cognoscitiva característica de estas formas, constituyen un manera específica de funcionamiento, que trae aparejado a su vez la constitución de una experiencia subjetiva en extremo diferente a la de una persona normal.

Dicha diferencia se evidencia en el comportamiento del paranoico. Debido a la excesiva direccionalidad de su conducta, suelen utilizarse funciones normalmente expresivas y espontáneas como meros instrumentos bajo su dirección, tales como sonreír, conversar o hacer. Así como la expresividad y la espontaneidad están privadas de su libertad debido a la rígida movilización paranoica, la afectividad se presenta también con una fuerte restricción y limitación. Un ejemplo claro lo supone el acto de reír, en este caso el paranoide no ríe, actúa como si lo estuviera haciendo.

En tanto que la persona normal puede abandonarse al igual que cumplir una actividad intencional, el paranoide está totalmente movilizado, toda acción posee un propósito, ilustrando una autonomía sumamente frágil que, a causa de ésta, solo puede ser mantenida por la intensa rigidez exagerada característica de los mismos. Otra característica es su preocupación por quedar sujeto a algún control externo o violación exterior de su voluntad, está continuamente preocupado y ocupado en no quedar sujeto a la sumisión, a la rendición pasiva de la direccionalidad e intencionalidad ante cualquier impulso. Ejemplo de esto se halla en el caso Poltergeist, cuando el sujeto le atribuye al televisor un robo de pensamiento, es decir, la TV “sabía qué pensaba él”.

Además los intereses lúdicos en general están ausentes, no hay interés por el arte ni por la estética. La sexualidad tiende a hacerse bastante mecánica y disminuye el placer sensual.

La pérdida paranoide de la realidad implica que la atención no esté dirigida a lo evidente, no intenta captar de una situación “lo que es”, sino atribuirle un significado, mira el mundo buscando evidencias, claves, que van a construir su mundo subjetivo implicando una pérdida del sentido de proporción en la forma de concebir las situaciones. Su mundo subjetivo se define, por un lado, por una captación desviada de las claves significativas dentro de su contexto, y por el otro, una pérdida de la apreciación

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