Adolescencia
siry9310 de Octubre de 2013
5.685 Palabras (23 Páginas)204 Visitas
Al observar las estadísticas de escuelas primarias, de asistencia media de alumnos, de ciclos escolares terminados, frente al enorme esfuerzo que indudablemente sostuvieron los educadores del Porfiriato, no podemos menos que sufrir una desilusión. La gran lucha a la que se enfrentaron políticos, pedagogos y maestros para instruir a un pueblo casi totalmente analfabeta no parece corresponder con las cifras de alfabetización que alcanzaron. Más que una campaña alfabetizados, el triunfo educativo del Porfiriato consistió en una sólida cimentación ideológica y en un cambio radical en las materias y el método de enseñanza. Fue una buena y en ocasiones excelente educación para los que podían disfrutar de ella.
Las estadísticas del Porfiriato, salvo excepciones, no hacen la distinción entre escuelas urbanas y rurales. Sin embargo, todos los estados tenían escuelas de tercera clase, mixtas o de dos turnos (es decir, niños en la mañana y niñas en la tarde), que estaban destinadas a las poblaciones pequeñas y diseminadas. Podemos considerar entonces a estas escuelas como rurales, además de las manifestadas como tales por algunos estados, entre ellos Jalisco, San Luis Potosí, Hidalgo, Tabasco, Tamaulipas y Zaca¬tecas. También habría que hacer referencia a las escuelas que mantenían las haciendas y los ranchos, hasta ahora en su mayor parte desconocidas. Aunque las leyes federales y estatales declararon que las haciendas debían tener escuelas para sus empleados, no sabemos hasta qué punto cumplie¬ron con la ley. Según Santisteban en su Indicador particular del adminis¬trador de hacienda, publicado en Puebla en 1903, muchas fincas rurales tenían escuelas pero él no especifica ni cuántas, ni dónde, así que sólo podemos suponer que sí había escuelas en algunas haciendas. Las estadísticas de Puebla no nos dicen cuántas escuelas mixtas o de tercera clase tenían, por lo que es imposible establecer la cantidad de planteles rurales; sin embargo, era el estado que las tenía en mayor número en toda la república: I 235, el que le seguía era el Estado de México con 926, San Luis Potosí, Tamaulipas y Zacatecas tenían más escuelas rurales que urbanas.
Desde la época de Pedro Diez Gutiérrez, en que la educación potosina paso a ser cuidado directo del gobierno, ésta había recibido cada vez mayor impulso y hacia fines del Porfiriato recibía una tercera parte del presupues¬to estatal, el problema educativo más importante para el gobierno de esta entidad fue la educación de las poblaciones rurales. No era posible apro¬vechar las fuerzas y facultades de los hombres del campo si no se contaba los centros de enseñanza adecuados. En sólo tres años este tipo de escuelas se triplicó, pues en 1907 sólo tenía 70. Tamaulipas fue otro estado que le dio prioridad a la educación rural, mientras "la niñez de los campos" permaneciese en su mayor parte analfabeta, afirmaban las autoridades, no se podía hablar de progreso educativo. En 1899 se organizó un Congreso Pedagógico inspirado en los anteriores, con el objeto de unificar la educación y "establecer un plan estatal de proyecciones al futuro". Se levantó una estadística escolar rural y se escogieron las haciendas o ranchos que tuvieran mayor población o en las que algún vecino ofreciera el local o alguna otra ventaja; también con igualdad de fondos locales, se optó por aquellos municipios en donde las juntas de instrucción demostraban mayor entusiasmo. Para fines de 1897 había 80 escuelas rurales sostenidas por el estado pero vigiladas por esos órganos, que proveían los textos y completaban el sueldo de los profesores. En 1900, éstas habían aumentado a 118 y las urbanas sumaban 98.
Zacatecas afirmó que en 1900 todas sus haciendas tenían escuelas, para 1910, las escuelas rurales superaban en número a las urbanas (251 contra 125).Algunas de sus minas también tenían escuelas, como por ejemplo La Asturiana, establecida en Veta Grande. Desde 1878 se había fundado una escuela en San Tiburcío para la ense¬ñanza especial de los hijos de los operarios y para todas las personas que deseaban concurrir a ella. “En las estadísticas que esta entidad presentó al congreso 1910 no se mencionan las escuelasde sus minas.”
Tabasco pensaba que el problema de la educación no estaba resuelto si era patrimonio exclusivo de pueblos y villas, ciudades y capital. No, porque más de la mitad de la población escolar (56%) era de niños rancheros, así que se instituyeron las escuelas rurales atendidas por maes¬tros ambulantes. Rápidamente se fundaron 16 planteles con 14 maestros y para 1910 éstos eran 45; “diseminados desde la región de los manglares hasta las primeras estribaciones de la Sierra Madre Chiapaneca, desde la barra de Tonalá hasta la de San Pedro y San Pablo, van esparciendo a los cuatro rumbos la sagrada simiente". Tabasco destinó la tercera parte de su presupuesto a fomentar la educación primaria de su pueblo.
Jalisco, un estado ejemplar en la educación porque más de una tercera parte de los niños en edad escolar iba a la escuela (véase el anexo 3), consideraba en 1909 que todos los pueblos del estado tenían escuela y, sin embargo, lo que faltaba era seguir fundando otras en las rancherías y haciendas, pues los distritos más alfabetizados eran precisamente los que contaban con mayor número de estas últimas.
¿Sería por la calidad de la enseñanza o por mayor asistencia de alumnos?, ¿o bien simplemente porque había más escuelas en las hacien¬das que en las ciudades y los pueblos? En la escuela de la hacienda de los tepetates, Hidalgo, las condiciones escolares se asemejaban a las impe¬rantes en las escuelas rurales oficiales; sólo la mitad de los niños de la hacienda iba a la escuela; niños y niñas de 6 a 13 años (en total 60) asistían al mismo salón de clases presidido por un maestro (o maestra). Tenían los mismos textos, además de otros relacionados con la agricultura. El único factor que representaba una ventaja considerable era el sueldo de los maestros, que ganaban 10 pesos quincenales, en tanto que los oficiales percibían lo mismo en un mes. Recibían además maíz para sembrar. ¿Por que entonces faltaban tanto?, “Jalisco tenía 161 escuelas rurales o de cuarta clase, más 116 de tercera y 193 mixtas (ambas categorías destinadas a poblaciones de 2 000 personas), por lo que podríamos considerar a estas dos últimas clases como escuelas rurales, lo que sumaría un total de 470."
Otras entidades, como Coahuila, sin especificar números, afirmaron que tuvieron la colaboración de muchos particulares que abrieron escuelas en sus ranchos y haciendas, sin presión oficial alguna.este hecho fue sumamente raro en esos tiempo,a pesar de que la mayoría de las legislaciones estatales exigían que las haciendas y los ranchos que estuvieran a más de tres kilómetros de distancia de algún centro escolar debían establecer sus propios planteles, pero no sabemos hasta qué punto se cumplió con este precepto.
Si a todas las escuelas rurales del país les sumamos las 2 000 mixtas, y las de tercera clase, el número de ellas ascendería a unas 2 500 o 3 000, que sería la cuarta parte del total de escuelas que sumaban 12 000. Si consideramos, a manera de hipótesis y con números conservadores, que en 1900 habia 6 000 haciendas en el país y que la mitad de ellas tenían escuelas, el número sería incluso más alto. Este hecho refuta la afirmación sostenida por décadas de que el Porfiriato no tuvo ningún interés en escolarizar las zonas rurales. Desde el Primer Congreso de Instrucción se hizo hincapié enque la instrucción no siguiera siendo el privilegio de los más felices, sino la redención de los más desgraciados; que sea el medio práctico de la igualdad que facilite la asimilación de los distintos grupos humanos que pueblan el territorio nacional.
Se consideraron como escuelas rurales las establecidas o por estable¬cer en las haciendas, rancherías y agrupaciones de población que no fueran cabeceras de municipio. Se determinó que en cada colectividad de 500 habitantes se debía establecer una escuela de niños y otra de niñas y, si esto no fuera posible, una mixta por cada 500 habitantes. En el caso de poblaciones de menos de 200 habitantes y situabas a más de tres kilómetros de algún centro escolar, se establecería la enseñanza elemental por medio de maestros ambulantes.Todas las demás entidades declararon tener escuelas de tercera clase o mixtas que, dadas sus características de establecimiento, las podríamos catalogar como rurales.Según un estudioso del tema, si este plan se hubiera llevado a cabo se hubieran creado 40 000 escuelas rurales, cifra adecuada al porcentaje de la población rural de ese entonces, que era del 80%. Por desgracia, la realidad fue otra muy distinta.Se ha dicho con frecuencia que el olvido de la educación rural provenía del desprecio con que los liberales y positivistas veían al indio. Ellosestaban sobre todo preocupados por el progreso material y los indios, comparados con los trabajadores extranjeros, tenían un rendimiento bajo y de mala calidad. Producían una abundante mano de obra barata, defec¬tuosa, que no dejaba de ser un obstáculo para el alza de los salarios corrientes. Durante muchos años se pensó que la solución estaba en la inmigración, pero como no tuvo éxito pronto se hizo obvio que el desarro¬llo de México tendría que basarse en su propia población. Sobre todo a partir de la primera década del presente siglo aumentó el interés por educar al indio, como único medio de integrarlo a la sociedad. Se celebra¬ron varios congresos agrícolas y cuatro católicos dedicados a los problemas de la raza indígena. El periodista católico de ese culto, Trinidad Sánchez Santos,
...