Aprender A Fluir
abrahamsantillan4 de Diciembre de 2013
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“Aprender a fluir”
Las estructuras de la vida cotidiana
Si realmente queremos vivir, sería mejor que empezáramos de una vez a intentarlo; si no queremos, no importa, pero sería mejor que empezáramos a morir.
Esta cita de auden expresa con precisión el tema de este libro. La elección es simple: entre este mismo instante y el inevitable final de nuestros días, podemos elegir entre vivir o morir. Si nos limitamos a satisfacer las necesidades del cuerpo, la vida biológica es un proceso simplemente automático. Pero "vivir", en el sentido del que habla el poeta, no significa en absoluto algo que suceda por sí mismo. De hecho, todo conspira contra ello: si nonos responsabilizamos de su dirección, nuestra vida será controlada por el exterior para servir al propósito de cualquier otro agente externo. Los instintos biológicamente programados se utilizarán para reproducir el material genético de que somos portadores; la cultura se asegurará de que lo utilizamos para propagar sus valores e instituciones y otros intentarán tomar de nuestra energía todo lo que puedan para cumplir sus propios propósitos; y todo ello sin tener en cuenta cómo puedan afectarnos dichas acciones. No podemos pretender que nadie nos ayude a vivir; debemos descubrir cómo hacerlo por nosotros mismos. Pero entonces, ¿qué significa en este contexto "vivir"? Obviamente, no se refiere simplemente a la supervivencia biológica, sino que debe significar vivir plenamente, sin desperdiciar el tiempo ni el potencial, expresando nuestra propia singularidad, aunque participando al mismo tiempo y de forma íntima en la complejidad del cosmos. Este libro explorará formas de vivir de este modo, basándose siempre que sea posible en los descubrimientos de la psicología contemporánea y en mi propia investigación, así como en la sabiduría del pasado en cualquiera de las formas en que nos ha sido transmitida.
¿qué es lo que hace que una vida como la suya sea serena, útil y merezca la pena ser vivida? Esta es la cuestión crucial que abordará este libro. Mi enfoque contiene fundamentalmente tres presupuestos básicos. El primero consiste en que en el pasado los profetas, poetas y filósofos han deducido verdades importantes, verdades que son esenciales para nuestra supervivencia. Pero han sido expresadas con el vocabulario conceptual de su época, de forma que, para qué sean útiles, su significado tiene que ser redescubierto y reinterpretado porcada generación. Los libros sagrados del judaismo, del cristianismo, del islam, del budismo y del hinduismo védico constituyen los mejores depósitos de ideas fundamentales de nuestros antepasados, e ignorarlos sería un acto infantil de presunción, pero es igualmente ingenuo creer que cualquier cosa que haya sido escrita en el pasado contiene una verdad absoluta y permanente. La segunda piedra angular en que se apoya este libro es el presupuesto de que la ciencia proporciona actualmente la información que es más vital para la humanidad. Sin embargo, la verdad científica también se expresa con los términos de la visión de los tiempos actuales y, por ello, cambiará y podrá ser desechada en el futuro. Es probable que la ciencia moderna esté tan impregnada de superstición y de errores como lo estaban los viejos mitos, pero nuestra visión no tiene suficiente distancia como para establecer la diferencia. Tal vez la energía espiritual y extrasensorial nos conduzca en un futuro a la verdad inmediata, sin necesidad de recurrir a teorías ni laboratorios. Pero los atajos son siempre peligrosos; no podemos engañarnos pensando que nuestro conocimiento ha llegado mucho más allá de donde realmente se encuentra. Para bien o para mal, en la época en que vivimos la ciencia continúa siendo el espejo más fiel de la realidad y sólo por nuestra cuenta y riesgo podemos ignorarla. El tercer presupuesto básico consiste en que si deseamos entender qué significa realmente hoy "vivir", debemos escuchar las voces del pasado e integrar sus mensajes en el conocimiento quela ciencia está acumulando lentamente. Las gestos ideológicos-como el proyecto de vuelta a la naturaleza de rousseau, que fue el precursor de la fe freudiana- son simples posturas vacías cuando no se tiene realmente idea de qué es la naturaleza humana. No existe esperanza en el pasado, no se puede encontrar una solución en el presente ni sería una solución mejor saltar a un futuro imaginario. El único camino para averiguar en qué consiste esta vida es el intento paciente y lento de dar sentido a las realidades del pasado y a las posibilidades del futuro tal como pueden entenderse en el presente.
En consecuencia, en este libro "vida" significará aquello que experimentamos desde la mañana hasta la noche, siete días a la semana, durante setenta años si tenemos suerte, o incluso más si somos muy afortunados. Esto podría parecer una visión reducida en comparación con las visiones mucho más elevadas de la vida con que nos han familiarizado mitos y religiones. Pero, dándole la vuelta a la apuesta de pascal, en caso de duda parece que la mejor estrategia consiste en asumir que esos aproximados setenta años de vida constituyen nuestra única oportunidad de experimentar el cosmos y que deberíamos aprovecharla al máximo. Si no lo hacemos, podríamos perderlo todo, mientras que si estamos equivocados y existe una vida más allá de la tumba, no perdemos nada.
Lo que esta vida signifique vendrá determinado en parte por los procesos químicos de nuestro cuerpo, por la interacción biológica entre los órganos, por las minúsculas corrientes eléctricas que saltan entre las sinapsis del cerebro y por la organización y las informaciones que la cultura impone a nuestra mente. Pero la calidad real de vida -lo que hacemos y cómo nos sentimos al respecto será determinada por nuestros pensamientos y emociones, así como por las interpretaciones que hacemos de los procesos químicos, biológicos y sociales.
Las mismas diferencias de oportunidades de vida siguen persistiendo hoy día entre nosotros. ¿Qué puede experimentar a lo largo de su vida un niño nacido en los barrios bajos de Los Ángeles, Detroit, El Cairo o México capital? ¿En qué se diferenciará de las expectativas de un niño nacido en una zona residencial de lujo estadounidense o en una familia acomodada sueca o suiza? Desafortunadamente no existe una justicia especial ni hay razón alguna para que una persona haya nacido en una comunidad paupérrima, tal vez incluso con un defecto físico congénito, mientras que otra empiece la vida con buena apariencia, buena salud y una gran cuenta en el banco. Así pues, mientras que los principales parámetros de la vida están fijados y nadie puede evitar tener que descansar, comer, relacionarse y realizar al menos algún trabajo, la humanidad se halla dividida en categorías sociales que determinan en gran medida el contenido específico de las experiencias. Y para hacerlo todo más interesante existe además la cuestión de la individualidad. Si miramos a través de una ventana en invierno, podemos ver caer perezosamente millones de copos de nieve idénticos. Pero si nos proveemos de una lupa y miramos por separado esos mismos copos, muy pronto descubrimos que no eran idénticos, que de hecho cada uno de ellos tenía una forma que ningún otro puede duplicar exactamente.
Vivir significa experimentar a través del hacer, del sentir y del pensar. La experiencia tiene lugar en el tiempo, así que el tiempo es el recurso verdaderamente escaso que tenemos. A lo largo de los años el contenido de las experiencias determinará la calidad de vida y, por ello, una de las decisiones más esenciales que podemos tomar tiene que ver con cómo invertimos o a qué dedicamos el tiempo. Por supuesto, la forma que tenemos de invertir el tiempo no es una decisión exclusivamente nuestra. Como ya hemos visto, limitaciones muy rigurosas dictan lo que hacemos, sea como miembros de la raza humana o por pertenecer a una determinada cultura y sociedad. No obstante, existe un espacio para las decisiones personales y, a lo largo del tiempo, tenemos en nuestras manos cierto control.
Los términos que empleamos al hablar del tiempo administrar, invertir, dedicar, malgastar- han sido tomados del lenguaje económico. Por ello, algunos afirman que nuestra actitud respecto al tiempo está coloreada por nuestra peculiar herencia capitalista. Es verdad que la máxima "el tiempo es dinero" fue una de las favoritas del gran apologista del capitalismo, Benjamin Franklin, pero la equiparación de los dos términos es sin duda mucho más vieja y está enraizada en la experiencia humana ordinaria, y no sólo en nuestra cultura; de hecho, podría aducirse que es el dinero el que adquiere su valor del tiempo, en lugar de ser al revés. El dinero es simplemente el contador más comúnmente utilizado para medir el tiempo dedicado a hacer o construir algo. Y valoramos el dinero porque nos libera hasta cierto punto de las obligaciones de la vida, ya que nos permite tener tiempo libre para hacer lo que queramos.
Lo que hacemos durante un día normal puede dividirse en dos o tres clases principales de actividades. La primera y la que más tiempo nos ocupa incluye lo que debemos hacer con el objeto de generar energía para la supervivencia y la comodidad. Actualmente esto es casi sinónimo de "ganar dinero", puesto que el dinero se ha convertido en el medio de intercambiar la mayoría de las cosas. Sin embargo, para los jóvenes que todavía estudian, el aprendizaje puede incluirse entre estas actividades productivas, ya que para ellos la educación es el equivalente del trabajo adulto y además es lo que les conducirá a éste. Entre un cuarto y algo más de la mitad de nuestra energía
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