ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

CODEPENDENCIA- PARADEPENDENCIA


Enviado por   •  4 de Octubre de 2021  •  Documentos de Investigación  •  2.908 Palabras (12 Páginas)  •  71 Visitas

Página 1 de 12

CODEPENDENCIA- PARADEPENDENCIA En el tratamiento de adicciones Lic. Lilia F. Aletti (*) Este trabajo surge de la observación del vínculo afectivo que nuestros pacientes tienen con algún miembro de su entorno cercano que obstaculiza el tratamiento. Se denomina en general codependencia, algunos autores lo denominan co-adicción cuando se trata de un vínculo con un sujeto adicto. Vemos la necesidad de analizar cada tipo de vínculo discriminando según se incluya en la configuración familiar a padres, pareja o hijos con el fin de adecuar la intervención y generar los dispositivos apropiados. Muchas veces los hijos ingresan como acompañantes del tratamiento de alguno de sus padres y nos vimos obligados a pensar si no estábamos reforzando un rol de cuidadores que en la infancia o adolescencia habían vivido de manera traumática. Los humanos no podríamos vivir sin interdependencias, nuestra subjetividad se construye en los vínculos y la supervivencia física y emocional depende de la calidad de los vínculos, sobre todo, en los primeros años de vida. Cuando hablamos de codependencia nos referimos a una manera disfuncional de intercambio vincular con dos sujetos al que los une (o unió) un sentimiento amoroso que devino tóxico. Es necesario acotar el término para no diluir la especificidad del concepto al que nos referimos. CODEPENDENCIA Codependencia es una manera de nombrar el vínculo entre un sujeto adicto, con un sujeto que necesita ser necesitado. Los llamados codependientes son sujetos que mantiene vínculos signados por la entrega, siempre en nombre de un casi “deber”; “tengo que: acompañarlo, pagarle, hacerle el cuarto, cocinarle, decirle qué ponerse, guiarlo en el trabajo”. En la búsqueda de un lugar valorizado y objetivamente requerido por los demás, el codependiente puede dejar de lado sus propios deseos, intereses y decisiones para entregarse a lo que considera indispensable para otro. Es un estado en el que el sujeto mantiene una preocupación exagerada por las necesidades de otro, llegando a generar esa necesidad para asegurarse su presencia y cuidar de no ser abandonado. Llega a depender emocionalmente de aquél a quien ayuda. Son personas con poco sentimiento de valoración, temen ser rechazadas y quedarse solas. Les cuesta localizar qué desean para sí mismas, pero no dudan en pensar que saben lo que esperan los otros. Se encuentran perdidas cuando desaparecen las obligaciones, pueden hacer girar su vida alrededor del trabajo, una persona enferma de la familia o una tarea solidaria en nuestro caso en particular un sujeto adicto. En las parejas / familias asumen el lugar de víctimas ya que consideran que sin ellas el dependiente quedaría librado a sus adicciones, enfermedad o pérdidas. Al dar de más endeudan afectivamente a quienes las rodean, pareja, padres, hermanos, hijos, amigos y no dudan en pasar a exigir la retribución cuando no se sienten reconocidas. El sentimiento que predomina es la depresión, el vacío y la falta de proyectos personales. Se viven como quienes dan vida y alegran a los otros, cuando en realidad son los otros necesitados quienes les dan sentido a sus vidas. Es a través del control que regulan la interdependencia. Melody Beattie, en la introducción de su libro de autoayuda “Ya no seas codependiente”, describe su descubrimiento del vínculo con sus partenaires cuando era dependiente de sustancias psicoactivas. “Mi primer encuentro con codependientes fue a principios de la década de los sesenta. Esto sucedió antes de que a la gente atormentada por la conducta de otras personas se le llamara codependiente, y antes de que a la gente adicta al alcohol y a otras drogas se le etiquetara como dependiente químico. Aunque yo no sabía qué eran los codependientes, generalmente sí sabía quiénes eran. Siendo yo alcohólica y adicta, pasaba como una tormenta por la vida, haciendo a otros codependientes. Los codependientes eran una molestia necesaria. Hostiles, controladores, manipuladores, indirectos, productores de sentimientos de culpa, era difícil comunicarse con ellos, en ocasiones resultaban verdaderamente odiosos y constituían un obstáculo para mi compulsión de “elevarme”. Me detenían, me escondían las pastillas, hacían gestos de desagrado, me tiraban el alcohol por el fregadero, trataban de impedir que consiguiera más drogas, querían saber por qué les estaba haciendo esto a ellos y me preguntaban qué me pasaba. Pero siempre estaban ahí, listos para rescatarme de los desastres que yo me fabricaba. Los codependientes en mi vida no me entendían, y yo tampoco los comprendía a ellos.” Una viñeta clínica de familia Sergio se externa de la CT donde estuvo 5 meses, quiere retomar su trabajo. Antes de internarse vivía con su novia en un departamento que él alquilaba. Ingresa a Grupo del Oeste para continuar su tratamiento en un Programa Ambulatorio instalándose en la casa de su madre. Los problemas entre su madre y él comienzan rápidamente con la convivencia. La mamá se siente desplazada por la novia, a quien Sergio intenta reconquistar haciéndole costosos regalos: “Yo lo acompañé en todos los tratamientos que tuvo y a ella le compra una cartera y a mí nada”. Reprocha sobre la ayuda que ella le hizo durante años y decide cortarle la extensión de su tarjeta en la que Sergio tiene todos los servicios en débito automático. Sergio refiere “me trata como si yo no pagara mis cuentas y estuviera drogado perdido”. Sergio decide ir a vivir a la casa de la novia con los padres de ella. Su madre no regresa al grupo de familiares, pero llama para ver si concurre. Su novia y sus hermanosla reemplazan. Sergio cumple con el tratamiento a pesar de las amenazas agoreras sobre su futuro que le hace llegar la mamá y al poco tiempo regresa con su novia al departamento que compartían. La asistencia automática de la mamá, sostenía una ligadura que la tarjeta representaba. Aunque él pagaba sus servicios, vivía solo, no confundía a su novia de su madre, requirió que también fuera ella quien se retirara de ese lugar de provisión permanente que sin darse cuenta ambos alimentaban y funcionaba como un obstáculo para el tratamiento. Solicitar ayuda, dinero, asistencia no es lo mismo que recibirlo como natural, tal como llegaba en la infancia o adolescencia. La tarjeta representaba la asistencia automática al mismo tiempo que generaba deuda(tanto material como emocional) Con el corte de la extensión de la tarjeta de crédito su madre dejó también de asumir responsabilidades por él. Una viñeta clínica de pareja Edgardo, 50 años ha sido dependiente de varias sustancias desde los 14 años, controla no ingerir otras drogas pero no puede dejar de fumar marihuana en tierra. Es marino y cuando está embarcado no consume nada, puede pasar 2 o 3 meses limpio. Se queja de María, su pareja desde hace 25 años: “no soporto más cómo me veo con ella, soy un monstruo adicto, violento que le arruino la vida…” “No sirvo más que para hacerla quedar mal con los vecinos por el olor a marihuana, no reconoce nada bueno en mi”. La droga es parte de la ligadura, ahora sólo queda la marihuana que no puede dejar, como no pueden dejarse ni modificarse. Unidos por la queja y el reproche llevan 25 años “sufriendo” ambos. En las sesiones de pareja María aparece como la víctima de Edgardo, para ello tiene que sostener una posición como si nada hubiera cambiado. “Yo llegaba a tomarme una botella de Whisky por día”, “María no ve nada, que no tomo ni una gota, no ve el cambio, hace un escándalo cuando viene algún amigo y quiere tomar algo como si yo fuera el borracho”. Edgardo no puede salir de la queja, cuando hablan de separación rápidamente apelan a sus sentimientos de amor mutuo para evitar hacer algo diferente. La codependencia parecería imposible sin amor. Así como a veces, la familia, con pequeños cambios se manifiesta excesivamente efusiva y esperanzada, otras veces no pueden ver las modificaciones e insisten con actitudes que tienden a recomponer el equilibrio enfermo entre sus miembros. María tiene que “no ver” para sostener su lugar en la pareja, si ve los cambios tendrá que preguntarse por qué siente tanta insatisfacción. La adicción de Edgardo la sostienen entre los dos. PARADEPENDENCIA Martín Miseta y Lara Taraman denominan paradependencia al vínculo de los hijos con padres adictos. Consideran que un niño que nace en el contexto de una familia disfuncional por la adicción de uno o ambos padres, es víctima de esa situación. No es conciente del problema pero padece las consecuencias. La vida familiar gira alrededor del padre/madre dependiente y los intentos de lograr la recuperación. Si el padre es el consumidor y la madre mantiene con él un vínculo codependiente, los niños quedan desamparados en sus necesidades infantiles de atención y cuidado. Crecen avergonzados, inseguros, aislados no pueden protegerse por sí mismos y quedan expuestos a los vaivenes del clima familiar muchas veces hostil. Hay diferentes formas de desamparo: desde no poder proveer las necesidades básicas de salud, escolaridad regular, alimentación o presencia amorosa hasta desplegar hipercontrol sobre las relaciones sociales de los niños para ocultar el problema y otorgar responsabilidades de adultos en el cuidado de hermanos o del mismo adicto. Puede ocurrir que, cuando una familia tiene posibilidades materiales, cubran los deseos de los hijos con objetos o permisos que trasmiten “haz lo que quieras”,“te doy lo que pidas” como compensación de la ausencia y profundización de la distancia emocional. El miedo y la incertidumbre son sentimientos que los acompañan mientras crecen. Veamos un ejemplo Ana consultó por el alcoholismo y abuso de psicofármacos automedicados de Luis. No soportaba la vida que llevaban desde hacía más de 10 años. Su marido fue empeorando durante la pandemia hasta solamente consumir alcohol y pastillas, aislado de la vida familiar y social, pasearse en calzoncillos por la casa, mirar porno- perversa en la tablet y casi no poder trabajar. Tienen tres hijas de 10,12 y 14 años participantes de esta escena repetida a la que no accedía ningún extraño porque nadie más entraba a la casa. Luis ocupaba la cocina o el sillón del living, las niñas se encerraban en su cuarto tratando de evitar la imagen decadente de su padre o los gritos e insultos entre la pareja. Eran demandadas por él cuando necesitaba conectarse por zoom a su trabajo y ellas también respondían con gritos e insultos, en un circuito de maltratos mutuos. Cuando quedaba dormido lo acostaban entre las tres, sucio y muchas veces orinado. La familia fue quedando con pocos amigos, cada vez más aislada, tratando de cubrir con mentiras lo que resultaba cada vez más difícil de ocultar. Ana pidió tratamiento para Luis, el que él aceptó, pero no pudo cumplir un programa ambulatorio. La indicación del equipo fue entonces internación. Se trabajó con Ana guiándola para que se animara a tomar decisiones tendientes a internarlo. Ella lo amenazaba con irse con las hijas a otro departamento que habían comprado para mudarse todos, pero no podía llevar a cabo ninguna acción que modificara la rutina de control, reproche, culpa, amenazas, desesperación: no llamaba a la emergencia psiquiátrica ni lo abandonaba. La familia desapareció del tratamiento durante dos meses, no respondieron a los llamados ni mensajes. Ana volvió a llamar desesperada después de la muerte de Luis acaecida dos meses antes durante una de sus noches de alcohol y psicofármacos. Después de su fallecimiento no volvieron a la casa, se mudaron al departamento nuevo. Ana se siente culpable de no haberlo ayudado “Deberíamos habernos mudado todos”. Refiere que había un dormitorio con baño en suite al final del departamento donde habría podido estar él y sus hijas hacer una “vida más normal”. No habla de internación ni de que dejara de tomar. Luis podría haber seguido vivo si ella le hubiera buscado un lugar donde quedara oculto y no se hubiera visto forzada a responder a lo que ahora interpreta como elegir entre Luis o sus hijas que le pedían mudarse solas ellas cuatro. Comenzamos a trabajar con ella y las hijas por separado. Ana refiere que no soporta que las hijas “estén bien, no lloren y se la pasen con el teléfono como si no hubiera pasado nada”. La hija mayor se enoja con ella cada vez que la ve llorar y le reprocha los malos momentos que pasaron mostrándole su bienestar sin el padre. Ana se angustia porque le cuesta hacerse cargo de las hijas y de todo lo referente a los trámites burocráticos después del fallecimiento. Se siente víctima del abandono de sus conocidos sin registrar su voluntario aislamiento social. Cree que su vida ya no tiene sentido y resalta de su historia de pareja la época donde eran el uno para el otro. “Di todo por él, se recibió por mí, su familia no compró ni un libro y yo no estudié para poder ayudarlo”. En las sesiones vinculares las hijas hablan de la familia, cada una con diferente tono emocional. La mayor se muestra aliviada, no tiene amigos ni sabe cómo hacerlos, se muestra insegura, no quiere volver a la presencialidad escolar. La menor tiene síntomas físicos, comenzó con encopresis tema que no quiere abordar. Se muestra condescendiente con su padre: “No lo hacía a propósito.”, “No podían venir amigas a casa”, “Si hubiera sido un padre que jugara yo estaría triste”, “Siento llanto y enojo juntos”, trasmite ambivalencia en sus pensamientos y emociones. Las niñas relatan vivencias angustiosas de muchos años atravesadas hoy por el duelo por la muerte del padre. Ana comenzó a tomar alcohol para dormir, esta situación la acercó a Grupo del Oeste, no acepta la medicación y recurre varias veces por semana a la cerveza, ya no sólo para dormir. Espera que sus hijas la protejan y la acompañen en una propuesta donde ahora ellas serían las codependientes. “Mi vida no tiene sentido”, “tengo miedo”, “si no son ellas quién me va a acompañar”. Les hace una propuesta a las niñas donde funcionarían como codependientes. Identificada con Luis, recreándolo con su conducta podría configurar un funcionamiento familiar semejante al perdido. LA RECUPERACIÓN En el caso de los hijos de padres dependientes quedan desdibujados los roles de sostén de los cuidados básicos para producir infancia. La recuperación del dependiente o paradependiente implica el reconocimiento de formar parte de un vínculo enfermo que lo priva de saber de sí mismo. Los hijos no son culpables de la adicción ni responsables de la cura. Ambas cosas son el resultado de un complejo donde es necesaria la intervención profesional. La ayuda de profesionales favorece la ruptura del circuito de desconfianza, odio, culpa, incertidumbre y miedo en el que se ven envueltos. Las adicciones afectan todos los vínculos de quienes consumen: pareja, padres, hijos, amigos, la ayuda profesional tiende a generar conciencia del estado de alienación en que se encuentran. Los lugares fijos que se configuran alrededor de quien consume, por ejemplo, sostienen el secreto familiar, los vínculos disfuncionales y evitan que algo cambie. Si pensamos la familia como un sistema en equilibrio, la adicción de un miembro contempla la participación de un sujeto que regule que no haya cambios. Justamente la posibilidad de curación de ambos, dependiente y codependiente requiere que alguno pueda separarse: hacer algo diferente a lo de siempre, poder modificar el dar y el recibir e incluir a otros miembros de la familia para generar la ruptura de esta alianza tóxica. Las manifestaciones que se observan en el codependiente, ya sea físicas o psicológicas: depresión, insomnio, trastornos digestivos, cefaleas, ansiedad, se incrementan cuando entra en proceso la modificación del vínculo. Proceso de duelo por la ruptura y la incertidumbre ante la pérdida. El equipo terapéutico tiende a generar un espacio de contención confiable y reparador que permita que esos cambios sean alojados sin violencia para prevenir las recaídas que lograrían restablecer el equilibrio perdido. Un miembro del equipo puede llegar a instalarse como codependiente de algún paciente. Puede hacerlo por sus características personales: búsqueda de aceptación, alimento narcisista o por inexperiencia (furor curandis). La sobreexigencia que implica este tipo de vínculo en un equipo, puede llevarlo al estado de “Burn Out”. La intervención de los profesionales debe ser cauta, sin enunciados moralistas o punitivos. Tener en cuenta que es un lazo amoroso el que está perturbado para evitar que, en nombre del amor, se instale la resistencia y abandonen el tratamiento. La convivencia segura y previsible, con ritmos de encuentro y pautas sostenidas forman parte del contexto preventivo que los tratamientos incluyen,necesarios para construir vínculos de confianza. La tarea profesional apunta a que cada uno de los miembros de la familia/ pareja pueda encontrar sus propios intereses, conociéndose como sujetos deseantes y desarrollar un proyecto individual. Cuando uno de los dos sujetos del vínculo cambia, el otro necesita tolerar el cambio y no verse llevado a forzar la repetición para volver a armar una situación similar. El codependiente tiene que tolerar el “dejar de hacer” (dejar de mirar el teléfono, despertarlo, pagar sus deudas, cubrirlo en las ausencias laborales etc.) para que el dependiente tenga la oportunidad de asumir su propia responsabilidad. Poder analizar los efectos de la desligadura permite salir del aislamiento y construir otros lazos más saludables. Bs. As., marzo 2021 (*) Lic.Lilia F. Aletti- Psicoanalista de Familia y Pareja-Directora de Programa de Grupo del Oeste- grupodeloeste@hotmail.com.ar lilialetti@hotmail.com BIBLIOGRAFÍA ALETTI LILIA. La pareja después de las drogas. III Congreso internacional Córdoba 2001 BEATTIE MELODY. Ya no seas codependiente. www.vivirlibre.org BERENSTEIN ISIDORO. Del ser al hacer. Paidos 2007 BEJOS LUCERO MARIO. De la codependencia a la coadicción.www.infoadicciones.net MISETA MARTÍN -LARA TARAMAN. Paradependencia. Editores Asociados 2019 PUCHEU MONICA-OLIVERO INÉS. Adicción a las personas. Ediciones Urano 2014

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (18 Kb)   pdf (67.6 Kb)   docx (13.6 Kb)  
Leer 11 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com