Causas de la conducta antisocial y la delincuencia juvenil
Eli CosajayApuntes30 de Mayo de 2025
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Universidad Mariano Galvez de Guatemala
Facultad de Psicología
Curso: Psicología Evolutiva del Niño y del Adolescente
Docente: Licda. Alejandra Ruiz
Causas de la conducta antisocial y la delincuencia juvenil
Introducción
En la actualidad, la conducta antisocial y la delincuencia juvenil constituyen uno de los principales retos para las sociedades modernas. Este fenómeno, que involucra a adolescentes que infringen normas sociales o leyes penales, no solo preocupa por sus consecuencias inmediatas, como el daño a las víctimas o la desestabilización comunitaria, sino también por su impacto a largo plazo en el desarrollo personal y social de los jóvenes implicados. Comprender sus causas permite no solo abordar el problema desde la raíz, sino también prevenir la reincidencia y fomentar contextos que favorezcan una vida alejada del delito. En este ensayo se analizan los principales factores que influyen en la aparición de conductas antisociales y delictivas entre los jóvenes, agrupándolos en dimensiones familiares, sociales, económicas y psicológicas.
Factores familiares: la base de la socialización
La familia es el núcleo fundamental de socialización durante la infancia y la adolescencia. Un entorno familiar sano, basado en el afecto, la comunicación y la disciplina positiva, proporciona las herramientas emocionales necesarias para que los jóvenes se desarrollen de forma equilibrada. Sin embargo, cuando esta estructura falla ya sea por abandono, negligencia, maltrato, consumo de sustancias o la presencia de conductas delictivas en los padres el adolescente queda expuesto a una alta vulnerabilidad. Estudios como los de Garrido y Morales (2007) señalan que los jóvenes criados en hogares disfuncionales presentan una mayor incidencia de comportamientos antisociales. La falta de límites claros, así como el escaso acompañamiento emocional, puede provocar que el joven busque modelos de conducta en grupos externos que refuercen comportamientos negativos.
El entorno social: un factor de riesgo o protección
Más allá del entorno familiar, el contexto comunitario también influye significativamente en la conducta de los adolescentes. Vivir en barrios con altos índices de violencia, crimen organizado, consumo de drogas y deserción escolar limita las oportunidades de desarrollo. En estos entornos, los adolescentes pueden encontrar en las pandillas o en grupos delictivos una forma de pertenencia, identidad y protección. Según Loeber y Farrington (2012), muchos jóvenes se ven empujados a estas redes por presión social o por la necesidad de aceptación, normalizando así conductas ilegales. Por el contrario, comunidades organizadas, con acceso a educación, cultura y deporte, actúan como factores protectores frente a la delincuencia.
La pobreza y la desigualdad como causas estructurales
Otro elemento clave es la situación socioeconómica. La pobreza, la falta de acceso a servicios básicos y las desigualdades estructurales pueden generar frustración, impotencia y sentimientos de exclusión social. Cuando un joven percibe que sus oportunidades de progreso son escasas, puede sentirse tentado a delinquir como vía rápida para obtener recursos o reconocimiento. En muchos casos, el delito no es solo una elección individual, sino una consecuencia de un entorno sin alternativas viables. UNICEF (2020) ha señalado que la exclusión social en la adolescencia, unida a la marginalidad económica, es una de las principales causas del involucramiento en actividades ilícitas.
Factores psicológicos y biológicos: predisposición y salud mental
Además de las condiciones externas, los factores individuales también juegan un papel importante. Trastornos como el trastorno de conducta, el trastorno oposicionista desafiante o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) pueden predisponer a comportamientos impulsivos, agresivos o desafiantes ante la autoridad. La falta de empatía, la baja tolerancia a la frustración y una autoestima deteriorada son características comunes en muchos jóvenes que presentan conductas antisociales. Tal como señala Moffitt (1993), algunos adolescentes muestran patrones de conducta antisocial desde la infancia, que tienden a mantenerse si no se detectan e intervienen oportunamente mediante apoyo psicológico y terapéutico.
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