Como Afrontar La Muerte Violenta De Un Ser Querido
paulodanielacero5 de Octubre de 2012
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COMO AFRONTAR LA MUERTE VIOLENTA DE UN SER QUERIDO
PAULO DANIEL ACERO RODRÍGUEZ
PSICOLOGO UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
FORMACIÓN EN DUELO, TRAUMA Y RESILIENCIA
Contacto: paulodanielacero@gmail.com
Hacer frente a la muerte violenta de un ser querido - por homicidio, accidente o suicidio - es uno de los desafíos más graves que cualquier persona tiene que enfrentar. Si usted y su familia han experimentado la pérdida de un ser querido en cualquiera de estas circunstancias, a través de este escrito queremos expresarle nuestra compañía y darle elementos que le orienten en este camino que quizá nunca pensó tener que recorrer.
Cuando el dolor se inicia, puede parecer imposible imaginar que existe alguna manera de encontrar, en algún momento el más mínimo alivio de esa terrible experiencia. Además de experimentar el dolor natural que sigue a cualquier pérdida, usted se encuentra particularmente vulnerable a dos de los más duros aspectos del proceso de duelo: auto-castigo y la sensación de caos.
Las circunstancias de la muerte súbita y violenta, empuja a los sobrevivientes, sin previo aviso, y muchas veces sin ninguna dirección ni apoyo adecuado, en un charco de tormento donde las emociones y la ira golpean sin piedad. Al mismo tiempo, se requiere a menudo a la persona en duelo para hacer frente a responsabilidades hasta ahora desconocidas, demandas poco realistas e intrusiones dolorosas (desde el sistema judicial, los medios de comunicación, el mundo de la medicina) que se derivan de la muerte violenta. Todo esto crea un alto nivel de caos personal y confusión.
Sobre todo durante el primer año después de la muerte de un ser querido, tanto el castigo emocional como el desorden caótico pueden ampliarse e intensificarse hasta que parezcan estar más allá de la resistencia humana. Una vez que pasa el entumecimiento propio de la conmoción inicial, las imágenes mentales de la muerte pueden causar una tortura casi constante. A menudo se debe hacer frente a detalles sobre los hechos agonizantes, así como a las propias imaginaciones. Dedicarse a imaginar como pudieron ser los últimos momentos de vida del ser amado, puede ser un tormento continuo.
Cuando una persona se somete a la experiencia de la perdida violenta de un ser querido, esta experiencia dolorosa tiene características que la diferencian de la experiencia de otros duelos por otro tipo de perdidas o de perdidas en otras circunstancias, por ejemplo, tras una enfermedad. Esta experiencia hace que el mundo se perciba drásticamente diferente a la manera como lo conocían y comprendían anteriormente. Su entorno y sus circunstancias - que, muy probablemente, han sufrido cambios dramáticos como resultado de la muerte abrupta y violenta - puede parecer fragmentado e irreal. Entornos en los que una vez la persona se sentía segura, pueden ser vistos ahora como amenazantes. Las personas que alguna vez parecieron sólo ligeramente excéntricas o disfuncionales, pueden parecer intolerables e incluso peligrosas. El mundo se percibe como algo de lo que debemos protegernos, más bien que un espacio que nos brinde seguridad.
Es natural que en tales circunstancias se realicen esfuerzos para tratar de dar sentido a las cosas y para intentar comprender la situación tratando de darle orden. Una de las maneras más comunes en que muchos sobrevivientes tratan de hacerlo es asumiendo la culpa - en un grado u otro - por la muerte de su ser querido. Su razonamiento es: "Si yo hubiera dicho o hecho algo, si yo lo hubiera advertido, entonces esta terrible pérdida no hubiera ocurrido". En otras palabras: "He tenido el poder para evitar la muerte de mi ser querido y no lo hice."
Excepto en raras circunstancias, la anterior afirmación es cierta. No tenemos ese poder de alterar la manera como las cosas se producen y, en la mayoría de los casos, aunque hubiéramos estado presentes en el lugar de los hechos, muy poco o nada hubiera estado en nuestras manos para evitar el resultado trágico, más bien, hubiera sido posible que, si hubiéramos estado presentes, también, probablemente hubiéramos sufrido lesiones o la pérdida de nuestra vida. Seguramente que al leer esta última frase, quien ha perdido un ser querido pueda pensar que haber muerto también, habría sido lo mejor, pero hay que reconocer que esa afirmación es producto del dolor intenso por la pérdida. Pero, independientemente de lo que nos gustaría creer, el mundo es impredecible y caótico y no hay una línea directa de causa y efecto que lleve de nosotros a la muerte de nuestro ser querido. No hay ni siquiera una línea indirecta. En su lugar, existe una gran cantidad de factores que influyen en curso de cualquier persona y que pueden alterarlo a cada minuto. Cada una de nuestras vidas permanentemente es afectada y obligada a ser reformulada por las interacciones del medio ambiente, nuestra disposición personal, las características personales, las expectativas culturales, eventos fortuitos, y una serie de otros factores aleatorios.
A pesar de que sintamos que, en algún nivel, asumir la responsabilidad de una tragedia daría fin a lo que sentimos como desordenado e insoportable – cuando se es sobreviviente de una muerte violenta - es totalmente razonable que las personas traten de asumir esa carga. Cualquier cosa puede pasar en cualquier momento a cualquier individuo. No importa cuán amorosos, sabios o cuidadosos que seamos, no podemos cambiar la naturaleza inesperada de la muerte y, como iremos descubriendo, la justicia no funciona conforme a nuestras creencias, de manera que tendremos que reconocer que a la gente buena también le suceden cosas malas.
Para hacerle frente a los aspectos más debilitantes y dolorosos de su pérdida, es absolutamente esencial que usted busque un lugar tranquilo donde pueda evaluar su propio estado emocional, mental y espiritual. Un lugar en el que pueda examinarse tanto mental como físicamente, para hacer un balance de cómo y por qué se siente como ahora se esta sintiendo. Quizá una de las mejores formas de explorar sus pensamientos y sentimientos más prominentes, sea plasmarlos en papel o simplemente grabarlos - para sacarlos donde puedan ser reconocidos y luego procesados de manera que no bloqueen nuestro funcionamiento más de lo que es natural (esto significa que no podemos esperar sentirnos bien cuando nuestro mundo ha sido alterado repentinamente. En estos momentos iniciales y, por lo menos durante los tres primeros meses que siguen a la pérdida, esta bien estar mal). Si no oxigenamos nuestros pensamientos y sentimientos, estos pueden sobrecargarnos y producirnos un colapso físico o psicológico.
Una vez que el primer impacto por la pérdida repentina ha disminuido, muchos sobrevivientes de víctimas de asesinato, accidentes y suicidios, pueden empezar a empoderarse emprendiendo pequeñas acciones, no pocas veces en la orientación de buscar venganza o para hacer un cambio que reduzca las posibilidades de que otras personas tengan que soportar circunstancias similares a las que ellos están viviendo. Si a usted le gustaría considerar tomar esta opción de apoyo a otras personas que están afrontando una experiencia similar, primero es necesario identificar un aspecto de la muerte y sus consecuencias que pueden estar sujetos a influencias externas. Luego, comprender que el esfuerzo puede tomar cualquier forma - a partir de un grupo para ayudar a otras víctimas, solicitando espacios para sensibilizar a los ciudadanos sobre la importancia de no ser indiferente ante los violentos, presionando por un cambio en la ley, las peticiones de mejoras que harán que el vecindario sea más seguro, contribuyendo con tiempo o dinero para apoyar causas en contra del porte de armas o de la conducción de automóviles por personas que hayan consumido licor,, hablando en escuelas locales u organizaciones sobre las tragedias y las consecuencias que se derivan de la conducta violenta o temeraria, escribir artículos de opinión para su publicación en Internet o en los periódicos, entre otros.
Lo anterior para significar que hay abundantes maneras de poner el dolor en acción y transformarlo en una energía para lograr cambios en positivo que dejen en algún sentido la sensación de que la pérdida no fue en vano. Un ejemplo de ello es lo referido por los padres de una víctima de homicidio que lo expresó de la siguiente manera: "Como supervivientes, hemos comprendido que no teníamos ningún control sobre lo que nos pasó y que nos causo tanto dolor, pero sí tenemos control sobre lo que podemos hacer al respecto. Podemos tomar medidas para evitar al máximo que algo similar les pase a los demás y que si a alguien más le llega a suceder, no se sienta solo en este duro camino". Como es evidente, estos sobrevivientes utilizaron su propia experiencia para transformar y advertir sobre una tragedia potencial y, de esta manera tener una fuente de fortaleza.
Los grupos de apoyo o mutua ayuda, cuyos miembros han sufrido el mismo tipo de pérdida y están viviendo una experiencia similar, pueden proporcionar un sustento vital en este punto de inflexión vital. Unirse a un círculo de supervivientes que son amigos de apoyo puede ser, en el más difícil de los tiempos, una especie de retiro temporal a un refugio seguro. Los sobrevivientes de muertes por suicidio y homicidio, en particular, quedan bajo una marca o estigma difícil de asimilar y que no se puede desconocer. Esta marca tiene que ver con que se les señale como familias disfuncionales, faltas de afecto o se les relacione con fenómenos delincuenciales. Recibir y dar aceptación relacionada con la compasión (no con la lastima, recordemos que compasión implica ver el dolor con el corazón)
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